Guardia de cine: reseña a «The Box» (2009)

Título original: «The Box». 2009. 115 min. EEUU. Dirección: Richard Kelly. Guión: Richard Kelly, basándose en la obra original de Richard Matheson. Reparto: Cameron Diaz, James Marsden, Frank Langella, James Rebhorn, Holmes Osborne, Sam Oz Stone, Gillian Jacobs, Celia Weston, Deborah Rush, Lisa K. Wyatt, Mark S. Cartier, Kevin Robertson, Michele Durrett

Richard Kelly hace aquí una extraña amalgama, en la que no sabemos por qué mete cierta nota sobrenatural, resurrecciones, el Más Allá… Junto con los ingredientes típicos de las siglas NSA, etc., lo cual le resta interés a una película que es difícil de etiquetar y cualificar

La tranquilidad del hogar del matrimonio Lewis queda anulada cuando permite entrar en sus vidas un paquete que alguien deja muy de mañana ante la puerta. En su interior hay una caja de madera con un botón rojo protegido por una cúpula de cristal. Este singular objeto será la antesala para la presentación del señor Arlington Steward, un inquietante individuo al que le seguirán otros en un argumento que nos recordará a la fuerza a «La Dimensión Desconocida» y por algo será. Ese algo es que esta película se basa en el brevísimo relato «Botón, botón», poco más de dos mil palabras, escrito por uno de sus más renombrados guionistas, Richard Matheson, quien, a su vez, nos dejó títulos tan incontestables como «Soy leyenda».

Steward se presenta en la casa de los Lewis a la hora convenida y expone a Norma Lewis su propuesta: si pulsa el botón rojo ganará un millón de dólares aunque, como contraprestación, habrá provocado la muerte de una persona que no conoce. Lo que parece una broma de muy mal gusto pasa a ser una oportunidad que no se puede dejar pasar ante las estrecheces económicas que en breve atenazarán a la familia. El asunto acabará siendo una pesadilla de la que es imposible despertar.

La cinta ya nos pone en alerta con la lectura inicial de un informe confidencial que nos habla de un hombre alcanzado por un rayo, que muere y que, ahí está lo más absurdo, resucita y se comporta de una forma muy particular, adoptando un objetivo. Un hombre relacionado con el Proyecto Marte

Históricamente, la trama cinematográfica se ambienta en el momento de las misiones Viking de la NASA al planeta rojo; el protagonista masculino, Arthur Lewis, es personal de la NASA; no se hace otra cosa que escuchar de fondo noticias radiadas o por televisión relativas a este programa de la carrera espacial… Pero, ¿tiene algo que ver? Y no va a ser la única pregunta privada de la debida respuesta que nos hagamos a medida que corre la cinta. ¿Quién es en realidad Arlington Steward? ¿Por qué los jefes de Arthur Lewis lo conocen y hasta trabajan para él? ¿Quiénes son los superiores de Steward?; ¿acaso marcianos moralmente elevados o el mismo Dios? ¿Es una invasión alienígena? ¿Por qué hay tanta gente que trata de alertar a los protagonistas y salvarlos? ¿Hasta qué punto están involucradas la NASA, la NSA y la CIA?

El desarrollo parece querer conducirnos a cierto punto de inflexión que el protagonista masculino aventura: que están en el purgatorio, a la espera de acceder al cielo o al infierno. Se habla de condenación eterna, de puertas, de seguir la luz… A modo de ritos de paso a la otra vida relacionados con las religiones de origen en el Oriente medio, las mismas que hoy profesamos. Hasta los personajes son transportados de un sitio a otro sin que sepan cómo han llegado hasta allí.

La primera mitad de la película es muy intrigante y turbadora, mucho por el Sr. Steward, pero sobre todo por ese alumno de Norma que parece un lunático acosador, pero que puede ser una tabla de salvación. Luego, cuando comienzan a verse y esconderse cosas raras, uno se descoloca por completo, retomando el interés con el secuestro y coacción, a modo de redención, que el extraño visitante ofrece a la pareja protagonista.

Del relato original, que pasó en su día a servir para un capítulo de las temporadas de «La Dimensión Desconocida» de finales del pasado siglo, apenas quedan los nombres de Steward y los Lewis, así como la caja y la propuesta (aunque por una cifra muy superior). Por supuesto, ni el final pensado por Matheson tiene que ver. 


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