Guardia de televisión: reseña a «Star Wars Holiday Special»
Título: «Star Wars Holiday Special». 1978. EEUU. Aventuras, Ciencia ficción, Familiar, Musical. 1 h. 37 min. Dirección: Steve Binder, David Acomba. Guión: Rod Warren, Bruce Vilanch, Pat Proft, Leonard Ripps, Mitzie Welch. Reparto: Mark Hamill, Carrie Fisher, Harrison Ford, Anthony Daniels, Peter Mayhew, Bea Arthur, Art Carney, Harvey Korman
Visionar más de una ocasión este film de culto es, como poco, “arriesgarse” a sufrir una suerte de enfermedad oftalmológica (y probar que tienes un serio problema)
Cuenta la leyenda que George Lucas, horrorizado tras lo que el público estadounidense tragó aquel 17 de noviembre de 1978 a través de sus pantallas de televisión (por la CBS en EEUU y CTV en Canadá), persiguió con ahínco febril el objetivo de reunir todas las copias existentes que componían el montaje de este especial (primer spin-off conocido de la saga galáctica), y destruirlas para que no quedara rastro de semejante abominación; empero, falló y algunas se le escurrieron por entre los dedos como los sistemas planetarios rebeldes al Emperador.
Recuperado el oremus, sigue la leyenda (y la realidad, si nos basamos en los hechos), Lucas asumió el control total de su obra como si se tratara de un niño egoísta con su más preciado juguete (hasta la venta de Lucasfilm a la Disney, aborrecido por la legión de fanáticos recalcitrantes del paso de milenio, claro está).
Cuando se impuso esta cosa de Internet (rara avis aún en 2003, cuando se abrió una misteriosa web con el url starwarsholidayspecial.com para celebrar el vigésimo quinto aniversario del estreno, pero cuyos responsables no publicaron el metraje que anda suelto por la Red), algún malvado sacó a la luz este programa maldito que parecía solo pertenecer al reino de las pesadillas. Y, al toparme hace nada con el archivo, y con la suerte de que estuviera correctamente subtitulado al castellano, no pude decir que no (he de mentar que existieron copias dobladas al español para las cadenas de televisión de Iberoamérica, pero no he dado con ellas).
Este «Star Wars Holiday Special» podría identificarse, en su forma final, con una película de variedades que sigue una línea argumental básica centrada en una historia breve (aquí larguísima) de la que se prenden “casualmente” supuestos números cómicos, musicales y hasta un corto de animación con tan poca coherencia como el resto, pero que supuso la primera aparición del cazarrecompensas Boba Fett.
Lucas no necesitaba pasta y estaba seguro que los fans incondicionales, esos que habían reventado las taquillas ya desde el primer fin de semana de estreno de Star Wars, mantendrían la llama encendida hasta 1980, hasta el anuncio de «El Imperio contraataca», pero los productores asociados no estaban tan convencidos (o no eran tan desprendidos) y convencieron al director de prestar su obra para este programa que rápidamente se salió de madre entre un presupuesto ajustadísimo (un millón de dólares) y una notoria falta de ganas de todos los implicados. Lucas, “cometiendo el error” de desvincularse del proyecto, siguió feliz con la secuela de Star Wars y preparando «Indiana Jones: En busca del Arca perdida»: únicamente se preocupó de facilitar a los guionistas unas pinceladas iniciales sobre el origen de la historia matriz a narrar y la que sería llevada a animación como corto (Lucas logró que su nombre no apareciera en los títulos de crédito como responsable de los dibujos animados, lo cual me hace cuestionar si Kenny Baker no hizo lo propio cuando R2-D2 es presentado como… ¡R2-D2! Como si fuera un ingenio a radiocontrol).
Con lo que se encontraron los televidentes aquel viernes 17 de noviembre es que en el planeta Kashyyyk, la familia de Chewbacca, compuesta por Malla (su esposa), Itchie (su padre) y Lumpy (su hijo) (obviamente, sus nombres completos fueron abreviados para la ocasión), esperan con impaciencia la llegada del aguerrido wookie para celebrar, todos juntos, el Día de la Vida (os sonará a aquellos que estuvisteis atentos durante la emisión del episodio 1X01 de «The Mandalorian»; a aquellos que no, solo tenéis que repetir y empeñar vuestros oídos durante los dos segundos previos a la congelación en carbonita del odioso y pesado personajillo acuático que el protagonista acaba de capturar; en definitiva, es un guiño bastante troll y fan de los responsables de la genial serie).
