Guardia de cine: reseña a «Billy Elliot»

Título original: «Billy Elliot». 2000. 111 min. RU. Tragicomedia. Dirección: Stephen Daldry. Guión: Lee Hall. Reparto: Jamie Bell, Julie Walters, Gary Lewis, Jamie Drave, Adam Cooper, Jean Heywood, Stuart Wells, Nicola Blackwell

Cuento mil veces narrado acerca de unas manos infantiles que se aferran a los barrotes sociales y que, en vez de acostumbrarse a ellos, los retuercen hacia un destino diferente. Mil y una veces, pero, en esta ocasión, lo novedoso es el lenguaje

El gobierno de Margareth Tatcher no es recordado como uno de los más tranquilos acontecidos durante la Historia reciente del Reino Unido. Uno de sus mayores desafíos fue el enfrentarse abiertamente al tradicional sector de la minería y a los sindicatos obreros, a los que derrotó y privó de peso en el reparto de poder, cosa que muchos, aún con la Dama de Hierro enterrada, no lo perdonan y siguen soñando con un Pasado que nunca va a volver, que solo brilla con sus chorretones de grasa y tiznados.

En una de las comunidades mineras del cabrón, de paisaje quebrado por fabricaciones de ladrillo y altas chimeneas industriales, vive el joven Billy Elliot. Está en una edad complicada y rodeado por una familia no menos complicada; carga con la tristeza del prematuro fallecimiento de su madre y el aparente abandono y distanciamiento con su padre; entra de lleno en la adolescencia y nadie le echa un cable. El mundo que se levanta en su horizonte es ceniciento y violento; de lucha por conservar algo que se sabe que va a desaparecer. 

Billy recibe clases de boxeo, el deporte que ha practicado todo varón que cargue el apellido Elliot, pero no puede dejar de sentir cierto interés por el ballet, una vez que asiste como espectador involuntario a una sesión particular. Aún queriendo buscar una forma de mejorar su juego de piernas en el ring, Billy se “cuela” en una clase de ballet y comienza a demostrar un talento innato y ganas de aprender, momento en el que se le da pie a la odisea que seguirá para romper los barrotes del convencionalismo social en una comunidad minera de los años '80. El secreto solo aguantará oculto unos pocos meses, mientras la situación familiar se deteriora ante la larga huelga que paraliza la extracción nacional de carbón. Billie seguirá solo, siendo lo más doloroso de su experiencia la incomprensión de su padre y hermano mayor, quienes tienen otros problemas e intereses más urgentes que impiden que el muchacho pueda ser feliz; así no faltarán las discusiones hasta que Billie es capaz de mostrar a todo el pueblo su valía como bailarínEntonces, la historia no será de empeño personal, sino de sacrificio colectivo, pues el permanecer anclado en ese pueblo no es futuro ni para Billie ni para ninguno de los niños que lo habitan.

Lo más excelente de esta película es el mostrar al niño y su anhelo sin caer en profundidades filosóficas ante la cámara, ni en simples planos de dos dimensiones. El empleo de la danza y el ballet, tan desconocidos para el público medio, dirigido conscientemente hacia los espectadores, pretende y permite que conozcamos a Billy, tanto cuando está triste como cuando es feliz.

La lección del guión es bien simple, pues quien más quien menos ha dado con ella a lo largo de su existencia, en cualquier plano sentimental, y es la de dejar que cualquier niño se exprese en aquello en lo que mejor se le dé, desterrando cualquier convencionalismo oxidado que sirva de barrera: libertad, libre albedrío. Que prueben: felicidad o decepción y, entonces, a otra cosa; pero que nadie lo impida.

Uno puede acudir con reservas al visionado de «Billy Elliot», pero el baile es solo un lenguaje nuevo para contar una historia, un marco para el retrato social británico de la década de 1980 y que tantos títulos de renombre ha dado a la cartelera, por su crudeza y realidad.

Buena nota se merece el comienzo de la película, que con la fluidez de la música nos presenta a Billy y su mundo desordenado y macilento, del que aún no sabe que quiere escapar; así como sus escenas bailando por las calles cuando se le niega seguir recibiendo clases de ballet. Billy es un chaval imperfecto, lo cual hace ganarse la simpatía de todos mientras avanza lentamente e, incluso, retrocede, hasta llegar a un final agónico en el que se nos transmite la angustia de saber si será aceptado o no en la RoyalEs una montaña rusa de sensaciones y sentimientos que no dejará a nadie indiferente si acuerde con la curiosidad del mero espectadora y sin cargar los bolsillos de prejuicio alguno.

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