Guardia de cine: reseña a «Los últimos jedi»
Título original: «Star Wars: The Last Jedi». 2017. 150 min. EEUU. Dirección: Rian Johnson. Guión: Rian Johnson. Reparto: Daisy Ridley, John Boyega, Adam Driver, Oscar Isaac, Mark Hamill, Carrie Fisher, Kelly Marie Tran, Domhnall Gleeson, Benicio del Toro, Laura Dern, Andy Serkis, Gwendoline Christie, Lupita Nyong'o, Anthony Daniels, Frank Oz, Warwick Davis, Veronica Ngo, Justin Theroux, Billie Lourd, Lily Cole, Navin Chowdhry, Temirlan Blaev, Sara Heller, Josiah Oniha, Joseph Gordon-Levitt, Liang Yang
Una mayor profundidad y miras que, no obstante, es otro paso de penitencia para una saga moderna y condenada
Ya me costó entrar en harina con «El despertar de la Fuerza» y hoy toca «Los últimos jedi». ¡Vamos allá!
Si soy sincero, la cinta me ha entretenido bastante; tiene cierto halo de filme de la segunda guerra mundial, aunque los paralelismos con «El Imperio contraataca» y «El retorno de jedi» son abrumadores y absurdos (aunque he de reconocer que bien reescritos esta vez), aunque sin que se desechen los momentos que calificaría como de “payaso” (mal crónico de toda esta nueva saga). Y al terminar de ver «Los últimos jedi», me preguntaba cómo los productores y guionistas salvarían el problema que supuso la prematura e inesperada muerte de Carrie Fisher, pues todo apuntaba a que Leia Organa iba a ser la figura principal del capítulo IX.
«Los últimos jedi» es bastante oscura por momentos y tiene algo de la profundidad propia del quinto episodio de 1980 que expone a fondo eso de la Fuerza (por ello fue igualmente menos valorado por el público más aficionado a las palomitas), destacando esa conexión entre Ren y Rey, alimentada por el líder supremo Snouk, lo cual me hizo pensar de nuevo en los hermanos Solo Skywalker del canon previo a la Disney: Jacen y Jayna Solo, que estudiaron en el templo jedi de su tío, en la luna de Yavin 4.
Me resultó muy interesante que se explicase el origen de Kylo Ren y las distintas versiones de lo que sucedió en el templo de Luke Skywalker, pero los callejones sin salida en los que se meten el director y guionista solo los salva con algo de dignidad gracias a litros y litros de sangre, algo que sorprende, pues esto no deja de ser la Disney.
Recuerdo que hubo cierto jocoso que se carcajeó de que durante el metraje de «La amenaza fantasma» solo se ve morir en realidad a una persona, en concreto a un piloto de caza de Naboo (cosa que no es cierta). Y en «Los últimos jedi», como en «Rogue One», se asiste a una masacre, que es lo que le da veracidad como historia de guerra: muerte y desolación en defensa de un ideal, bueno o malo. Pero no es suficiente para calmar la irritación: el que se mencione abiertamente el grisáceo mundo, con traficantes que se hacen ricos vendiendo tanto a la Primera orden como a la Resistencia es un buen punto, aunque el personaje de Benicio del Toro no pinte nada (como pasa con C-3PO, quien nunca hizo nada de provecho y menos en este episodio VIII), y se mete a calzador el elemento llorera; la trama de Finn (a quien ya se le quiere dar un guión de futuro líder/general) y Rose con el descifrador se queda en una tontería ("¡qué novedad!")... Hum, ¿puedo seguir? La línea del motín de Poe Dameron, de muy escaso recorrido, está pésimamente tratada; la facilidad con la que la capitana Phasma se volatiliza o con la que suelen regresar los héroes es de poner los ojos en blanco; y aún me pregunto cómo Finn pudo salvar la distancia que lo separaba de la puerta del complejo rebelde tirando de un trineo improvisado, donde cargaba con el cuerpo de Rose, en tan poco tiempo y que nadie reparara en él.
También me parece también harto extraño que Kylo Ren no se diera cuenta de que estaba luchando con una proyección de Luke Skywalker, pues dudo que éste viera alguna vez a su viejo maestro con un sable que no fuera el verde de «El retorno del jedi».
Queda muy bien la muerte de Luke, haciéndose uno con la Fuerza, tras estamparle a Ren que la Rebelión resurgiría, que la guerra acababa de empezar y, lo más importante, que los jedi no se habían extinguido. Pero poco más.
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