Guardia de cine: reseña a «Cazafantasmas» (1984)
Título original: «Ghostbusters». 1984. 107 min. EEUU. Dirección: Ivan Reitman. Guión: Dan Aykroyd, Harold Ramis, Rick Moranis. Reparto: Bill Murray, Dan Aykroyd, Sigourney Weaver, Harold Ramis, Ernie Hudson, Rick Moranis, William Atherton, Annie Potts, David Margulies, Reginald Veljohnson, Jennifer Runyon, Jordan Charney, Michael Ensign, John Rothman, Steven Tash, Larry King, Casey Kasem, Timothy Carhart, Tom McDermott, Alice Drummond, Norman Matlock, Danny Stone, Rhoda Gemignani, Joe Cirillo, Ric Mancini
A pesar de los años transcurridos, las polillas, la carcoma y la irrupción del CGI en nuestras vidas, «Cazafantasmas», al menos esta cinta de 1984, se mantiene fresca y divertidísima para aquellos que la sepan apreciar como lo que es y nada más
El loquísimo argumento desarrollado y guionizado por Dan Aykroid (no tanto como el de «Los Blues Brothers», pero mucho más rentable para él), y Harold Ramis, podría haber terminado en otra bazofia ochentera aupada en palillos enarbolados por los más fanáticos de entre los nostálgicos que, por entonces, eran unos mocosos repelentes como yo mismo lo fui. Sin embargo, vista la película hoy día, con los ojos aún aniñados pero no engañados por los constantes visionados de fervor religioso, está fuera de duda que es un título que se mantiene joven y fresco, aunque afirmo que todo el mérito se debe a la inclusión de Bill Murray en el elenco como eje central actoral. Su sola presencia y sus chistes malos y ocurrencias aún arrancan risas y buen rollo, y esa es la virtud del producto producido y dirigido por el recientemente fallecido Ivan Reitman. Olvidaros hasta de la pegadiza pieza de Ray Parker Jr (“Who you gonna call? ¡Ghosbusters!”), la ambulancia Cadillac Commercial Chasis de 1959 reconvertida o las indescifrables líneas de diálogo entre Stantz y Spengler. El motor es Murray interpretando al Dr. Peter Venkman.
Por la época de la producción, «Cazafantasmas» es un título quizá anómalo, por cuanto es una comedia casi blanca con cuatro tipos disfrazados de exterminadores de plagas, que circulan por las calles de Nueva York atrapando ectoplasma revolucionado. Es una conjugación de fantasmas creados con efectos especiales tradicionales y risas. No es una puerta abierta al terror descarnado y paranormal, ni siquiera al espacial (guiño a Sigourney Weaver), o aquel con ciertas notas de humor negro. Es una comedia que comienza con tres profesores de la Universidad de Nueva York que se dedican al estudio parapsicológico, justo cuando sus becas o la paciencia del rector se agotan y éste los despide. Y no hay nada más yanqui que las historias de personas que, en la cuneta, se deciden a triunfar, aunque sea dejando de estar bajo el paraguas del trabajo por cuenta ajena a verse empapados por la lluvia que cae sobre los autónomos y empresarios. Por suerte, nuestros héroes serán testigos de un aumento de la fluctuación de energía fantasmal y se les acabará requiriendo en muchos hogares y negocios para realizar “la limpieza de rigor”. Y trabajo no les faltará, aunque primero les cueste horrores e hipotecas levantar la empresa, darse a conocer y tener un primer cliente, quien será la concertista Dana, de la que Venkman se enamorará perdidamente; una mujer que ha visto cómo unos huevos se freían solos en la encimera de su cocina y que al otro lado de la puerta de su frigorífico se formaba una especie de portal interdimensional por el que pululaban horrendas criaturas. Obviamente: el anticipo del clímax final.
Mientras se desarrolla el asunto, los cazafantasmas se verán envueltos en distintos y aparatosos incidentes que harán las delicias de cualquiera, pero es de cajón que el argumento no quedaría completo sin la inclusión del personaje del Idiota (sí, con mayúscula), y no me refiero al que interpreta el siempre genial Rick Moranis, sino a Walter Peck, el funcionario que acusa a los nuevos héroes locales de usar gases neurotóxicos para provocar alucinaciones colectivas entre la población y arrojar los restos al alcantarillado. El Idiota que la monta, no por un exceso de celo en su trabajo, sino por el odio que siente hacia Venkman tras su primera entrevista.
A pesar de los años transcurridos, las polillas, la carcoma y la irrupción del CGI en nuestras vidas, «Cazafantasmas», al menos esta cinta de 1984, se mantiene fresca y divertidísima para aquellos que la sepan apreciar como lo que es y nada más. Desconozco cuál será la reacción de un chavalín nacido bien entrado este insufrible s. XXI, pero me imagino que se cachondearía burlándose de los efectos especiales que, entonces, fueron de lo más innovador de la industria del Cine, y punto. Yo, personalmente, con 41 años y con la certeza de no haber visto nunca la cinta de un tirón hasta hoy (sí a retales a lo largo de infinitas reposiciones televisivas), me lo he pasado genial y eso es lo que importa.
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