Chewie desea más que nada estar con los suyos y cumplir con el rito, tanto que Han Solo tendrá que ayudar a su peludo colega y llevarlo sano y salvo hasta su planeta natal (Harrison Ford pasó tanta vergüenza o enojo que es rara la escena en la que no esté mirando al suelo (también hay que mentar que Ford tragó muy mal todo el proyecto, pues en aquella un actor de cine que hiciera televisión se veía degradado ante el público)); pero lo extraño es que el gigantesco ser solo tenga pensamientos para el Día de la Vida y el peligro cierto de acabar pulverizado por la artillería de dos cruceros imperiales pase a ser anecdótico (por si fuera poco, las escenas de acción fueron burdamente fusiladas del metraje de la película de 1977).
Empero, la narración no sigue a Han y Chewie, sino que nos encierra en la casa wookie (de excelente diseño, hay que reconocerlo), donde los tres parientes se aburren y viven hasta cierta tensión, pegados siempre a la pantalla de algún dispositivo (qué gracia, igualitos a nosotros hoy día), todo sea como excusa para meter algún gag o numerito, siendo de su madre cada eslabón de la cadena.
Durante los diez primeros minutos, en los que solo aparecen un trío de wookies gruñendo y sin subtítulo alguno, entrevemos unas típicas estampas navideñas o del Día de Acción de gracias sui generis, sin faltar el travieso benjamín roba-galletas. Diez minutos insufribles, pues si estos tres se aburren, no digamos ya los que estamos al otro lado del televisor durante la hora y media, más anuncios, que dura todo esto; ni la irrupción de soldados de asalto en la casa (hacia el ecuador), acompañando a un amenazante oficial imperial, provoca sobresalto pues estamos adormilados o con el rostro congestionado.
De todo lo que se mete a calzador solo se salva el gag de la chef Gormaanda (por Harwey Kormanc, quien interpreta a tres personajes incluyendo éste), la actuación musical de The Jefferson Starship (ojito a la alucinógena presentación en rosa de este genial grupo de space rock) y el número de la cantina de Tattoine, incluyendo canción a cargo de la actriz Bea Arthur (Dorothy en «Las chicas de oro»). A pesar del peso pesado que era Art Carney, éste nada aporta por culpa del guión.
Muchos estallaron en indignación y muecas con la actuación final, a modo de villancico, de Carrie Fisher interpretando sin convencimiento alguno y con el mismo peinado de las ensaimadas con el que la conocidos (curiosamente, Fisher aceptó porque podría cantar; Mark Hamill, tras una entrevista personal con Lucas, pasó por el aro pero tuvo que remover Roma con Santiago para que se eliminaran sus gorgoritos del metraje final). Pero, ¡qué más dará!, es tanto lo malo en este especial que la supuesta reacción de Lucas se nos antoja hasta contenida, pues si semejante pátina cutre y de serie B olvidable se hubiera filtrado a la saga galáctica pocos, hoy día, sabríamos qué diantres es Star Wars.
Puede que lo que comente a continuación no tenga mucho sentido, pero es una idea que fulgura en mi cabeza. Sospecho que la intención original era la de compensar, de alguna forma, a Chewbacca, secundario injusto en «Una nueva esperanza» y ninguneado al racaneársele una recompensa de manos de la princesa Leia en el templo de Yavin-4. Pero puede que el simpático peludo atrajera las miradas más infantiles y que éstas no se despegaran de la pantalla cuando apareciera él o algún descarriado congénere (a identidad de lo que se hizo con los ewooks de «El retorno del Jedi»): los niños son sinónimo de parné en cine y televisión.
Dios bendito. Creo que ya está bien.
La prueba ha sido dura de superar, pero ya puedo lucir orgulloso la muesca en la retina y jactarme: “¡YO SÍ HE VISTO «STAR WARS HOLIDAY SPECIAL»! (y he sobrevivido…)”.
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