Guardia de televisión: reseña la primera temporada de «Loki»
Loki es uno de los personajes más divertidos del MCU que clamaba por una serie de televisión propia aunque, me parece, que se roba a sí mismo la cartera
Me disgusta sobremanera la gente embaucadora y mentirosa. Los sinvergüenzas de toda la vida. Trato con especímenes únicos de esta ralea muy a menudo y siempre me ha corroído las entrañas el detectar el brillo de burla que tienen tatuado en el iris; su deje serrado al hablar; la falta de disimulo para que no se huela lo que supura su alma. El 99,99% me repelen a la vista, más uno debe tragar con lo que sea y como pueda si quiere llenarse el estómago con algo más que bilis y aire. Sin embargo, el personaje de Loki, tanto el mitológico como el marveliano en la figura de Tom Hiddleston, nunca me cayó gordo. Al contrario, soy muy fan, quizá porque su malicia sea más infantil que adulta. Es un elemento casi cómico que encierra, a grandes rasgos y entre sus dientes, a la Humanidad en toda su dimensión.
Por eso esperé con impaciencia la oportunidad de devorar la corta primera temporada donde Loki (o sus variantes), es el protagonista absoluto. Y no es de extrañar que un tipo como él fuera capaz de romper la línea establecida de la realidad y el tiempo, la misma que tejen las parcas griegas o su reflejo mitológico nórdico, aunque aquí en una raíz única de universos paralelos.
Loki, al coger lo que no tenía que coger, acabará detenido por la Autoridad de variación temporal (AVT), un organismo de policía superior que controla el universo y sus infinitos planos paralelos. Pero lo que es un problemón para este genio del troleo se convierte en una oportunidad cuando el agente Mobius, desoyendo las advertencias de cuantos lo rodean, ficha a Loki para que lo ayude en la misión de capturar a una variante de su persona divina que está poniendo en jaque a la Agencia y asesinando a sus “minuteros”. La variante, porque no creo yo que vaya a fastidiarle a nadie el plan, es un lado femenino de Loki del que, para no poca sorpresa, el colega se enamora. Esto último traerá cola, ya lo sabréis; sin embargo, Sylvie Laufeydottir, como se hace llamar la variante, hecha carne y hueso en el cuerpo de la actriz Sophia di Martino, le quita todo el peso a Tom Hiddleston, lo cual es una causa de digresión, no hasta el punto de «The Mandalorian» a decir verdad, manteniendo indemne el protagonismo de Loki, aunque con otro rostro. Y es que Sylvie resulta ser un personaje más interesante y atractivo.
La serie, que me ha gustado incluso más que «Wandavision», ha provocado hemorragias nasales en las redes sociales, como era de esperar. Desde la majadería de que la relación Loki-Sylvie es incestuosa (no son hermanos, sino la misma persona), hasta la “sorpresa” causada por la “fluidez” sexual de Loki al que le ha tentado el pescado y la carne, algo que no nos coge con el paso mal dado a los que hemos arañado la mitología nórdica. Uno de los relatos más renombrados es aquel en el que se cuenta la construcción de la muralla que rodea al reino de Asgard. Loki, bocazas como él solo, pone en un brete a los dioses, sobre todo a Freya, que parece que la ofrezcan siempre como un premio sin su consentimiento (quizá porque sea una vanir y no una aesir), por lo que ha de impedir que la muralla esté terminada a tiempo y que el constructor se lleve a la hermosa dama, así como el sol y la luna en pago por la obra. Loki se transformará en una lozana yegua y se camelará al robusto semental del constructor, que se quedará sin forma de transportar los bloques de piedra que faltan desde la lejana cantera. Gracias a esta jugarreta, Loki, en su forma equina, acabará dando a luz un caballo de ocho patas que regalará a Odín. Y eso es por el lado nórdico, porque, si descendemos hasta las latitudes mediterráneas, los encuentros “fluidos” de amor y sexuales de los dioses patrios son iguales o más exóticos.
Pero si hubo un capítulo comentado, aquel fue el quinto (1x05), donde aparece una corte de Lokis en una suerte de limbo al final del Tiempo, donde se arroja todo aquello que no debería existir. Un capítulo divertido por la irrupción de tan extravagantes figuras (sin olvidar al clásico Loki de las historias de Lee y Kirby), pero cuyo guión dista mucho de ser digno de merecer un aprobado raspado, demostrando que el impacto visual desarma en loas a los más necios del lugar que vegetan ante una pantalla.
Anunciada la segunda temporada entre los títulos de crédito del capítulo final, nos quedamos de nuevo con ese palmo de narices de Owen Wilson al haber disfrutado de otra caja de seis trufas de chocolate que han durado muy poco en el paladar.
Post a Comment