Guardia de televisión: reseña a «Long Way Round (El mundo en moto con Ewan McGregor)» (2004)

Título original: «Long Way Round». 2004. 315 min. RU. Dirección: David Alexanian, Russ Malkin. Guión: David Alexanian, Russ Malkin, Charley Boorman, Ewan McGregor. 

A día de hoy, «Long Way Round» se queda en poca cosa y su forma fugaz de mostrar los lugares deja un regusto amargo

Se vivían tiempos menos enrarecidos. Corría el año 2004 y, por entonces, aún no se había oído hablar de la basura de las RRSS y, aunque hubiera gente recorriendo el globo lejos de las cuadrículas de las agencias de viajes más tradicionales, aún no existía la posibilidad de grabarse a uno mismo en mitad de la nada y compartirlo con todo quisqui (YouTube se fundó en 2005). Aún quedaba para que un tal José Antonio Miquel Silvestre, registrador de la propiedad, tuviera un accidente de tráfico que pusiera su estratificada vida patas arriba y se lanzase, a lomos de una GS de segunda mano, a las carreteras de África en plena crisis existencial, comenzado así a forjarse como nómada. Y es que el documental «Long Way Round» fue pionero en esto de demostrar que se podía dar la vuelta al mundo en moto y grabarlo, y nació por la simple y genial locura transitoria de dos amigos y actores famosos (bueno, de esto último y por estos lares, McGregor es el famoso, que por algo en castellano la producción se titula «El mundo en moto con Ewan McGregor», siendo que a Boorman solo lo recordamos de niño haciendo del hijo incestuoso de Arturo y Morgana en la película «Excalibur» (1981)). Dos amigos, como iba diciendo, unidos por una pasión: las motocicletas. McGregor propuso hacer un viaje juntos, pero la aventura que planeó acabó siendo una línea recta alrededor de la Tierra, siembre hacia Levante, como los protagonistas de «La vuelta al mundo en ochenta días», y todo ello sin bajarse de dos BMW GS (más si cabe desde que KTM se desentendió del proyecto de estos chalados, perdiendo para siempre la oportunidad de lucir la corona de reina de las maxitrails).

Yo fui uno de tantos que quedaron fascinados ante la pantalla de rayos catódicos y ante tan mediático documental. Fue la primera vez que tuve la posibilidad de romper las cadenas de mi rutina y anodina existencia por sustitución, y me dejé transportar por aquellas imágenes como si fuera a bordo de una alfombra mágica.

Hoy, a 2022, por la excusa de ponerle a mi padre algo que lo entretuviera y tras haber agotado todos los capítulos de «Diario de un nómada» del amigo Miquel Silvestre, he vuelto a ver «Long Way Round», la cual se queda raquítica con sus siete episodios y su forma excesivamente fugaz de mostrar el viaje, el cual solo tiene verdadero interés cuando McGregor y Boorman, junto al cámara Claudio von Planta, recorren Kazajistán, Mongolia y SiberiaEl resto del viaje, antes y después, a pesar de los incidentes, es material insulso y, la mayoría de las veces, solo muestra a dos tipos haciendo el payaso dentro y fuera de las carreteras, sobre todo en el caso de Boorman. Sí, en esos minutos salvajes está la verdadera aventura, aunque las dos temporadas de «Tras las huellas de Gengis Khan» del ya mentado mil veces Miquel Silvestre tiene más recorrido y profundidad en cuanto a documental, aunque se ve que el de Denia siguió en buena medida la ruta de la pareja de estrellas de cine.

Siento como si hubiera pasado del amor a la indiferencia con respecto a «Long Way Round», y no es justo pues, como ya adelanté, fue una producción pionera. Hasta entonces sólo contábamos con la palabra escrita de Ted Simon y las fotografías, pero en cuestión de viajes siempre una imagen en movimiento vale más que mil palabras. Por eso «Long Way Round» es tan importante y es la espora germinada que permite que hoy haya cientos de motoaventureros en YouTube que han huido de sus confortables habitaciones y salido hacia el exterior.


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