Guardia de cine: reseña a «Pulp Fiction» (1994)
Tarantino es capaz de mostrarnos lo nuevo en un viejo camino por medio de una comedia negra apuntalada por unos diálogos insuperables y dentro de un marco de realidad atípica, pero francamente divertida
Aún no puedo creer que «Pulp Fiction» sea la segunda película dirigida por Quentin Tarantino, pero ahí están las fechas. Lo digo porque «Jackie Brown» sí parece más un segundo intento por asomar la nariz en Hollywood. El salto que da con «Reservoir Dogs» es estratosférico. Pero ahí están, como he dicho, las fechas.
Como es costumbre en Quentin Tarantino, el esqueleto de esta narración caprichosa y aleatoria la tenía en mente mucho antes incluso de firmar su ópera prima. Por ejemplo, Uma Thurman dijo que cuando rodaban esta segunda historia Tarantino estaba trabajando en “una historia de la segunda guerra mundial” que, a la fuerza, no puede ser otra que «Malditos bastardos», lo cual da fe del tiempo y trabajo que dedica a los guiones.
Una narración atípica en su formato pero que cuenta tres historias entrelazadas por uno o varios personajes y que beben del sustrato popular de las revistas Pulp, en las que infinidad de autores llegaron a publicar sus relatos, principalmente de género negro. Tarantino plantea un hecho diferencial dentro de unas líneas argumentales muy trilladas. Un hecho diferencial que no es otro que superar el umbral donde siempre se cerraron todas las historias de puro cliché: la de dos asesinos en un “día normal”, la noche que uno de ellos ha de pasar con la mujer del jefe y la del boxeador que se niega a perder un combate amañado. Maldita sea, ¡y cómo lo hace! Es que aunque todo sea terreno conocido, Tarantino es capaz de mostrarnos lo nuevo en un viejo camino, desarrollando esas lagunas que quedaron en la sombra, entre bambalinas y, a pesar de la crudeza, dotarlas de humor. «Pulp Fiction» es una comedia negra apuntalada por unos diálogos insuperables dentro de un marco de realidad atípica, pero francamente divertida. Es el absurdo dentro de la cotidianeidad del submundo de los bajos fondos: ¿qué hace el matón cuando la mujer del jefe se mete una sobredosis durante la noche que le toca llevarla a cenar?, ¿qué sucede cuando una pistola se dispara y desperdiga sesos y sangre por el interior de un coche en medio de un barrio residencial y a plena luz del día?, ¿qué le pasa a un boxeador cuando lo persigue media ciudad para ajustarle las cuentas tras burlarse y arruinar unas cuantas carteras mafiosas?
Lo que pierde al espectador, más en el día de su estreno, es la inexistencia de un protagonista claro y la inconsistencia del metraje al adelantar y retrasar el reloj según corresponda a cada una de las tres historias, que guardan una linealidad como capítulos independientes, pero que no suceden a la vez. Incluso el comienzo de la cinta plantea una situación que no se va a resolver hasta dos horas después.
A pesar de la rutilancia de su palmarés, pocos entre la crítica apostaban por el éxito de la segunda película de un director al que habían tachado de psicópata amante de la violencia extrema como forma más simple y directa de menospreciar su talento. Un sambenito que Tarantino no se ha quitado de encima y que ensucia buena parte de su filmografía hasta tiempos recientes, aún cuando nos hemos ido embruteciendo ante la pantalla. Yo diría que el problema de estas primeras películas de Tarantino, ante la novedad, es que se ofrecía al espectador algo para lo que no estaba preparado: son demasiado sangrientas para un público dado a los filmes profundos y son demasiado profundas para un público dado a los filmes de acción y tiros. Diría que Tarantino dio en el centro de la diana o de la línea que separa ambas aguas.
Hay ciertas películas de este director que no creo que vuelva a dedicar un segundo en su visionado, pues dentro de esos dedos que va bajando hay títulos que me han flipado y otros que no (incluso aburrido, como «Los odiosos ocho»). Pero, no me cabe duda, «Pulp Fiction» es un peliculón a disfrutar una y otra vez.
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