Guardia de cine: reseña a «Matadero cinco» (1972)
Un intento valiente de poner en cinta algo imposible, aún sacrificando ciertos aspectos literarios y sin llegar a profundizar en cada hito vital
La obra literaria más reconocida y reconocible de Kurt Vonnegut es una lectura extraña, singular y hasta maravillosa. Una forma muy distinta de representar la vida de su protagonista, Billy Pilgrim (alter ego de Vonnegut, en cierto modo), quien va dando tumbos hacia adelante y hacia atrás, en un ciclo que supera la muerte, con paradas en determinados puntos existenciales, con especial énfasis en su experiencia como prisionero de guerra y testigo del antes y después del bombardeo de la ciudad de Dresde (núcleo o eje de la historia y biografía del autor).
No voy a dedicar línea alguna a exponeros el argumento, pues ya lo hice en su día con la obra literaria. Solo deciros que «Matadero cinco» es un libro semiautobiográfico que, a medida que iba pasando páginas y adentrándome en lo más hondo de su esencia, me parecía imposible de adaptar a un medio audiovisual. ¡Cuán equivocado estaba! Existe una cinta (también un cómic español por ahí, al que todavía no le he echado el guante), que ya contaba con unos años cuando yo nací. Una película, dirigida por George Roy Hill, que aparenta ser fiel hasta la náusea al libro y que apenas alcanza en el ranking del público un suficiente alto, mas estoy seguro que dicha calificación se debe a la incomprensión general que suscita. Para ver esta cinta de 1972 primero hay que leerse la novela, porque, claro, de otro modo uno no se entera y todo le parecerá un absurdo inconexo de viajes en el tiempo que no tienen porque entenderse como tales, abducciones extraterrestres, Valerie Perrine enseñando cacho (y mostrándose muy apetecible), una esposa que siempre promete adelgazar y muere intoxicada por monóxido de carbono, y la pena más honda ante la brutalidad de la guerra.
En palabras de Vonnegut, el filme, el trabajo de George Roy Hill: “[…] está en perfecta armonía con lo que sentía cuando escribí el libro”, pero está denostado por buena parte de la crítica actual, incapaz de etiquetarlo, y por contar con unas actuaciones quizá mediocres pero que se adaptan y corren a nivel paralelo a lo que entiendo yo que era la esencia anodina de los personajes, todos ellos dotados de una estupidez supina, aunque no por ello se los deba considerar como idiotas.
Hay quien afirma que esta película carece de fuerza y peso, lo cual es acusar a la novela del mismo defecto. La confunden con una mera curiosidad, una simpática nota discordante que, no obstante, obtuvo el Premio del Jurado de Cannes en 1972. Para mí «Matadero cinco» es algo más, aún sin alcanzar el sentimiento que me embargó al leer la novela: es un intento valiente de poner en cinta algo imposible, aún sacrificando ciertos aspectos literarios y sin llegar a profundizar en cada hito vital.
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