Guardia de cine: reseña a «Figuras ocultas»
Título original: «Hidden Figures». 2016. 127 min. EEUU. Drama, Basado en hechos reales. Dirección: Theodore Melfi. Guión: Allison Schroeder (con base en el libro de Margot Lee Shetterly). Reparto: Taraji P. Henson, Octavia Spencer, Janelle Monáe, Kevin Costner, Jim Parsons, Kirsten Dunst
Es una cinta de corte sensato, aunque no renuncie a nada, con la que los más jóvenes podrán descubrir lo que es la verdadera lucha social y feminista más allá del sofá y la conexión Wi-Fi, sin necesidad de necios pucheros y pataletas contra el suelo; sin la apología de la ineptitud propia de nuestros días
Es una cinta de corte sensato, aunque no renuncie a nada, con la que los más jóvenes podrán descubrir lo que es la verdadera lucha social y feminista más allá del sofá y la conexión Wi-Fi, sin necesidad de necios pucheros y pataletas contra el suelo; sin la apología de la ineptitud propia de nuestros días
Escasos son los avances pergeñados por la Humanidad que puedan ser adjudicados a un solo individuo, más allá de aquellos supuestos en los que ha jugado la pura causalidad en su descubrimiento. La mayoría se alcanzan mediante la concurrencia de varias mentes, incluso de miles de cabezas pensantes, que suelen quedar solapadas por la figura del máximo responsable del proyecto, por la de quien se lleva los laureles (el mismo que se llevaría todos los palos en caso de fracaso).
En el campo de las Ciencias se presenta esta ecuación en más ocasiones de las que uno gustaría reconocer, siendo las principales “figuras ocultas” las mujeres que se dedicaban a tareas de cálculo y registro antes de la irrupción de las computadores electrónicas. No tenemos que quedarnos con el supuesto de las protagonistas de este filme, pues mucho antes de que siquiera nacieran, ya había calculadoras humanas cuyo trabajo fue vital para muchos logros científicos como son los mapas estelares por su composición química. Nombres (no forzosamente de mujeres), que quedaron a la sombra de quien firmaba el artículo o ensayo.
Esta película, cuyo título original hace un juego de palabras que ha pasado desapercibido para muchos oídos ajenos a la lengua anglosajona, pues “figures” se puede traducir como “figuras” o “números” (clara evocación a las personas y a su labor), lleva a la pantalla una minúscula porción de la biografía de Katherine G. Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson, cuya aportación al desarrollo de la ingeniería aeroespacial y cibernética es indiscutible, a pesar de haber sido mujeres y negras en una época anterior a la promulgación de la Ley de Derechos civiles. Se da preponderancia a lo absurdo de la segregación racial, poniendo la puntilla cómica con Katherine, quien tardaba 45 minutos de reloj en ir y volver del aseo pues en el edificio donde estaba radicado el Spacial Task Group de Langley no existía lavabos para los de “su clase”. Realidad que se hace dramática con la escena del seguimiento de la reentrada de John Glenn, con los blancos a un lado y los negros al otro de un escaparate de una tienda de electrodomésticos, siguiendo todos, mudos, las noticias de la posible desgracia.
A este respecto, lo que interesa de la cinta, en el aspecto de la defensa de las figuras de estas mujeres de color, es que se empuña la palabra sin necesidad de necios pucheros y pataletas contra el suelo; con ausencia de gritos y puños en alto, acompañados de consignas victimistas, tan de moda del s. XXI. Katherine y sus compañeras, conscientes de sus impuestas limitaciones, se convierten en rocas, enormes, que reciben los golpes, pero que no ceden un milímetro; y que son empujadas con la lentitud del glaciar del necesario cambio social que se estaba orquestando en los próximos y convulsos años. Un cambio que ellas consiguen con tesón y entrega, no con lloriqueos ni (como sucede hoy) apología de la ineptitud.
Podemos poner la mano en el fuego por esta película, incluso por todo su elenco principal, aunque Jim Parsons corre el peligro de que todas sus interpretaciones sean calcos, más o menos lights, de Sheldon Cooper. Es una cinta de corte sensato, aunque no renuncie a nada, pero con la que los más jóvenes podrán descubrir lo que es la verdadera lucha social más allá del sofá y la conexión Wi-Fi, de los privilegios de cuna. Además, podrán advertir esas bambalinas de una carrera espacial que acabó agotándose y perdiendo el apoyo de la sociedad, dejando en la estacada a tantos científicos que soñaban con poner un astronauta en Marte, hacia 1985.
Un producto recto, elegante y que gusta.
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