Guardia de cine: reseña a «Salyut 7. Héroes en el espacio» (2017)

Título original: «Salyut-7». 2017. 119 min. Rusia. Dirección: Klim Shipenko. Guión: Aleksey Chupov, Natalya Merkulova, Aleksey Samolyotov, Klim Shipenko. Reparto: Vladimir Vdovichenkov, Pavel Derevyanko, Lyubov Novikova, Ilya Andryukov, Oksana Fandera, Vasiliy Ignatich, Vitali Khayev, Sergey Korenkov, Natalya Kudryashova, Vladimir Matveev, Mariya Mironova, Nikita Panfilov, Leonid Paranin, Stepan Patnikov, Roman Perelygin, Polina Rudenko, Aleksandr Samoylenko, Aleksandra Serebryakova, Oksana Syrtsova, Igor Ugolnikov

Una cinta digna sobre todo por la calidad de producción, ambientación y efectos especiales

Cuando uno se enfrenta (como espectador) a la dramatización de un hecho real, considero que lo más conveniente es hacerlo desde el completo desconocimiento por si las moscas. Ya lo pasé lo suficientemente mal con «Bohemian Rhapsody». Y justo mi ignorancia total es lo que me ha hecho disfrutar a tope de esta película, más que nada porque no sabía cómo iba a terminar.

Como últimamente me ha dado por ver cine ruso (desde antes de la invasión de Ucrania), en concreto películas relacionadas con el espacio, dando lo mismo que haya invasiones alienígenas que cosmonáutica pura, he tenido a bien sacarme esta «Salyut 7. Héroes en el espacio» que, desde la ficción, recoge la tensión que provocó otro hito en la historia de la conquista espacial, como es la de realizar el acoplamiento manual de una nave a una estación en rotación y fuera de control.

El programa soviético de estaciones espaciales estuvo a un tris de precipitarse al vacío cuando, el 11 de febrero de 1985, la moderna Salyut 7 se desconectó del Centro de Control y se apagó. Era necesario recuperarla, pues su caída a la Tierra podría causar una catástrofe. Pero lo que se destaca más es que iba a despegar una inminente misión del transbordador Challenger de la NASA con la bodega vacía y con espacio suficiente para que entrara la estación entera. Cabía la amenaza de que la tecnología puntera pudiera caer en manos del enemigo (detalle este que dudo si tiene fundamento alguno (aunque todo puede suceder en la Guerra Fría), pues, según la tablas de misiones de la Challenger, el transbordador realizó tres vuelos entre abril, julio y octubre de 1985 y, con estas fechas en relación con la acción de la película, no hay concordancia; por no decir que la que se le acerca en el tiempo, la de julio, era para el transporte del Spacelab-2, por lo que la bodega estaba llena (por supuesto, regresaría vacía en tal caso)).

Para salvar la estación se escogen a Vladimir Fedorov, piloto y comandante de la Soyuz T-13, y Viktor Alyokhin, ingeniero de vuelo (no sé porqué les han cambiado el apellido real a estos y a otros, que era Dzhanibekov y Savinykh respectivamente), un par de colegas con una relación de amistad algo tirante a la par que con una tensión familiar basada en los silencios, pues la mujer de Vladimir no entiende por qué sale corriendo al espacio cada vez que tiene la oportunidad y la de Viktor está a punto de dar a luz cuando su marido estará flotando en gravedad cero.

La película en su integridad trata sobre los esfuerzos, a veces fútiles, de salvar la Salyut 7, hasta el punto que ambos cosmonautas quedan condenados a tener el mismo destino que la estación en la que quedan confinados. La tensión va en aumento pues, cuando parece verse la luz, acontece algo que puede llevar al traste todo el trabajo llevado a cabo. Y es que parece que no hay un final feliz.

No os voy a contar todo. Mejor que la veáis pues me parece una cinta digna sobre todo por la calidad de producción, ambientación y efectos especiales. Si uno se toma la molestia de visionar los raquíticos extras del DVD, podrá admirar el mimo con el que se fue componiendo la réplica de la Salyut 7 hasta en sus más mínimos detalles (peluches, cintas de casete, etc.), que pasan inadvertidos para el espectador, pero que crean el ambiente.

Otra cosa es que el guión sea fiel y no haya introducido en la acción demasiadas inventadas, algo que se puede tomar en negativo, como el soslayado nacionalismo de la era Putin que se sirve de un homenaje hacia los cosmonautas y que la banda sonora, ajustada, me recuerda en demasía a la de «Interstellar».


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