Guardia de cine: reseña a «Rogue One: Una historia de Star Wars»
Título original: «Rogue One: A Star Wars Story». 2016. EEUU. 2 h. 13 min. Acción, Aventuras, Ciencia ficción. Dirección: Gareth Edwards. Guión: Chris Weitz, Tony Gilroy (sobre una historia de John Knoll y Gary Whitta). Reparto: Felicity Jones, Diego Luna, Alan Tudyk, Donnie Yen, Wen Jiang, Ben Mendelsohn, Forest Whitaker, Riz Ahmed, Mads Mikkelsen
El mejor largometraje hasta la fecha de la franquicia Star Wars
El mejor largometraje hasta la fecha de la franquicia Star Wars
Ya lo oigo llegar. Sí. Está cerca. No es una bandada de decenas, de cientos o de miles de gorriones trinándome al oído: es un único silbido, agudo y penetrante, que gana intensidad, y eso que solo estoy empezando a escribir una reseña que a más de uno se le va a atragantar. No voy a abandonar las armas y salir huyendo ante el aviso sonoro, y el que sea sensible que cambie de página, que clique, qué sé yo, primecurves.com es una buena y cuasinocente opción, así que ahí va: de entre todos los largometrajes producidos por la franquicia Star Wars, «Rogue One» es el mejor título de todos los estrenados.
Ya lo he dicho. Sí, me he atrevido. “Argoderse”.
Bueno, bueno. ¡Ay! Anda que… Dejaos de rasgaros ya las vestiduras y arañaros el rostro, que no es un espectáculo agradable de ver por patético… Tranquilidad, eh, tranquilidad. Ahora, cerrad los ojitos, respirad hondo y pensad en lo que nos une: «The mandalorian».
«Rogue One» es el mejor título de todos los estrenados a pesar de los defectos de guión (cuantiosos, pero el que la princesa Leia estuviera a bordo de la nave insignia de la Alianza en la batalla de Skarif no es algo tan “increíble”), de la falta de carisma de ciertos personajes del elenco principal (casi todos), de tantas cosas, pero nos detalla una historia en la línea que aquellos que fuimos niños cuando se estrenaron las películas de la trilogía 1977-83 y nos hicimos adultos con sus reposiciones en cine y televisión y con sus ediciones en VHS, DVD y Blue Ray, ansiábamos ver en una película sobre este universo, ajustándose a la etapa vital en la que nos habíamos internado sin vuelta atrás. Queríamos un relato áspero y duro (no recomendado para todos los públicos), y eso era lo que parecía anunciar «Rogue One» en sus avances promocionales, aunque no terminó siendo así del todo, pues cuando los visionaba una y otra vez, sé que mis ojos no me engañaban: era lo más semejante a presenciar el paso de Star Wars a un género puramente bélico y con escenas que recordaban muchísimo a «Apocalypse Now» y «La chaqueta metálica». Pero lo que se consignó en dichos avances fueron escenas que luego no pasaron al metraje final, modificándose un alto y escandaloso porcentaje del argumento que, para unos foreros y youtubers “illuminati”, fue todo un acierto pues la propuesta original “sería un fracaso”. Estos, en algazara, llegaron a proclamar que fue una sorpresa agradable que los tráilers nada tuvieran que ver con el producto terminado (¿Qué coño dicen estos trapalones?).
Y si muchos queríamos algo más adulto en Star Wars, esto tenía que estar relacionado con los momentos previos y silenciados por el abrumador comienzo del Episodio IV. Queríamos saber cómo se consiguieron los planos de la Estrella de la Muerte que acabaron en manos de la princesa Leia y de estas a las tripas oxidadas de R2-D2: una historia de espionaje, bajos fondos y acción de comando (muy propio de ese conflicto del que bebe Star Wars sin disimulo: la segunda guerra mundial), aún con la decepción descrita en el anterior párrafo.
Tras volver a admirar la cinta (en la que me he dado cuenta de detalles que creía no estar incluidos) como excusa para escribiros esta reseña (y seguir con la línea de recensiones de todo lo audiovisual “parido” para la franquicia), sigo considerando a «Rogue One» una historia “real” para Star Wars. He de reconocer que culpa de este sentir la tiene mi debilidad por los relatos que se centran en los peones, en esos que caen en el frente y sin cuyo sacrificio nada se habría conseguido; aquellos que ocupan hileras interminables en los cementerios militares (incluso cuyo recuerdo no es más que un ataúd vacío y una lápida) y que acaban asfixiados bajo la sombra de otros con más amplias sonrisas, mejores pechos donde engarzar medallas y mejor instinto o suerte para sobrevivir al desastre.
