Guardia de cine: reseña a «El Círculo»

Título original: «The Circle». 2017. 110 min. EEUU. Dirección: James Ponsoldt. Guión: James Ponsoldt y Dave Eggers (basándose en la novela de Dave Eggers). Reparto: Emma Watson, Tom Hanks, John Boyega, Karen Gillan, Bill Paxton, Patton Oswalt, Ellar Coltrane, Ellen Wong, Nathan Corddry, Jimmy Wong, Poorna Jagannathan, Kelli Barksdale, Allyson Nicole Jones, Amir Talai, Regina Saldivar

«El Círculo» es una película que me ha impactado y que me ha hecho cavilar largo rato, llegando a la conclusión de que si éste es el mundo futuro a corto plazo, conmigo que no cuenten

Encontré este título en la categoría de ciencia-ficción y por eso lo escogí, pero quien lo colocó ahí quizá no estuvo muy acertado (es más, en cualquier web de críticas aparecerá como perteneciente a dicho género, más que nada porque ahí es donde se catalogó la novela en la que se basa, que sí es de ciencia-ficción). Su argumento susurra ecos de un futuro distópico, mas trata de un presente a la vuelta de la esquina; de una realidad venidera e inminente. ¿Cuánto nos queda para que veamos en nuestras calles y casas lo que se escenifica en su metraje? ¿Un lustro? Puede que tan solo unos meses si la tecnología actual sigue al mismo ritmo acelerado.

«El Círculo» está protagonizada por Emma Watson, a quien cuesta y mucho no ver con una túnica del colegio Hogwarts de magia y hechicería, preparando pociones multijugos o llevando colgado del hombro un bolsito de profundidades insondables. Watson encarna a Mae Holland (fue nominada en 2017 a los Premios Razzie a la categoría de peor actriz por este trabajo), una joven normal y encadenada a la mesa, a la pantalla de ordenador y a un teléfono por el que solo salen exabruptos, en un servicio de atención al cliente cualquiera; un zombie en un cubículo de tres paredes. Su coche, el mismo que necesita para ir y volver de ese trabajo, es una tartana; apenas tiene ahorros y el poco dinero con el que cuenta la familia se lo “come” el tratamiento contra el ELA, enfermedad que padece su padre. Su vida está totalmente alejada de la tecnología puntera e incluso el chico que bebe los vientos por ella, Mercer, un amigo del barrio y de toda la vida es un hombre que emplea las manos para crear y arreglar, no se limita a usar los dedos sobre el teclado y desgastarse los ojos ante un monitor. La vida de Mae es todo lo contrario al nuevo horizonte de oportunidades que se abre cuando Annie —una de sus mejores amigas y pez medio de la empresa El Círculo, una megacorporación de servicios de Internet cuya descripción, tanto estructural como física del centro de trabajo, es una siniestra fusión entre Apple y Google—, le consigue una entrevista para un puesto vacante. Con solo cruzar las primeras puertas de la muralla circular que encierra el complejo de edificios e instalaciones de El Círculo, llamado El Campus, uno queda boquiabierto, tanto como Mae, como ya lo hizo al ver un documental dedicado al gigante buscador de Internet: amplios espacios de trabajo, innumerables jardines y zonas de ocio, clínicas, cafeterías, restaurantes… Incluso un acuario. Todo un mundo al alcance de la mano en una suerte de utopía supuestamente sin mácula.

El Círculo se presenta como una empresa con un sistema operativo con el que se unifiquen todas las cuentas de email, perfiles de redes sociales, cuentas bancarias online, etc., pretendiendo que cada usuario tenga una única, veraz y contrastable identidad virtual. Se vende como la punta de lanza de la transparencia desde lo más bajo hasta lo más alto; desde el simple ciudadano de a pie hasta el Jefe del Estado.

Huelga decir que Mae supera la entrevista de trabajo con matrícula de honor y es asignada a un puesto idéntico al que tenía en “el exterior”, pero sin punto de comparación más allá de eso; tan solo la novedad, una mayor tecnología y la perentoria necesidad de obtener una calificación del 100% positivo por parte de los clientes a los que atiende en un corto plazo de adaptación. Hasta ahí nada raro, pero la cosa comienza a ponerse inquietante.

