Guardia de cine: reseña a «Pacific Rim» (2013)
Argumento, lo que se dice argumento no es que tenga mucho, pero no nos importa a aquellos que disfrutamos de los monstruos y los mechas
Buena parte de la cultura popular televisiva del Japón de la segunda mitad del s. XX se asienta en gigantescos monstruos dotados de cierta inquina contra las grandes urbes, algunos de ellos con nombre propio, como en el caso de Godzilla, y en Mechas, robots antropomorfos pilotados por humanos que o bien se enfrentan a dichos engendros o bien combaten otras fuerzas del mal y/o criminales (Mazinger Z, Gundam, Evangelion, etc.). Y a este lado del globo hemos mamado y mucho de tan particulares esquemas de la ciencia-ficción, incluso occidentalizadas, tomando de aquí y de allá (como en el caso de los Power Rangers, por ejemplo).
Siendo que cada vez somos más entre los que nos consideramos otaku, en mayor o menor grado, no es extraño que gente de la talla de Guillermo del Toro se estrujara las células neuronales y el bolsillo para crear una película de monstruos y robots gigantes digna de recuerdo.
El paisaje humano que del Toro nos presenta es un planeta Tierra que lleva unas décadas en vilo por culpa de una misteriosa brecha en el fondo abisal del Pacífico y que es una puerta interdimensional por el que se cuelan los Kaiju, nombre japonés para referirse a monstruo descomunal, unos bichos con muy malas pulgas cuyas intenciones son desconocidas más allá del de destrozarlo todo y causar nuestra extinción más inmediata. Para hacerles frente, las naciones han de aliarse y olvidarse de menudencias geopolíticas ante tan devastador nuevo enemigo, por lo que se inicia el programa Jaeger, con la construcción de enormes Mechas (los primeros modelos serán dotados con reactores nucleares, lo cual afectará al argumento en su tercio final), para combatir a los Kaiju tanto en el mar como en tierra firme.
El resultado final de las lizas, que por ahora acaban en victoria para los humanos, es terrible: ciudades arrasadas, miles de muertos y contaminación tanto producida por los Jaeger como por los Kaiju, quienes provocan unas extrañas mareas tóxicas. Estas y otras cuestiones hacen crecer las dudas respecto a la utilidad y beneficios del programa Jaeger, el cual es cancelado para destinar recursos y fondos a la construcción de un muro que bordee el Pacífico y permita dejar a salvo la tierra firme, sin embargo, el proyecto de ingeniería dista mucho de cumplir las expectativas.
Cada vez los Kaiju son más osados a la hora de cruzar el portal. Cada vez son más grandes y aparecen en mayor número, de ejemplares únicos a parejas, para llegar a tríos nada alegres.
Los protagonistas también son tres, siendo que cada uno cuenta con su propio drama personal debido a la intervención de los Kaiju. Raleigh Becket es un expiloto de Jaeger traumatizado ante la muerte de su hermano y compañero de armas (en marzo de 2020, menuda fecha escogiste, amigo del Toro), lo cual lo fuerza a abandonar el proyecto, aunque acabará regresando, como el arquetipo del héroe: Mako Mori se mueve por la venganza contra los Kaiju, quienes acabaron con la vida de su familia; y el mariscal Pentecost, quien es el padre adoptivo de Mako y fue uno de los primeros pilotos Jaeger, por lo que, al manejar una maquinaria nuclear, está enfermo de cáncer.
Del Toro nos traslada a este mundo tan particular en una fecha de mediados de la década de 2020, cuando el peligro se hace cada vez evidente, reuniendo a los anteriores tres personajes con otros con los que se pretende cerrar un círculo, aunque los secundarios chistosos son como para… me ahorro todo comentario. El espectáculo es continuo, más si cabe si te gusta este tipo de género que el director reviste de detalles de su propio universo, pues en momentos parece que estés viendo «Hellboy», y no solo porque aparezca Ron Perlman.
Por lo demás, ¿qué deciros? Argumento, lo que se dice argumento no es que tenga mucho, a pesar de lo interesante que es el elemento de la deriva neuronal entre pilotos, siendo que impresiona el momento en el que Raleigh descubre el pasado de Mako, sobre todo por la interpretación de una aún muy niña Mana Ashida. Vamos, que no esperéis encontrar algo más que miles de toneladas de metal dando palos a unos bicharrajos feos de narices, con un poco de redención personal. Lejos de las peleas, la película tiene muy poco sabor, aunque el escenario es rico, tanto como para crear una franquicia que ha llegado al Anime.
Post a Comment