Guardia de cine: reseña a «Las dos torres»
Una segunda parte en la que los rohirrim son presentados y se llevan toda la atención, mientras las demás líneas se desarrollan e independizan en apariencia
La compañía quedó fracturada por culpa del Anillo único y los anhelos de aquellos que lo ambicionaban y, quizá, el problema narrativo al que se enfrentó Tolkien fuese demasiado para él y para Peter Jackson, quien tampoco fue capaz de dar con un montaje acertado, a pesar de que ésta sea una magnífica pieza fílmica. El primero dividió su libro en dos partes para salvar los muebles, pero el director tuvo que seguir un solo hilo temporal.
La cuestión se centra en mantener tres líneas argumentales paralelas que, en no pocas ocasiones, se cruzan y solapan en cuanto a importancia y atractivo para el público. Luego está la sola figura del restituido rey Theoden, la cual hace sombra a todos los personajes con su aura shakespeariana.
La línea que debería ser la principal es la de Frodo y Sam, quienes capturan a la criatura Gollum. El portador del Anillo siente crecer en él la influencia de tan perversa arma y hace todo lo posible para recuperar la personalidad de Smeagol, aquel habitante del río que acabó maldito y en lo más hondo de las Montañas nubladas, envenenado por la obra de Sauron. Frodo se empecina en rescatarle pues así mantendrá la esperanza de superar la prueba, que un día podrá volver a ser un indolente y díscolo hobbit. Sin embargo, otro tipo de maldad, ajena a la voluntad de Frodo, será la que provoque la pérdida definitiva de Gollum.
La otra trama, más rica y del gusto general, será la protagonizada por el ecléctico trío formado por Aragorn, Légolas y Gimli, quienes corren y corren para rescatar a Pippin y a Merry de las garras de los Uruk de Saruman, que se adentran en las tierras de Rohan, donde el mago de Isengard ha hechizado a su Rey y controla la lengua del principal consejero del soberano. Los lazos de amistad de los tres guerreros se irán fortaleciendo por encima de las barreras de sus razas y procedencias, aglutinados, una vez más, gracias al renacido Gandalf el Blanco.
Por último, tenemos la trama de los hobbits Merry y Pip con el pastor de árboles de nombre Bárbol, con quien los deja Gandalf con la intención de que convenzan al viejo ser y a todos los de su especie para que participen de la guerra.
De esta segunda parte cinematográfica me gusta mucho Theoden y Eowyn, protagonizando las mejores escenas, cargadas de dolor y valor. Por otro lado, no me gusta nada que Gimli acabe siendo el único recurso cómico, aunque cuando forma pareja con Légolas sea magnífico. Pero si hay algo que sobra en esta cinta es al Orejas picudas en escudo patín y el uruk con antorcha olímpica (así como los ya cansinos cameos de Jackson).
«Las dos torres» sigue conservando su fuerza y pegada a pesar de los años transcurridos y alguna falla informática por incorrecta iluminación (Gollum en la ciénaga), y otros puntos de CGI que no vienen al caso mentar. Se mantiene porque, al igual que con «La comunidad del Anillo», vuelve a emocionar en sus minutos finales con Samsagaz Gamyi, con su exhortación a la necesidad de enfrentarse a los desafíos y los peligros; en resumidas cuentas, al referirse ese sacrifico sin mácula tan presente en la obra de Tolkien.
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