Guardia de cine: reseña a «La guerra de las galaxias»
Título original: «Star Wars». 1977. 121 min. EEUU. Aventuras, Ciencia ficción. Dirección: George Lucas. Guión: George Lucas. Reparto: Mark Hamill, Harrison Ford, Carrie Fisher, Alec Guinness, Peter Cushing, David Prowse, Peter Mayhew, Anthony Daniels, Kenny Baker
Poco se puede añadir a un hito cinematográfico que convulsionó a millones de espectadores en el casi prehistórico 1977 y que, aún a día de hoy y a pesar de sus marcas de desgaste en los bordes y arrugas, conserva toda su fuerza innata.
La que años después adoptaría el numeral de Episodio IV de una saga galáctica que supuestamente ha sido cerrada, fue un acierto de planteamiento por parte de George Lucas, filmando una historia que quedó a la deriva caprichosa de nuestra cartografía cultural, tomando como base «La fortaleza escondida», de Akira Kurosawa, y arrastrando su argumento hacia el espacio, pero sin caer en el error de crear futuros especulativos que pronto se quedan trasnochados y estériles. Para Lucas, su concepto narrativo ideal es el de cuento y la frase que abre el metraje (“Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana”) es toda una declaración de intenciones. Como un Hans Cristian Andersen con pasión por los rayos láser, Lucas va desgranando una fábula moderna con buenos buenísimos y malos malosísimos, con princesas secuestradas y héroes, con una encarnizada lucha entre la luz y la oscuridad, apoyándose en la técnica y un equipo de diseño y efectos especiales que rebasaba los límites imperantes del género, provocando un fastidioso efecto llamada y urgencia en otras productoras para adaptar guiones que plagiaban este exitoso producto, cuya forma de ambientar platós de rodaje y vestir a los actores suponía abandonar por fin la estética pulcra y naif de tiempos anteriores, aunque no se cayera en la desmesurada industrialización de «Alien». El Episodio IV es tan distinto a todo que aún nadie ha sido capaz de repetir con un universo de características tan originales como profundamente familiares.
«Una nueva esperanza» es una mezcla de fábulas y mitos, donde la redención se da la mano con el surgimiento de un héroe inesperado, como es Luke Skywalker, un simple y joven granjero al que la casualidad más brutal le hará romper el cascarón de su rutinaria y hasta placentera vida, teniendo como ejemplo paternal a dos hombres adultos y dispares entre sí (pues el tío Owen poco o nada aporta), y que responden a los nombres de Obi-wan Kenobi y Han Solo, quienes son también las dos caras opuestas de la misma moneda, entre el desinterés y el afán mercenario, y que escoltan al superhombre durante la primera etapa de descubrimiento, aunque sin quedar en segundos planos, pues son protagonistas.
La película se divide en tres actos de presentación, desarrollo y feliz desenlace; un aparejo ideal para la narración tradicional tocada con deslumbrantes efectos especiales, y que permite una perfecta comprensión de una historia del gusto general, sin truculentas y cargantes tramas filosóficas, pero que no se libra de adolecer fallos de guión, los cuales los encontramos más meridianos en la acción dentro de la estación de combate de La Estrella de la Muerte, pues, por ejemplo, si al comienzo de la película vemos que no se dispara contra la cápsula salvavidas del Tantive IV donde viajan C-3PO y R2-D2 pues “no se observan señales de vida”, resulta cuestionable que, cuando el Halcón Milenario es capturado por el rayo tractor y estacionado en el hangar, se necesite de un radar especial “para estar seguros” de que no haya nadie dentro. Como tampoco tiene sentido que Skywalker y Solo se hagan con un par de inmaculados uniformes de soldados de asalto tras dos disparos de arma laser (a no ser que la violencia provenga de la reacción de los dos hombres sorprendidos por los rebeldes). También está el fallo, por su abrupto salto temporal, de Yavin: cierto es que la princesa Leia apunta el escaso celo del gobernador Tarkin en impedir su huida, quien solo sigue la directrices de Darth Vader; pero es en este punto cuando se da una desconexión, pues se pasa directamente a la reunión con los pilotos de caza con la exposición del error de diseño de la estación de combate. Se echa en falta un par de minutos más en los que se relate el envío de informes, discusiones o la alarma temprana que anuncie la llegada del enemigo al sistema. Es como si alguien, en un briefing de producción, hubiera expuesto la pregunta clave: “¿Para qué gastar más dinero si el público sabrá de todos modos a dónde nos dirigimos?” Sí, a la épica lucha final, pero eso no suaviza la aspereza del salto temporal, ni siquiera la magnífica labor de John Williams a la batuta, que es casi otro personaje más.
Y no voy a seguir pues éste es un producto dirigido al entretenimiento, pero que se asentó en la cultura popular hasta hoy.
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