Guardia de literatura: reseña a «Mitos nórdicos», de Neil Gaiman

 

 Título original: «Norse
Mythology»
Áncora y Delfín (Destino),
Barcelona
Traductor: Claudia Conde
Primera edición: 2017
ISBN: 978-84-233-5283-8
269 páginas

Sin duda alguna, Gaiman me ha prendado con su capacidad para hacer suyos estos mitos que convierte en cuentos, a pesar de que es incapaz, por necesidad, de minimizar las incoherencias

La mitología forma parte de nuestro ADN, con independencia de la importancia que le podamos otorgar a día de hoy como producto primigenio, aunque contaminado, de la transmisión oral de historias y conocimientos procedentes desde la oscuridad más remota. Y como habitantes de la Europa meridional, y nietos de fenicios, griegos y romanos, es lógico que nuestros mayores recuerdos en la materia se centren en los mitos del Olimpo aunque, a decir verdad, bien poco podríamos contar a nivel individual, más allá de unas tristes pinceladas; incluso si echáramos mano de nuestra herencia judeocristiana.

Por supuesto, la mitología se adentra en todos los pueblos como un cuchillo caliente en mantequilla, queriendo dar respuesta a ciertas inquietudes humanas previas al desarrollo de la Ciencia. No hay tradición en la que no se pretenda dar explicación al inicio del mundo, al nacimiento de los primeros hombres, a los fenómenos inexplicables y, cómo no, al final de los días. Pero también la mitología sirve para reunir historias y aventuras cuya razón de ser poco o nada aporta, más allá del puro entretenimiento al calor de una fogata a la puerta de una cueva.

Una de las mitologías que más nos llaman la atención a muchos, más bien por la errónea imagen que tenemos de los vikingos, es la nórdica, con su panteón de divinidades reunidas en torno a Odín. Como antes, poco o nada podemos narrar sin echar un vistazo culpable a alguna recopilación de textos, siempre tan áridos y descompuestos por el paso del tiempo.

Neil Gaiman es uno de los mejores narradores de nuestros días, afirmación esta que muy pocos se atreven a poner en duda. Y es un enamorado de las leyendas nórdicas desde que las descubrió, como efecto colateral, al leer de chiquillo las aventuras del poderoso Thor de la Marvel. Décadas ha estado entregado al estudio de las Eddas, más por afición que como erudición, y hace unos años se le propuso novelar las pocas historias que han quedado registradas sobre estos antiguos seres de Asgard. Por supuesto, Gaiman aceptó el reto y aplaudo también que a alguien se le ocurriera la idea de la “novelización” de la mitología, más que nada para atraerla a todos los públicos, sobre todo a aquellos ojos menos acostumbrados a la tortuosa literatura antigua.

Poco es lo que nos ha llegado por medio de épicas medievales y posteriores, por lo tanto, el tomo de «Mitos nórdicos», que seguramente no es exhaustivo, no es precisamente voluminoso. Más bien es una novela “corta” donde los capítulos se dividen en distintas leyendas y aventuras protagonizadas por unos individuos que, a excepción de Odín, no parecen tan dioses como nos los hemos pintado; más bien a semidioses como los muchos que pueblan la tradición grecorromana. Nombres propios que hacen gala de una serie de virtudes y muchos defectos entre los que Loki, quien no es un dios y que es hermano de sangre de Odín, no es de los peor parados.

Tras el tormentoso inicio del mundo, tras ese génesis que es igual de aburrido y violento que en todas las mitologías, comenzamos a saber de los aesir y los vanir, entre los que destacan Odín, Thor, Frey y Freya, así como Balder y Tyr; dos pueblos mágicos que alcanzaron la paz tras una cruenta guerra; dos pueblos que solo parecen entregados a los asados y a la hidromiel, siendo que solo en malicioso Loki da un poco de emoción (un Loki que Gaiman describe casi como un clon de Tom Hiddleston). Estos dioses son caprichosos y malévolos, con sus contados momentos de juicio, siempre siendo tomados por tontos por Loki, quien a veces los irrita sin necesidad y, en otras, los salva. Y son las historias en las que participa Loki aquellas que son más entretenidas y divertidas, como aquella de los regalos divinos, cuyo final, con los labios de Loki sellados, no puede ser más carcajeante; a la que hemos de sumar otros engaños, como cuando se convierte en yegua o cuando, para hacer reír a una giganta que se convierte en la nueva esposa del dios del mar Njord, se anuda los testículos a los cuernos de una cabra.

También destaca la intervención del sabio Kvasir en historias muy oscuras, como aquella en la que su asesinato sirve para fabricar la hidromiel de la poesía o, una vez resucitado, ayuda a atrapar a Loki con un invento creado por el mismo dios del engaño: la red de pesca.

Odín, como padre de todos, en lo que nos han legado los textos nórdicos y en lo que se evidencia aún más en esta novelización, posee una asombrosa similitud con Jesucristo, por su autosacrificio, colgándose de un árbol, y la herida que se le infiere en el costado. Otras divinidades, con sus distintas historias, se asemejan a otras entidades ya conocidas, pues es difícil no ver a Hércules en Thor, etc.

Y el propio Ragnarok no guarda el hermetismo propio de otros apocalipsis, una lucha final entre el bien y el mal, aunque eso del bien y el mal no es del todo exacto aquí. Podríamos decir que el bien lo personifican unas deidades que permanecen dormidas hasta que son despertadas por unas fuerzas del mal que son personificadas principalmente por Loki y sus hijos, mas, ¿ese mal no es el mismo creado por los dioses de Asgard? ¿Acaso ellos no sembraron y alimentaron el odio en el seno del lobo Fenrir? ¿Acaso ellos no despreciaron a los monstruosos hijos de Loki, bienamados por él? ¿Acaso, para castigar a Loki, no tuvieron reparos en causar mal a inocentes como a otros dos vástagos, que acabaron pagando la broma que conllevó a la muerte de Balder?

Sin duda alguna, Gaiman me ha prendado con su capacidad para hacer suyos estos mitos que convierte en cuentos, a pesar de que es incapaz, por necesidad, de minimizar las incoherencias (la red supuestamente inventada por Loki, pero que ya usaba Ran mucho antes, por ejemplo, o el dispar tamaño de los gigantes y su impedimenta). Una lectura que os recomiendo, sobre todo cuando hace calor, y que cuenta con el debido glosario de nombres al final para que no nos perdamos.


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