Reseña a «Han Solo. Una historia de Star Wars»
Título original: «Solo». 2018. EEUU. Ciencia ficción. 135 min. Dirección: Ron Howard. Guión: Lawrence y Jonathan Kasdan. Reparto: Alden Ehrenreich, Emilia Clarke, Woody Harrelson, Donald Glover, Thandie Newton, Paul Bettany
Un spin-off con un cargado sabor western que está a la altura y que, para nada, se merece los palos y malas críticas que recibió
Con la salvedad de dos series de animación en 3D («Clone Wars» y «Rebels»), cualquier cosa que se produzca como franquicia de STAR WARS desde ese aciago 1999 queda, desde el instante mismo de su estreno, maldita, recibiendo infinidad de palos y casi ningún aplauso; quedan envueltos en un fétido halo que es el aliento de millones de fans resentidos que se creen con voz y hasta voto, más si cabe desde que la Disney cerró sus garras entorno a Lucas Films y se la llevó hasta su torre más alta cuando George Lucas, asqueado, liquidó su empresa y puso a la venta la idea.
Yo fui uno de tantos seguidores de la saga que quedó interrumpida en 1983, con «El retorno del jedi», y de los que comprobaban cómo aquel universo de historias fabulosas en una galaxia muy, pero que muy lejana, se expandía gracias a un torrente inagotable de novelas que establecía y asentaba un canon que ahora ha quedado hecho trizas gracias a los Episodios VI, VIII y, supongo que también, IX, cuando toque.
Yo fui uno de tantos que temblaron de la emoción al entrar en la sala de proyección en aquel año, “Like A Virgin”, como diría Madonna, para ver «La amenaza fantasma». Contaba 18 años y se me había concedido la increíble oportunidad de poder vivir en primera persona el nacimiento de algo nuevo, como aquellos afortunados de 1977. Era el Evento de mi Generación, cuyos integrantes veíamos la trilogía original en cintas de VHS hasta lo absurdo. Y fui uno de tantos que, llegados los títulos de crédito finales, salió casi mudo al “mundo exterior”. Solo hablaba para negar lo que era un grito en mi pecho: “¿qué narices era aquello?”. Pero, ¿qué pensaba que iría a ver? ¿Acaso un plagio de las vetustas aventuras de Luke Skywalker y compañía, tal y como están haciendo Rey y Finn y que es algo que me parece horrible? Aunque me hice con sobrada memorabilia de «La amenaza fantasma», desde libros a su banda sonora original, pasando hasta por figuritas que venían en el envoltorio de unos cereales en concreto, decidí volver al cálido regazo y desentenderme de la, por entonces, “nueva trilogía”; tanto es así que añun no he visionado entera «La venganza de los sith», sabiendo cómo empieza y como termina, pero nada de lo que sucede entre medias.
Con la Disney al timón fueron floreciendo títulos y proyectos que son los más vapuleados por los fans, como este «Han Solo», cuya escasa caja hizo frenar en seco el despilfarro en dólares destinados a los más variopintos spin-offs de la galaxia; aunque la inercia del producto es algo contra lo que no se puede lidiar (tenéis el ejemplo de «The mandalorian»). Hubo palos hasta en el carné de identidad para «Rogue One», hasta el límite de lo bochornoso, y eso que, en mi siempre discutible opinión, es la mejor película de todo el universo Star Wars, trilogía 1977-83 incluida (sí, tenéis mi permiso para crucificarme); tendrá todos los puntos flacos que queráis y los bajos descosidos (¡ay, Dios mío! ¿Por qué no controlaron un poco más a Forrest Whitaker?), fue incluso frustrante y de juzgado de guardia que la historia que se narraba en los trailers (tan cercana a una fusión entre «La guerra de las galaxias», «La chaqueta metálica» y «Apocalipse Now») no tuviera nada que ver con la que se montó al final, torciéndose (para mal) escenas y sacrificándose hasta a personajes que, según la campaña de difusión, tenían su peso en la trama. Una lástima, pero sigue, repito, siendo la mejor, mas hoy no toca hablar de «Rogue One», sino de esta visión de Han Solo como el joven más sinvergüenza de toda la galaxia.
