Guardia de cine: reseña a «Juego de armas» (2016)

Título original: «War Dogs». 2016. 114 min. EEUU. Dirección: Todd Philips. Guión: Todd Phillips, Jason Smilovic, Stephen Chin. Artículo: Guy Lawson. Reparto: Jonah Hill, Miles Teller, Ana de Armas, Kevin Pollak, Bradley Cooper, JB Blanc, Shaun Toub, Patrick St. Esprit, Jeff Pierre, Barry Livingston, Brenda Koo, Roman Mitichyan, Mehdi Merali

Una película divertidísima que pretende ser el desarrollo cinematográfico de unos de los escándalos más bochornosos del Pentágono 

Está película cuenta con un título en castellano que se me antoja un guiño dirigido a despistados para que se enteren que en ella aparece Ana de Armas, pues ya me diréis qué parecido tiene con «War Dogs»… Pero, tonterías aparte, es un film con ese formato que deja tan buen sabor de boca de desentrañar con la ficción (sobre todo para sazonar las partes donde no haya suficientes datos o sean muy aburridas), una historia real. En este caso, un escándalo protagonizado por dos veinteañeros que se hicieron con uno de los más suculentos contratos de venta de armas de la era George Walker Bush, tratando de colarle al Tío Sam cien millones de cartuchos chinos y defectuosos de AK-47 para suministrar al ejército afgano. Vamos, el típico par de sinvergüenzas que terminan cazados por una increíble metedura de pata que solo es fruto de una torpeza sin límites.

David es un chaval que se gana la vida dando masajes a 75$/hora a los ricachones de su ciudad, Miami (no sé de qué se quejará… ¡75$¡), pero quiere más, mucho más, por lo que, sin mucho tino, se mete en toda clase de negocios que, a priori, deberían salir redondos, mas siempre termina fracasando de forma estrepitosa, como aquel en el que se gasta todos sus ahorros en comprar una cantidad ingente de sábanas de algodón egipcio de altísima calidad y que ninguna residencia de ancianos quiere, pues a los directores les importa un pimiento la comodidad de aquellos que gastan sus últimos cartuchos vitales en sus “almacenes para viejos”. 

Encima, David es arrollado por un tren de mercancías de cincuenta vagones: su novia queda embarazada.

Algo tiene que hacer y pronto, y sus plegarias serán respondidas cuando Efraim vuelve a entrar en su vida, su colega de correrías de adolescencia, con el que se metía en toda clase de líos y del que había perdido el contacto cuando se mudó a la costa Oeste. Efraim regenta una ridícula y fraudulenta empresa de compraventa de armas, negocio que aprendió de su tío, con el que rompió relaciones por unas decenas de miles de dólares que, al final, no se sabe bien quién birló a quién. Efraim quiere echar un cable a David, pero le embauca para que se meta en el tráfico de armas, aunque sea inmoral para el propio David y no digamos ya para su novia, a la que hay que ocultar todo detalle de sus tejemanejes

La transparencia para optar a los contratos públicos de armamento del Pentágono permite que las migajas queden reservadas para las empresas más minúsculas, como la de Efraim, EAY. Una vez dentro de las corrientes del tráfico de armamento, mintiendo y jugando al “juego de armas”, los dos socios conseguirán un contrato que conducirá a ambos a esa aventura absurda y necesaria para el buen ritmo de la película. Un éxito con el que llaman la atención para poder acceder a la división superior con la “desinteresada” ayuda de un traficante cuyo nombre consta en la lista de terroristas internacionales más buscados. Y, claro, se prepara.

Unos chavales de menos de treinta años se estaban forrando como nadie lo había hecho antes. Aunque, claro, es difícil saber si la imagen los actores que aportan es fidedigna con la de los protagonistas en la vida real, pues son muy estancos: el bueno y el malo, el modosito y el deshonesto, el humilde y el estafador, cuyas imágenes físicas y verborrea lo dicen todo.

La historia se divide en capítulos titulados con una frase de pronunciará algún personaje y que resume a la perfección lo que sucede, con la narración en off a cargo de David, el chico “bueno”, y muy bien acompañados por piezas musicales que forman parte de nuestro imaginario (nunca creeríais lo bien que suena de fondo «Wish You Were Here”, de Pink Floid, con un tipo vaciando el cargador de un AK-47 contra unos bidones).

La película es divertidísima; la típica de sinvergüenzas redomados que con muy poco esfuerzo ganan todo el dinero que seremos capaces de ver tras toda una vida de esfuerzo, pues el mundo está hecho para los listos y los listillos. De eso no me cabe duda.


No hay comentarios

Con la tecnología de Blogger.