Guardia de literatura: reseña del poemario «Inflamable (indomable). Diario de una chica en llamas», de Bebi Fernández
Ilustraciones: Mónica Loya
Undécima edición: abril de 2019
ISBN: 978-84-9043-880-0
126 páginas
La voz de Bebi se me ha revelado como muy potente; como un exabrupto en mitad de una noche silenciada
Debía ser el día, la quincena o el mes dedicado a la poesía en la biblioteca pública de mi localidad. Poco importa. El vestíbulo lucía engalanado con carteles informativos, dispuestos para los usuarios más despistados. Las estanterías hacían lo propio como si fuera Navidad, con un par de decenas de títulos recomendados. Y ante la variedad cromática, la batalla siempre la ganan los más resultones. Gracias a esta verdad incontestable y a la democrática sosería ilustrativa por parte de las líneas editoriales de poesía, no es de extrañar que este Inflamable (indomable) me atrajera por su irreverente presentación.
Nunca había leído hasta la fecha nada escrito por Bebi Fernández (@srtabebi), pero sí había visto de pasada, en librerías, una de sus anteriores obras, Amor y asco, título contundente donde los haya (cuya portada es bastante similar a la que hoy nos ocupa).
La edición de MONTENA es exquisita: tapa dura, buen papel, ilustraciones a la acuarela, tipografía agradable…, que demuestra un loable interés por una obra que ha superado los 100.000 ejemplares vendidos, lo cual es para quitarse el sombrero, más aún tratándose de poesía.
Nunca he leído nada de Bebi Fernández y —dejadas atrás las pataletas y soflamas feministas para picos de loro (pues estamos ante una activista social en redes)—, Inflamable (indomable) es una operación a corazón abierto sobre el papel. Un pecho abierto con la ayuda de un bolígrafo a modo de bisturí poco afilado, para hacer más daño. El pecho de una persona que estalló contra los convencionalismos a muy temprana edad, que no se podía contener entre las estrechas orillas del río social.
La poesía es la exhalación íntima de un autor, y la voz de Bebi se me ha revelado como muy potente; como un exabrupto en mitad de una noche silenciada. Y no es por la brutalidad soez de su lenguaje, sino por su desquiciante empeño en romper los moldes del conformismo manipulador del rebaño, sin olvidarse de las relaciones amorosas: cuadros empapados en sustancias inflamables, a juego con el título.
La lectura de ciertos poemas me parece más que recomendable. Son carne viva. Y por ello me sorprende encontrarlos publicados por MONTENA, una rama de Penguin Random House cuyo público objetivo es el juvenil. No creo que deba constreñirse a una franja de edad; sin embargo es obvio que buena parte de las composiciones y prosa poética se destina a un lector joven, perdido en la vorágine de un mundo antropófago.
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