Guardia de cómic: reseña a «Aldebarán», de LEO (Los Ciclos de Aldebarán 1)

Título original: «Aldebaran»
Autor: Luiz Eduardo de Oliveira
Editorial Planeta de Agostini SA. Barcelona
2008
Traducción: Cristina Vidal
ISBN: 978-84-674-5477-2
246 páginas
LEO traslada a estos ciclos su visión sobre las consecuencias de la colonización de otros planetas por parte de los humanos

Los Ciclos de Aldebarán conforman una magna obra de ciencia ficción que el artista brasileño Luiz Eduardo de Oliveira (LEO), inició en los años 1990. Consta de cuatro volúmenes y se centra en la visión del autor sobre la colonización humana del espacio, aunque con ciertos toques que recuerdan a la literatura fantástica y a ese Mundo Perdido de Arthur Conan Doyle.

Este primer Ciclo, compuesto por cinco capítulos publicados entre 1994 y 1998, da título a toda la recopilación y se centra en un planeta del sistema Aldebarán, donde transcurre toda la acción, que podemos datar entre los siglos XXII y XXIII. Aldebarán-4 es un astro en el que los océanos lo cubren casi todo, quedando muy pocas tierras secas donde ha intentado prosperar una colonia humana que, cien años atrás, perdió todo contacto con la Tierra. Aldebarán-4 sufre una involución tecnológica: prácticamente la totalidad de los barcos son de madera y navegan a vela, apenas hay vehículos a motor de explosión, alguno eléctrico, y los conocimientos de aeronáutica retroceden hasta los tiempos de los dirigibles, a pesar de que en la capital del planeta, Anatolie, abre sus puertas un museo donde se custodian las naves de los primeros exploradores terrestres.

Muchos han perdido la esperanza de que se retome la comunicación con la Tierra, otros ni se preguntan el por qué de tan abrupta ruptura entre el planeta metrópolis y la pequeña colonia y muy pocos ansían ser testigos del regreso de los terrícolas. Entre estos últimos está la jovencísima Kim Keller, de catorce años y habitante de la localidad de Arena Blanca, un tranquilo pueblo de pescadores. Kim, con sus compañeros y vecinos, será testigo de una serie de extraños sucesos protagonizados por exóticos animales marítimos que comienzan a comportarse de forma inusual. Y Kim será una de las protagonistas de la historia, pero LEO deriva la responsabilidad del narrador a Marc Sorensen, pescador de diecisiete años y que ha perdido la cabeza y el corazón por Nellie, la hermana mayor de Kim.

Un buen día, en Arena Blanca se presenta un forastero, de nombre Driss, que alerta a la población de un peligroso animal que lleva estudiando largos años. Quiere que la localidad sea evacuada, pero nadie le hace caso. Lo consideran un loco o, peor, un ladrón que los toma por idiotas. Los lugareños no pudieron tomar peor decisión, pues el pueblo de Arena Blanca terminará arrasado por una sustancia tóxica emanada por la bestia marina de la que Driss les advirtió sin éxito.

Por cuestiones que serían ahora largas de contar, Marc y Kim, así como su hermana Nellie, no se encuentran en Arena Blanca al momento en el que el animal hace acto de presencia y salvan la vida. En estado de shock al ver su mundo arrasado, privados de sus familias, ambos jóvenes han de tomar una decisión sobre sus vidas, mientras Nellie decide ir con Driss, de quien Marc desconfía.

Ambos chicos formarán una pareja forzada por la tozudez de Kim, e irán atravesando el continente en busca de respuestas a la par que encontrándose con curiosos individuos, entre los que destaca el ladino pero no malvado señor Pad. Sabrán que Driss y su compañera, Alexa, son personas de interés para el gobierno dictatorial de Aldebarán-4, pues son biólogos y persiguen a la misteriosa Mantriz, un animal que pasa por diferentes ciclos y dotado de una inteligencia para la cual no hay forma aún válida de comunicación.

LEO no nos dará un respiro, pues hace con sus personajes aquello que los escritores consagrados siempre han recomendado a los noveles: no les permite un segundo de descanso. No hay momento de paz que dure más de dos viñetas, y si no es un grupo de soldados encañonándoles es la salvaje y primitiva fauna de Aldebarán-4 la que pondrá en aprietos hasta al más pintado. Es una obra de ciencia ficción y de acción, con un marcado acento ecologista, con la que LEO disfruta creando criaturas extrañísimas, en ocasiones horrorosas, en otras delicadas y hermosísimas, lo cual se agradece pues nos traslada efectivamente a un mundo extraterrestre, además de compensar la falta de variedad expresiva de los rostros que dibuja.

La lectura de «Aldebarán», a pesar de las constantes correrías a las que nos somete, es lenta, pero no por la disposición original, sino por la manía del autor de inundarlo todo con cartelas explicativas con la narración en off o primera persona, según se mire, de Marc (cosa que resuelve acertadamente en el ciclo siguiente, dedicado a «Betelgeuse»). No está de más cuando dichas cartelas completan tal o cual escena, profundizan en pensamientos o emociones, etc., pero muchas veces LEO se dedica a escribir en ese cuadrado justo lo que estamos viendo en la viñeta, lo que ha dibujado. Y no lo hace una o dos veces, sino lo hace una infinidad (como los cortes en plan “rap” que nos planta de una viñeta a otra, sin beberlo ni comerlo, en distintas acciones o eventos sin una transición, siquiera de cortesía), lo cual es una pesada rémora que nos impedirá disfrutar de «Aldebarán» como debió ser la intención del autor. 

Otro aspecto que causa cierto incordio es la malsana costumbre de LEO por transformar a sus protagonistas principales en cierta especie de sex symbols. Marc Sorensen no deja fémina sin catar; aceptamos que el tipo es bien parecido y ese aire nórdico las vuelve locas, pero creo que roza la exageración, como sucederá con Kim Keller en la siguiente «Betelgeuse», quien apenas deja varón sin que beba los vientos por ella. Cierto es que el sexo está muy presente en la obra, pero a veces se reduce al mero libertinaje.

LEO traslada a estos ciclos su visión sobre las consecuencias de la colonización de otros planetas por parte de los humanos. Sin que haya mucho hueco para las naves espaciales, denuncia que volveríamos a cometer los mismos errores, caeríamos fácilmente en la manipulación y en las redes de un gobierno militarizado y autoritario por mera supervivencia, más si cabe en Aldebarán-4, donde el Ejército parece haberse fusionado con la Iglesia para un control más fluido. Igualmente mostraríamos a la Naturaleza nuestra peor cara: la incomprensión agresiva hacia el medio (algo que desarrollará con más profundidad de «Betelgeuse»).

Si esperáis una space opera, os equivocáis de título, pero si queréis leer una historia adulta y profunda de ciencia ficción, ésta es la vuestra.

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