Guardia de literatura: reseña a «Bajo el cielo de Alejandría», de Olga Romay Pereira (2021)

Ediciones Corona Borealis, Málaga
Primera edición: agosto de 2021
ISBN: 978-84-123615-9-9
329 páginas

Continuación y cierre orquestada por Olga Romay tiene sus luces y sus sombras

La necesaria continuación de «Cuando fuimos dioses» lleva en mi poder casi desde el momento de su publicación, pero no ha sido hasta demasiados meses después cuando he podido dedicarle toda mi atención y mi tiempo de lectura, así que traslado mis disculpas a la autora que tan amablemente me remitió un ejemplar.

Y digo que es necesaria esta continuación pues uno se quedó con las ganas de saber qué les sucedería a todos los personajes, allá donde los dejamos, comenzando por el mismo general Ptolomeo, quien irá dando pasos firmes en su objetivo de convertirse en faraón de Egipto, y sus relaciones familiares, las cuales darán un nuevo vuelco con la irrupción de una joven que conoció siendo niña: Berenice.

También estamos necesitados de saber de la suerte del ex sacerdote Nimlot y del judío Absalón y de tantos otros que pueblan esta larga novela que terminará con el asentamiento de la dinastía ptolemaica y también con su ocaso, en una rúbrica ante la tumba de Alejandro, con Octavio ante su momia y el cadáver de la última Cleopatra enfriándose.

La autora dedica grande esfuerzo en la recreación de la época y lleva de la mano al lector hasta templos y palacios de majestuosidad inimaginable, pero también a las riberas fértiles del Nilo, a los ponzoñosos campos de batalla y a lo más hondo del corazón de un hombre maduro tan humano como sobrehumano como es Ptolomeo, protegido por Alejandro Magno, dios o fantasma caprichoso (cosa que no le queda del todo claro a nadie).

Todo está diseminado para alimentar el interés. Eso sí, volvemos a toparnos con los mismos problemas en la redacción que en «Cuando fuimos dioses»: los fallos de puntuación y olvidos de tildes, tanto al comienzo como al final de la novela, aunque no tanto como en la primera parte de la historia. Mas si tuviera que buscarle una verdadera pega a «Bajo el cielo de Alejandría» diría que es la rapidez que se le imprime a la acción una vez superado el ecuador de una lectura tan detallista. La transcripción de supuestas cartas entre los personajes, sobre todo por parte de una despechada Eurídice, cambiará a marcha larga los capítulos hasta el punto de que entre algunos transcurrirán años, como sucede tras la fallida invasión de Egipto por parte de Demetrio y Antípatro «El Tuerto» (siete años), o tras la pelea casi mortal entre Nimlot y Absalón cuando el primero es conocedor que el judío repudió a la sacerdotisa Ipue al descubrir que su primera mujer y primogénito seguían vivos en Sicilia (en el siguiente capítulo, Ptolomeo ya tiene ochenta años, por lo que han pasado más de dos décadas, si no yerro). Y los que entonces fueron niños ahora a ser adultos de treinta años y ciertos personajes desaparecen, como en el caso de Menelao, que muere (al menos se nos lo dice, no como con otros que tuvieron su peso en el argumento, como Ipue).  Esto es algo que, así lo digo, no me ha gustado mucho. Me sentí como descendiendo una colina hecha de pequeños guijarros y cantos rodados, hundiéndose bajo mis pies.

Esta continuación y cierre orquestada por Olga Romay tiene sus luces y sus sombras, como toda novela. Tiene sus momentos de fidelidad rigurosa con la Historia, de diversión, de amor y hasta de brutalidad (la tortura y muerte del Filipo Arrideo y su esposa), pero también otros de precipitación en el desarrollo y punto final de la obra que suma un total de setecientas treinta y nueve páginas que nos permiten asomarnos a la Menfis y a la Alejandría de hace veintitrés siglos, con sus lujos y sus instintos humanos a flor de piel.

 

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