La deserción del imperial será conocida por la Alianza gracias a la red del capitán Cassian Andor, quien no duda en presentarse como lo que es: un hombre que mantiene su tramado de espionaje a salvo, incluso con el asesinato; no es un santo, es frío y un soldado leal a su causa. Y la confluencia de los apellidos Erso y Gerrera animan a los altos representantes rebeldes a obligar a Jyn Erso a colaborar. ¿Quién es Jyn Erso? Es la hija perdida del ingeniero imperial Galen Erso, el diseñador principal del arma suprema, y una chica que ha ido dando tumbos por la galaxia bajo el capote del radical Saw Gerrera y, luego, de forma independiente y criminal hasta que un incidente fuerza a la Alianza a rescatarla de las garras imperiales y hacerla trabajar a su favor para saber qué hay de cierto sobre la noticia de un piloto enemigo que ha desertado y se ha entregado a las fuerzas del inestable Gerrera en el planeta Jedha, donde se acumulaban los cristales que servían para los sables de luz y, ahora, para alimentar la monstruosa estación de combate con la que el Emperador espera imponer su Ley en todos sus dominios.
Sin que quepa sorpresa, la joven Jyn acabará ganando confianza (de un modo algo yerto) y se alzará como líder o jefe de guerra de un grupo de rebeldes que, en la práctica, se amotinan y fuerzan a la Alianza a abandonar su inmovilismo. Mientras, se le van uniendo extraños compañeros de viaje en una producción que trataba, a toda costa, agradar y limar suspicacias raciales con un elenco humano multiétnico que, a veces, se paladea forzado, aún estando en consonancia con el espíritu que George Lucas inoculó a su saga: la lucha por la Justicia es universal, sin excepciones de raza o especie. Pero la cosa está ahí, con los discutidos Chirrut y Baze, que tan poco gustaron entre los más puristas y los más melindrosos, como en su día el pobre pero odioso Jar Jar Binks.
Eso sí, creo que todos coincidimos en que el mejor personaje es el androide K-S250.
Todos ellos forman un conjunto de héroes (en origen, por los carteles promocionales, eran más), que dota a la película de un aire coral rebuscado que no termina de cuajar y con un malo, el director Krennick, que camina con botas de tacón sobre un suelo quebradizo. Es probable que el motor motivacional de los personajes no sea como para echar cohetes; no es un Ferrari, pero tampoco un Fiat 500. Empero, el desarrollo argumental sirve para introducir un aspecto sobre el que siempre se pasó de puntillas en este universo, como fue el trabajo de los agentes de Inteligencia, de los “antenas” y de aquellos que se mueven sobre un tablero engañoso para conseguir un objetivo con todas las probabilidades en contra. Nuestra Historia bélica está plagada de sucesos de este tipo y han servido para que «Rogue One» fuera una “precuela” más sucia y embarrada; no es lo que nos hubiera gustado a muchos ver, quizá es más floja de lo deseable, pero carece de heroicidades y épicas más propias de los cuentos y sí obsequiada con aquellas propias del conflicto real: ahí tenemos la crudeza de la guerra, incluso galáctica; olvidémonos de simpáticos canallas y granjeros con dotes paranormales para salir airosos de cualquier percance. «Rogue One» es una película dedicada a los hombres y mujeres, con independencia del momento y la condición, arrastrados por la fuerza del Destino hacia algo que los sobrepasa y a la que se enfrentan por muchos motivos que los impulsan a seguir adelante, aún feneciendo en el intento, y que siempre quedan en un segundo plano: lealtad, patriotismo, ética, venganza, léase aquí lo que guste, incluso la condena a perseverar en el sendero de las ovejas al matadero.
«Rogue One» fue el título que abrió las puertas a la Disney para lanzarse a la serie “Una historia de Star Wars”, la cual no ha tenido el rendimiento esperado, sobre todo tras «Han Solo» (otra película infravalorada), y que sirvió de enlace para varias líneas con las que la franquicia ha ido creciendo, uniendo aspectos finales de las guerras clon y el comienzo de la Alianza rebelde hasta la puesta en funcionamiento de la Estrella de la Muerte, incluso recuperando con el CGI rostros que creíamos perdidos por la agotamiento vital. Nos permitió colarnos en instalaciones imperiales y rebeldes, así como admirar un combate espacial brutal, con la intervención de las famosas fragatas Cabeza de Martillo, o quedarnos pasmados ante la mejor escena de acción protagonizada hasta la fecha por Darth Vader.
Post a Comment