Guardia de cine: reseña de «Misterio en Venecia» (2023)
Creo que Misterio en Venecia merece la pena como entretenimiento
El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y si lo hace tres veces, tampoco sorprende a nadie.
Recuerdo haber visto en su momento las adaptaciones de Kenneth Branagh de Asesinato en el Orient Express y Muerte en el Nilo. Me gustaron tan poco que ni siquiera me molesté en reseñarlas. Sin embargo, fiel a mi naturaleza, he decidido darle una oportunidad a Misterio en Venecia, impulsado por la curiosidad. Esta es la primera vez que veo el relato Las manzanas trasladado a la pantalla y, aunque no lo he leído, sé, sin embargo, que el guion se inspira en él de manera muy superficial.
Puedo adelantar que me ha parecido una película de Halloween que encaja a la perfección con el mundo de Agatha Christie. Es un cóctel oscuro donde, entre otros, la cámara convierte al edificio en un personaje más. Parece que el inmueble tiene mil ojos: los de esos fantasmas de niños agazapados, que resuenan por los pasillos, víctimas del abandono durante la peste siglos atrás, clamando venganza.
A grandes rasgos, la trama de la película nos traslada a la Venecia de 1947. Allí encontramos a Hercule Poirot retirado, aunque no logra pasar desapercibido, especialmente para quienes desean contratar sus servicios, que él se niega a prestar. Bien protegido por su brutal guardaespaldas, Poirot es tentado por su vieja amiga, la escritora Ariadne Oliver, a asistir a una fiesta de Halloween en un palazzo supuestamente encantado, donde la tragedia parece impregnar el aire húmedo y las paredes. El clímax de la velada llegará cuando los niños huérfanos regresen al hospicio y los adultos se sumerjan en una sesión espírita dirigida por la vidente Joyce Reynolds. Oliver convence a Poirot para que la ayude a desenmascarar a Reynolds.
Desde el momento en que pone un pie en el palazzo, a Poirot le es relatada la trágica historia de los niños abandonados y su deseo de venganza, así como la caída en la locura y el suicidio de Alicia, la única hija de Rowena Drake, la propietaria del lugar. La noche se torna aún más sombría cuando una tormenta azota la ciudad y los susurros fantasmales parecen infiltrarse en la férrea lógica de un Poirot escéptico. Que el detective belga casi muera ahogado por una mano asesina y el edificio parezca cobrarse dos vidas más lo obliga a desempolvar sus habilidades y a luchar contra lo que sus sentidos le hacen creer.
Si buscas el argumento de Las manzanas, pronto notarás que la película apenas toma elementos de la novela de Christie, para bien o para mal. Sin embargo, la atmósfera, los planos y la lucha entre lo tangible y lo intangible —sin darnos todas las respuestas— logran un producto muy atractivo y poderoso. La película conserva los ingredientes típicos de las novelas de Christie: la mansión, la alta sociedad, la tragedia, la traición, la hipocresía, las mentiras, los secretos, la conspiración, los callejones sin salida y un desafío digno de una mente tan perspicaz como la de Poirot.
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