Guardia de televisión: reseña a la primera temporada de «Vikingos»

Título original: «Vikings». 2013. 9 capítulos de 44 min. Irlanda, Canadá. Acción, Aventuras, Histórico. Creador: Michael Hirst. Reparto: Travis Fimmel, Katheryn Winnick, Gustaf Skarsgård, Clive Standen

Manera diferente de adentrarnos en un documental o, quizá dicho de forma más acertada, una serie de televisión donde la documentación y la exposición divulgativa tienen un mayor peso

Cuando esta serie fue estrenada en abierto en la televisión española, hace ya años, a mí no me hizo particular gracia un producto que seguía las entonces novedosas directrices de producción de los canales de documentales: ir ficcionando cada vez más la Historia y desechar el agotado y polvoriento método de narración en off, con su lenta sucesión de imágenes y entrevistas. A efectos prácticos, «Vikings» no es un documental, sino una serie de televisión, un drama histórico donde se van intercalando botones de muestra acerca de la cultura de estos pueblos bárbaros del norte, centrado en la biografía del rey Ragnar Lodbrok debidamente guionizada. No me atraía mucho, no por la ficción documentada, que me parece un gran acierto, sino porque me resultaba antipático el personaje principal (aunque no sé si más que Floki) y se me antojaba una especie de réplica cultureta y con base histórica a la vulgar «Juego de Tronos»: violencia exagerada (para eso veo una de Stallone y me lo paso mejor) y sexo (para eso mejor veo porno por Internet, que es lo que más abunda).

Mi opinión debió ser harto generalizada, pues la emisión pasó a la madrugada y, en días, a desaparecer de la parrilla con viento fresco para lamento solo de unos pocos por estas latitudes (pues parece que ni se programó el episodio de cierre de temporada). De poco me sirvió que, de siempre, sintiera interés por la cultura nórdica.

Pasados los inviernos, sumadas varias temporadas más a la serie, ocultas tras la plomiza manta de mi ignorancia, y presionado por el flanco, los tres dvds de la primera temporada han sido engullidos por nuestro reproductor y me ha sorprendido no solo verificar que en aquel lejano momento aguantase el visionado cinco capítulos (de nueve), sino que, ahora, hasta se me hayan hecho cortos.

Antes de seguir, merece la pena hablar un poco de la figura de Ragnar Lodbrok, mitad mito mitad personaje histórico, que parece aglutinar diferentes guerreros que las crónicas han confundido. Ragnar fue un poderoso rey escandinavo y habitual en sus sagas y en las producciones hollywoodienses, entre otros lugares (Ernest Borgnine lo interpretó en la película «Vikingos», protagonizada por Kirk Douglas y Tony Curtis). Con el guión se ha querido fijar una línea o teoría fundamentada y contrastada con los textos supervivientes, sin dejar atrás algo del mito, que no por ello ha de ser pura exageración del bardo de turno. Ahí está la historia del perro y el oso salvaje que mató para ganar la mano de la escudera Ladgherda, como también su participación (sin duda) en pillajes registrados en Poniente, aunque, por lo poco que he estudiado de este hombre, para la serie le han dado la vuelta a la tortilla y modificado las incursiones, pues primero sembró el terror en el reino franco, junto al rey Jorik, y, luego, hizo de las suyas en Inglaterra y no al revés, como se nos explica en la serie. Supongo que esto se debe a la necesidad de mostrar el ataque al monasterio de Lindisfarne como un clímax un tanto exagerado, pues, si los vikingos se portaban así siempre, incluso cuando no se les oponía, normal que del Levante báltico no sacaran ni migajas. Pero justo esa salvaje piratería en el monasterio nos sirve para sumar a la serie al monje Athelstan, quien nos “servirá” de ojos para que “adentrarnos” a la cultura vikinga, desde lo más bajo, al ser esclavo, a lo más alto, al ser un liberto y quedar al servicio de Ragnar, acostumbrándose a ese mundo de dioses y leyes que se ajustaban al modo de vida de aquellas tierras.

Cada capítulo sirve para aprender algo sobre la organización social, las creencias y las motivaciones de estos pueblos, a la par que reescribe, reinterpreta y “completa” la historia de Ragnar Lodbrok (ya veré cómo sigue). Sin embargo, a pesar de lo interesante que es, el guión no deja de tener el aroma rancio de la adaptación de una novela histórica, lo cual le hace perder cuerpo, sobre todo cuando los hechos históricos no están para nada bien determinados temporalmente, pudiendo existir divergencias entre sí que abarquen casi cien años.

Los vikingos son atractivos. Incluso tras este visionado me siento tentado por dar en la biblioteca con algún libro que profundice en el tema y, así, no quedarme solo con el metraje cerrado y los extras del dvd que son, a mi entender, bastante parciales y faltos de rigor al afirmar, por ejemplo, que la vikinga era una sociedad moderna pues contaban con una especie de asamblea “democrática” (más bien una artimaña de la nobleza para legitimar sus decisiones), donde el pueblo “podía participar” y “discutir” la aplicación de la ley, dirimir pleitos y demás. Esta “democracia” tan solo obedecía, en realidad, al condicionamiento social y tribal, apremiando que los ciudadanos mantuvieran una cohesión: el pueblo decidía y permanecía unido en la ley y su aplicación y, así, en todos los aspectos. Por otro lado, el divorcio, junto a una laxa monogamia, no lo podemos confundir con “modernidad” porque a nosotros nos parezca ahora lo más de lo más, pues esto no era más que un pretexto para potenciar la natalidad y el intercambio genético -aún cuando todos en la tribu podrían acabar siendo primos-, así como el acceso a otras tierras, aumentar el patrimonio familiar, etc.

Los vikingos son interesantes, pero no por ello son modernos. Son sociedades que se adaptaron a las condiciones históricas, sociales y orográficas, pues, aplicando la misma regla de tres. El Islam de los tiempos de Mahoma también era moderno pues prohibió los sacrificios humanos, por ejemplo, y permitía una libertad y calidad de vida que los cultos paganos y el cristianismo de la alta Edad Media reprimían; pero, ahora, de moderno tiene poco (no digamos ya el salafista).

«Vikings», por lo visto hasta la fecha, es la historia de un hombre inteligente y ambicioso, que se alza contra el poder establecido y estático, arriesgando la propia vida y la de los que le siguen, maravillados por su aura mágica de líder. La historia de un hombre quien, con su sola presencia, crea enemigos incluso dentro de su familia por la envidia que provoca su figura, y que me está gustando, debiendo yo, por tanto, plegar las velas de mi desconfianza y terquedad.

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