Guardia de cine: reseña a «Regreso al planeta de los simios» (1970)

Título original: «Beneath the Planet of the Apes». 1970. 95 min. EEUU. Dirección: Ted Post. Guión: Paul Dehn. Historia: Paul Dehn, Mort Abrahams. Personajes: Pierre Boulle. Reparto: James Franciscus, Charlton Heston, Kim Hunter, Maurice Evans, Victor Buono, Linda Harrison

Un más que necesario regreso para satisfacer  a aquellos que se quedaron con ganas de más ante la Estatua de la Libertad

Y tanto que teníamos que regresar, porque dejar a Taylor arrodillado ante los restos de la Estatua de la Libertad, con una Nova que aún no se enteraba de nada, necesitaba de una continuación. Sin embargo, esta segunda parte, aunque afianza el mito, propone un metraje que se nos hace excesivamente corto y con un argumento casi desnudo de matices. No hay que ser un lince para atrapar de nuevo y al vuelo la retórica antibelicista y el peligro más que palpable de un holocausto nuclear, muy presente en las fechas de filmación. Y resulta obvia la denuncia contra la guerra del Vietnam, con esos chimpancés que se oponen a la incursión en la Zona Prohibida por parte de Ursus y sus gorilas, una suerte de guerra santa contra el “enemigo” y en post de unas tierras que permitan el mantenimiento del sistema símico.

Lo que choca al espectador es que Charlton Heston desaparezca (“tragado”) a los pocos minutos de iniciada la película, siendo sustituido por James Franciscus, en el papel del astronauta Brent. Choca por ser absurdo, pues lo que hace Brent podría haberlo hecho Taylor sin problema. Y más absurdo la respuesta a preguntas como la que sigue, ¿cómo es que hay una misión de rescate de la tripulación de Taylor? Había creído que se quería probar una teoría por la que un viaje espacial como el emprendido llevaría a los navegantes al futuro, así como a otro planeta, por tanto, sería complicada una comunicación tal (sobre todo tras hibernar), como para que alguien se preocupara en organizar y mandar a nadie en su búsqueda. Lo mismo sucede con las palabras del comandante de esta segunda misión poco antes de morir.

Supongo que Heston pediría más dinero por su presencia y/o tendría otros proyectos que atender, y de ahí su corto minutaje a pesar de que se mostró desde el primer momento muy interesado en «El planeta de los simios» y su mensaje.

Si bien regresamos a este planeta, nada se toma de la obra de ficción de Pierre Boulle, salvo los personajes de Nova (que esta vez es capaz de hablar, aunque sea para decir “Taylor”), Zira, Cornelius (Aurelius) y Zaius (a pesar del peso que siempre tuvieron (y tendrán) Zira y Aurelius, su participación en esta cinta es anecdótica, dándose más tiempo a Zaius).

Todo lo que sucede gira en torno a la obsesión por la autodestrucción termonuclear y por la necesidad de saber lo que hay en la Zona Prohibida, que no es otra cosa que una sociedad de humanos de extraordinarias capacidades extrasensoriales (justo lo contrario a lo que los simios están acostumbrados a ver y cazar en sus praderas), un remanente de Humanidad que se mantiene apartada, bajo el paraguas siniestro y falso de la paz a punta de cabeza nuclear, por eso rezan y adoran a un dios que se materializa en forma de bomba del Juicio Final.

Es un regreso, sí, aunque más correcto habría sido un título en castellano más fiel al original, pues nos refiere a lo que hay bajo la superficie de ese planeta, donde están los restos de una civilización humana postnuclear. Y, el final, tras la última escena de Heston cerrando la película, esa la voz en off y el silencio que la sigue son brutales, desesperanzadores; la advertencia de un futuro sin futuro.


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