Guardia de cine: reseña a «Los niños del mar» (2019)

Título original: «Kaiju no kodomo». 2019. 110 min. Japón. Dirección: Ayumu Watanabe. Guión: Daisuke Igarashi (manga)

Un abrumador y bellísimo tsunami visual para una historia de la que nada se entiende 

No recuerdo en qué momento perdí el hilo de la película y lo que iba sucediendo no me ayudaba precisamente a procesar de forma adecuada el mensaje, más allá del ecologista y el de unión indisoluble del ser humano con el mar, la naturaleza y el universo.

No me sorprendió el comprobar que no era el único aquejado por semejante desazón tras visionar una película muy trabajada en el aspecto técnico-plástico, de matrícula, al nivel de las obras firmadas por Makoto Shinkai, y excesivamente larga, lo cual ahonda más en el naufragio del espectador.

La historia en sí se centra en Ruka, una preadolescente, hija de un hogar desestructurado que vive con su madre, la cual tiene un serio problema de alcoholismo. El primer día de vacaciones de verano, Ruka coprotagoniza un feo encontronazo jugando al balonmano y deberá buscarse, a partir de entonces, otros entretenimientos y qué mejor opción que ir a visitar el acuario donde trabaja su padre y en el que, de niña, vivió una experiencia extraña entre los tanques para la fauna marina. En el recinto, Ruka conocerá a Umi y, a través de éste, a Sora, su hermano, cuya naturaleza nunca se nos aclara: son dos niños criados en el mar por manatíes o vacas marinas; tienen un cuerpo humano con un metabolismo propio que les permite habitar tanto la superficie como el fondo marino y su intervención en la historia te hace preguntar si estos dos muchachos serán la corporeización de un ente superior de visita en la Tierra y que sirve a otro mayor que es el Universo, creador de vida.

A lo largo de la cinta van sucediendo hechos cada más inexplicables e inexplicados, así como la irrupción de personajes turbadores relacionados con un rito de fertilidad que interesan por igual a científicos y a militares. Y hasta ahí describo su argumento, no por miedo a fastidiaros la experiencia si aún no habéis visto la película, sino porque no he entendido nada más. La criptografía desplegada, su principal y más ostentosa falta, es tal que emborracha y anula por completo a un público a la deriva.

Siendo una película larga, podrían haberse sacrificado unos quince minutos de virtuosismo gráfico a favor de un mejor asiento narrativo, pero se desechó tal opción, para desgracia de todos.


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