Guardia de cine: reseña a «El rehén» (2018)
Un hermoso canto y homenaje a la literatura y cine más clásica de espías
Una buena muestra de lo insustancial que es nuestra época para muchos argumentos de cine es la, en apariencia, obcecación por ubicar muchas producciones entre las décadas de 1960 y 1980, y no precisamente por eso tan manido de la nostalgia. Las historias de espionaje, por ejemplo, no tienen brillo ni encanto fuera de este marco, y «El rehén» es una de ellas.
Esta película es un hermoso canto y homenaje a la literatura y cine más clásica de espías. Es más, podría bien ser un argumento firmado por John le Carré, pues el protagonista es muy de su estilo: alcohólico, traumatizado, incisivo e incontrolable, el cual es arrojado a las brasas sin él haberlo pedido ni, mucho menos, haberse presentado voluntario.
Diez años después del asesinato de su mujer, Nadia, y de haber abandonado Beirut en 1972, Mason Skiles, exdiplomático y actual mediador en conflictos laborales para una Cámara de Comercio, regresa a una ciudad que evoca demasiados fantasmas entre sus edificios en ruinas tras una dolorosa guerra civil que llevó a la miseria a una de las naciones más prósperas y vanguardistas de Oriente medio. Lo hace porque su compañero de entonces, Cal Riley, ha sido secuestrado por un grupo terrorista y su líder pide que Skiles sea el negociador, todo ello en un juego de ajedrez de varias capas donde la custodia de secretos de seguridad nacional colisionan con la corrupción e, incluso, la familia.
La verdad es que me sabe mal no ser capaz de escribiros más sobre esta sobresaliente cinta, porque lo que os recomiendo es que la veáis y dejéis de leer esta nota, así de simple. A través de la pantalla os veréis transportados de la luz a la sombra, pisaréis cristales y sueños rotos. Disfrutaréis de una trama muy bien escrita y llevada, con unos personajes quizá un poco estereotipados y planos, pero que convencen, sin necesidad de creerse más de lo que son.
Por supuesto, con todo lo expuesto, aquellos que quieran ver explosiones (más allá de las bombas que caen por doquier), y carreras a lo James Bond, que se olviden. Esto es cine de espías de verdad, una historia en la que la verdad siempre será la primera víctima.
¡Corred, insensatos, y vedla!
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