Como al igual que a la mayoría, siempre quise ver con mis propios ojos Corellia y Kessell, así como la carrera del Halcón milenario de la que tanto se jactaba el contrabandista ante cualquier paleto que cruzara un par de palabras con él. Conocer el instante en el que Han Solo conoció a Chewbacca y a Lando Carlrissian y cómo le ganó el Halcón. Todo eso y más, por lo que hacer una película que retratase estos hechos merecía la pena.
Y el proyecto empezó casi estrellado, con problemas nada ajenos a la dinámica propia de Hollywood, pero con los fans dando por saco desde la puesta en conocimiento de la identidad del actor principal a la publicación de las primeras imágenes: “jo, tío, Han Solo es Harrison Ford y no este pipiolo”. Sí, de acuerdo: este tipo se le parece como un huevo a una castaña y solo me recuerda a Ford a distancia y de espaldas en el aspecto físico, claro; pero es que el Han Solo que se ligó al a princesa Leia superaba la barrera de los treinta años, momento en el que el cinismo gana terreno en el paladar de cada uno, habiendo dejado ya muy atrás la bandera de cuadros en esa carrera hacia el fin de la estupidez que se inicia en la postadolescencia. Este Han Solo es joven, bocazas, torpe… un crío con pistola de rayos. Sí y, repitiéndome, ¿qué narices pensábamos ver en un Han Solo de veintipocos años? ¿Al mismo? No sé vosotros, pero yo no me siento y me comporto de igual manera que cuando tenía dieciocho años; ni pienso lo mismo ni hago las cosas como entonces, así que, como en todo, deberíamos dejarnos de gilipolleces y ver las cosas con perspectiva, que es como debe hacerse: ésta es una historia de Star Wars; ya está.
Considero a «Han Solo» como una película ligera, pero llena de acción y diversión, con constantes guiños a la trilogía clásica a través del atrezo y no plagiándole el desarrollo argumentativo. Si le quitásemos todo el grafismo “estargüasero”, las naves espaciales y los droides, sería una trama ideal para un buen western de finales de la década de 1960 y comienzos de la siguiente (¡si hasta hay un asalto a un tren!); tiene un aura que nos traslada a una época en la que podrían haberse colado en el universo Star Wars actores como Steve McQueen, Ernest Borgnine, Clint Eastwood o Yul Brynner, pateándose el desierto por la frontera mexicana, con el acierto de establecer una correlación histórica concreta, pues si la trilogía 1977-83 y sus derivados coetáneos se anclan en la segunda guerra mundial, cuando el joven Solo conoce a Beckett y su banda, no podemos dejar de sentirnos dentro de las trincheras de la Gran Guerra.
La trama está perfectamente hilada para componer una obra que para nada merece el castigo ni reproche que recibió, incluso cuando tropieza con la cansina subtrama dirigida a remover conciencias ante la injusticia de ciertos colectivos, haciendo caer la línea de tensión narrativa y que pudo llevarse de otra manera.
Es una película western en toda regla; y si esa es vuestra pega, es que no tenéis ni idea de que Star Wars es un western galáctico. Y «Han Solo» es una buena película y le he disfrutado como un enano por el simple hecho de haber abandonado la senda del purista ultraortodoxo, del talibán cinematográfico que coge un palo de escoba y se pone “ziumm, ziumm”, haciendo poses y realizando vergonzosos movimientos de esgrima a lo jedi.
Nos pongamos como nos pongamos, Star Wars son historias que forman parte de nuestro acervo colectivo que fueron presentadas de la forma más novedosa posible, anzuelos de los que prender ojos y mentes; y esta «Han Solo» es una de esas narraciones, el problema es que nos hemos embrutecido visualmente y seguimos a la espera de otro mesías, de otra explosión de fantasía como la que se vivió hace más de cuarenta años; algo que, asumámoslo, no se va a repetir.
Solo nos toca disfrutar (o no) de los que nos permitan ver.
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