Guardia de cine: reseña a «El instante más oscuro»
Título original: «Darkest Hour». 2017. 125 min. RU. Biografía, Drama histórico, Bélico. Dirección: Joe Wright. Guión: Anthony McCarten. Reparto: Gary Oldman, Ben Mendelsohn, Kristin Scott Thomas, Lily James, Stephen Dillane
Cinco semanas de existencia no se antojan como una buena y suficiente arcilla para escribir una historia intensa. Pero nuestro parecer dominguero muta cuando se centran en mayo de 1940; más aún, en el personaje de Winston Churchill
Con buena y firme mano, «El instante más oscuro» abre una ventana directa a esos cruciales días de la Historia del Reino Unido y de Europa, cuando el siempre controvertido Winston Churchill recibió la cartera de Premier, una vez liquidada, por simple inercia, la caída del gobierno del pusilánime Neville Chamberlain ante la creciente amenaza procedente de un continente en llamas. Llegó el momento de tomar la decisión entre abandonarse al horror de un sacrificio en sangre joven ,como el de la Gran Guerra, o dejarse subyugar ante la sombra proyectada por los Stuka.
Y esta ventana es mucho más. Se nos posiciona junto al Hombre en espacios reducidos, en la mayor intimidad posible del Poder. El director no se contenta con hacerlo a través de los ojos de la secretaria Elizabeth Layton, quien se presentará como la personificación del pueblo frente a sus gobernantes, sino que ese plano se desborda y alcanza calles y vías del metro. Llegamos con facilidad al horizonte, donde el icono da paso a la persona de carne y hueso. El trabajo realizado delante y detrás de las cámaras muestra a Churchill como individuo, cómo era el combustible que lo impulsaba, así como las dudas y debilidades que torcían su ánimo, todo ello aderezado con su particular sentido del humor.
A destacar el ambiente apático y lóbrego, con solo finas columnas de luz o destellos apagados; una visión de aquellos días de la sociedad inglesa, pero también dentro de las generosas carnes del Premier, sobre cuyos hombros se había echado una carga que muchos otros hombres habían rechazado y quienes disfrutaban de los tambaleos e indecisiones del nuevo portador. Lo malo es que al saber que la “V” de Victoria se impondría a la esvástica nazi nos impide apreciar con claridad la tensión de las posturas enfrentadas, sobre todo la del vizconde de Halifax, a nuestros ojos actuales, rayana a la Alta Traición.
Pero lo que todo el mundo recordará de esta producción es a Gary Oldman. El actor está ahí, bajo las prótesis y el maquillaje, pero termina engullido por el personaje real. Es tal el nivel de mimetización, en gestos, voz, posturas y tics, que dudas de si no estarás frente a una reencarnación.
La pena es que limitarse a ese mayo nos priva de conocer otros aspectos de la biografía de guerra de Churchill, aunque no es vano el intento realizado con este filme que, aparte del biopic, alcanza el grado de thriller político. Es una cinta que sirve para reivindicar la figura de un Hombre de Estado, con letras mayúsculas; entregado, arrojado y políticamente incorrecto. Alguien a quien no le temblaban las manos a las riendas de una nación en guerra, no más allá de las propias debilidades innatas de un ser humano; la personificación de un ideal de lucha por la libertad, sin medias tintas, quien, para asombro y desánimo, es un práctico desconocido para los escolares británicos del s. XXI.
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