Como nos acostumbró Steve Jobs con sus circos mediáticos, en El Círculo se celebran reuniones-conferencias en un teatro (todos los viernes, llamados los Viernes de los Sueños), a los que asisten los trabajadores para, en la dinámica tan hipócrita de las típicas sesiones en las que hay que reírle las gracias al jefe como focas amaestradas, conocer los nuevos proyectos y productos a comercializar. En su primera vez, Mae es testigo, junto a cientos de compañeros, del lanzamiento de SeeChange, un programa que se basa en unas cámaras no más grandes que una canica, prácticamente invisibles, que registran imágenes de alta definición, están provistas de altavoces y micrófonos, obtienen datos meteorológicos y otros, como los mediométricos de aquellos que se crucen ante su ojo digital, quedando todo archivado en unos y ceros en los subterráneos de El Círculo.

Por supuesto, todo el mundo allí congregado aplaude a rabiar la genial idea, pues se vende como una forma de luchar y ayudar a los activistas pro-derechos humanos allá donde más crudo lo tengan, pero será una primera piedra en un proceso de erradicación de la privacidad y de la implantación de un Gran Hermano. Todos se muestran entusiasmados, salvo Annie, esa chica en apariencia despreocupada, que hoy está en Japón y mañana en Alemania y pasado en Australia; Annie tuerce el gesto, aunque deba estar al 100% con el producto, y no será la única vez que lo haga, siendo que con cada novedad su desagrado será menos sutil.

Mae se amolda a la perfección a la vida en El Círculo, acostumbra acudir a los eventos y fiestas siempre que puede, donde conoce a un taciturno muchacho, interpretado por John Boyega, que no encaja con el rebaño de rostros sonrientes y displicentes, y que terminará revelándose como el fundador de la empresa, pero que prefiere, por discrepancias con sus otros dos socios mucho más “sociales” (entre los que está un Tom Hanks que se lo ve comodísimo en su papel), quedarse al margen, adoptando cierto rol de guardián entre el centeno; un personaje que, ya adelanto, apenas se le saca rédito alguno.

Como iba diciendo, Mae es feliz, pues trabaja en algo que casi semeja a estar en una universidad atemporal. Le parece todo normalísimo hasta que un buen día se plantan ante ella un hombre y una mujer muy sonrientes pero “preocupados” porque Mae no asistió al último fin de semana. La protagonista, azorada, pide disculpas al creer que se ha saltado un turno de trabajo, pero no es eso. Mae termina siendo interrogada y reprendida, siempre con sonrisas y palabras amables, por faltar a una actividad “voluntaria” de fin de semana, siendo que debía haber comunicado que no podía asistir debido a una crisis sufrida por su padre, pues nadie en El Círculo se había enterado. Sin desdoblar los labios, estos odiosos personajillos de recursos humanos le echan en cara a Mae que todavía no haya activado su perfil de redes sociales internas de El Círculo, algo también “voluntario”, pero que para nada lo es.

La cosa no termina aquí. Suma y sigue en un planteamiento demasiado familiar; mientras, Mae aprovechará un incidente que la hará muy popular para escalar en la empresa, aunque todo el mundo la confunda con una mera marioneta; pero, aún sin mala intención, las repercusiones de sus actos las pagarán la gente que la quiere y que está fuera de su nueva “familia”, en el exterior; sus padres, el pobre Mercer, ellos serán quienes sufran las peores consecuencias de los avances tecnológicos que Mae ayude a impulsar, implantando un sistema que anula la singularidad, la privacidad, la voluntad de los individuos, incluso obligándolos a participar de algo que se pinta como de “democracia real” e imponiendo un régimen de odio hacia todos aquellos que sean considerados unos “inadaptados”.

La película va ganando enteros a medida que quema cinta, llega a un clímax muy cruel y, a partir de entonces, le entra una prisa alocada por resolver lo que en primer lugar se adivinaba como una venganza, pero que termina siendo algo muy suave y mal dirigido, pues, en aquel teatro, todos eran culpables. Me hubiera gustado un final más explosivo (tampoco en plan «Carrie», claro), y con unas últimas líneas más claras, pues aunque se trata de alertar sobre el uso negativo de la tecnología digital, parece dar por hecho que tendremos que amoldarnos a estar siempre conectados, siempre desnudos y expuestos a quedar privados de libertad y a que siempre habrá alguien vigilándonos como pasatiempo o quién sabe, si es que no queremos involucionar hacia un estilo de vida Amish.

Se aprecia cierta falta de valor para ir más allá y que, por lo visto, el coguionista y autor de la novela, no hace nada porque su argumento llegue a la pantalla con la misma fuerza que lo hizo sobre el papel, por lo que he leído (tengo apuntado desde hoy leerme la novela).

«El Círculo» es una película que me ha impactado y que me ha hecho cavilar largo rato, llegando a la conclusión de que si éste es el mundo futuro a corto plazo, conmigo que no cuenten.


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