Guardia de cine: reseña a «El ataque de los clones»

Título original: «Star War. Episode II: Attack of the Clones». 2002. EEUU. 136 min. Acción, Ciencia-ficción. Dirección: George Lucas. Guión: George Lucas, Jonathan Hales. Reparto: Hayden Christensen, Ewan McGregor, Natalie Portman, Ian McDiarmid, Samuel L. Jackson, Christopher Lee, Temuera Morrison, Anthoy Daniels, Kenny Baker, Frank Oz

Episodio dirigido a la acción más pura, pero que resulta un tanto plano, sin aristas interesantes, más allá de confirmar el empujoncito a Anakin Skywalker para que caiga en el Lado Oscuro

Para la ocasión, el bueno de George dejó meter baza a extraños y el guión contempla más firmas que la suya, noticia que podría ser un consuelo, pues se tenía la certeza de que cuando este hombre está abierto a colaboraciones el producto final mejora (véase Episodio V). Sin embargo, ¿esto supuso producir una película más potable que la anterior para la creciente legión de recalcitrantes fans enojados y defraudados? La verdad es que no, pues este desvío hacia las guerras clon es liviano y pobre, aún cuando contiene escenas vitales de la biografía del jedi Anakin Skywalker y de su incipiente caída en el reverso tenebroso al verse presa de los sentimientos: el dolor y la ira tras la muerte de su madre, y el amor adulto hacia Padmé Amidala, afloramientos lógicos en una rémora de indisciplina que resulta embarazosa desde el minuto uno.

El argumento pretende alejarse lo más posible de las conspiraciones políticas en el Senado galáctico y centrarse más en la pura acción. Ya no seremos testigos de largas reuniones y fatuos discursos más allá de lo meramente necesario para tratar sobre la creación de un ejército republicano que defienda la unión frente al separatismo encabezado por el Conde Dooku y la Federación de Comercio (una visión retorcida de la propia Historia de los EEUU), y cómo el ladino Palpatine manipula a los representantes para que el Senado le conceda poderes especiales (dictatoriales). Y esto está muy bien, y que se pasé a una trama jedi detectivesca mejor, partiendo de unas calles de Coruscant que recuerdan mucho a Los Ángeles de Blade Runner (prácticamente la única licencia preciosista que Lucas se permite en comparación con la anterior), y que llevará a Obi-wan Kenobi hasta el desconocido planeta Kamino donde se llevará, junto a los miembros del consejo jedi, la sorpresa de su vida: allí se está produciendo, desde hace una década, un millón largo de clones perfectamente entrenados en distintas tácticas y técnicas de combate para servir a la República, hecho del todo desconocido dentro y fuera de los despachos de la administración.

Mientras todo esto se cuece, Anakin Skywalker se reencuentra con la adorable Padmé, quien ahora es senadora por Naboo y, cómo no, objeto de constantes atentados contra su vida al ser una firme defensora de una moción contraria a la creación del Ejército de la República, además de por no guardar hacia ella el cariño del virrey Nute Gunray. Ambos jóvenes, sobre todo por parte de un en apariencia enconado Anakin, desenvuelven sus sentimientos hasta la declaración de amor final, a las puertas de una muerte casi segura en el planeta industrial de Geonosis; mientras, el joven padawan comienza a descontrolarse más de lo apetecible, quedando más a merced del terrible plan ideado por Darth Sidious.

La película, por tramos, resulta aburrida, con momentos en los que casi te dedicas a hacer otra cosa más que verla. Aún cuando su historia es vital en el devenir de la serie (cuya mitad conocemos desde 1983), resulta ser plana y hasta esquizoide, siendo lo más rasposo la tácita y alegre aceptación por parte de la República de un Ejército del que no sabía nada hasta hacía unos días y, mucho menos, de dónde han salido los fondos para su fabricación (no solo clones, sino transportes, munición, etc.); supongo que hicieron propio el refrán de “a caballo regalado…”. 

He de expresar que, para ser un filme llamado a sentar una base fundamental en la saga, con la plena colocación de las fichas sobre el tablero, esta revisión me ha sabido a poco. Muy poco.

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