Guardia de cine: reseña a «Le Mans '66»
Título original: «Ford v. Ferrari». 2019. 152 min. EEUU. Dirección: James Mangold. Guión: Jason Keller, James Mangold, Jez Butterworth, John-Henry Butterworth (basándose en el libro de A. J. Baime). Reparto: Matt Damon, Christian Bale, Jon Bernthal, Caitriona Balfe, Noah Jupe, Josh Lucas, Tracy Letts, JJ Feild, Ray McKinnon, Rudolf Martin, Ward Horton, Bridie Latona, Lachlan Buchanan, Christopher Darga, Sean Carrigan, Ian Harding, Wallace Langham, Wyatt Nash, Jonathan LaPaglia, Stefania Spampinato, Jenelle McKee, Marisa Petroro, Benjamin Rigby, Brea Bee, Andrew Burlinson, Adam Stuart, Roberta Sparta, Remo Girone, Darin Cooper
Es una peliculón para los amantes del motor, pero un documental sobre ambos individuos podría haber sido de mayor interés y profundidad
Lo que tienen los dramas deportivos es que si no te gusta (o interesa) el deporte que sirve de marco, mejor no tomes de ese cáliz y pasa a otro tema. En casos como «Le Mans ‘66», si no te gustan los coches de carreras y verlos dar vueltas y más vueltas a un circuito, reduce las marchas y salte para boxes. O esa es mi opinión del tema, vamos.
«Le Mans ‘66» trata de reflejar, aunque no sabemos si lo consigue del todo, la rivalidad que separó a Ford y Ferrari durante los años 1960, tras frustrarse, en 1963, las negociaciones para la compra de Il Cavallino Rampante por parte de la megaindustria automovilística norteamericana. La humillación sufrida por la Ford solo podía curarse en la pista y arrancando las pegatinas a los bólidos de Maranello en la prueba más exigente del mundo de las carreras de resistencia. Por supuesto, este drama basado en hechos reales (recalquemos lo de “basado”, pues patina en ciertos puntos, como el inventarse que Miles no participara en Le Mans 1965, por ejemplo), tenía que estar protagonizado por actores que encarnaran al corredor y diseñador Carroll Shelby y al piloto británico Ken Miles, quienes son el rostro visible de un largo grupo de ingenieros, mecánicos y otros responsables que dieron a luz al Ford GT40 de 1966. Aunque su retrato es divertido y a pesar de ser un peliculón para los amantes del motor, un documental sobre ambos individuos podría haber sido de mayor interés y profundidad. Por supuesto, no voy a decir, como se ha hecho por otro lares por algunos que han tenido que llevar luego collarín cervical, que Damon y Bale estaban “de paso” por el plató de rodaje y que no interpretan nada; no, pues Bale se esforzó en transmitir toda la esencia, incluso gesticular, del gran Ken Miles, pasando largas horas entrevistándose con el hijo de éste y recogiendo cualquier dato de interés para su papel (al igual que hizo la actriz Caitriona Balfe).
«Le Mans ‘66» quiso llevar a la pantalla la historia de rivalidad entre factorías y conceptos de entender la construcción de automóviles (por algo el título original es «Ford v. Ferrari), pero también la particular amistad entre dos hombres entregados a un amor inenarrable hacia las máquinas más veloces sobre cuatro ruedas, debiendo desafiar a sus propios dilemas y principios. Empero, no está a la altura de «Rush», donde la competencia en la pista entre James Hunt y Nikki Lauda (solo ahí, pues fuera hasta llegaron a compartir apartamento en sus épocas de soltería), se traslada de una forma más acertada y atractiva. Puede que el problema de «Le Mans ‘66» radique en que no es la rivalidad personal la que empuja a la cinta, sino la empresarial que gira en torno al drama de los dos protagonistas, un vaquero y un limey, colocándose de frente ante un muro de intereses encontrados, envidias y sonrisitas de los más jóvenes ante lo que exigían dos dinosaurios de las carreras.
Es una película que embelesa por sus coches y por la tecnología digital, que permite llevarnos al interior de esas fantásticas máquinas que rugían hasta ensordecer hace más de cincuenta años. Una película que, por supuesto, volveré a ver y disfrutar.
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