Guardia de cine: reseña a «Jóvenes ocultos» (1987)

Título original: «The Lost Boys». 1987. 98 min. EEUU. Dirección: Joel Schumacher. Guion: Janice Fischer, James Jeremias, Jeffrey Boam. Reparto: Kiefer Sutherland, Jason Patric, Corey Haim, Corey Feldman, Jami Gertz, Dianne Wiest, Barnard Hughes, Jamison Newlander, Edward Herrmann, Billy Wirth, Alex Winter, Brooke McCarter, Chance Michael Corbitt, Alexander Bacon Chapman, J. Dinan Myrtetus, Kelly Jo Minter, Tim Cappello

Es una película entretenida, aunque más ochentera que los ochenta; es una advertencia

Ésta es una película que hiede a los años 1980 por todos sus costados y no solo por la fecha del Copyright. A saber: unos malos con un estilismo brutal, unos protagonistas que van de guay, toneladas de laca lanzadas a la atmósfera, unos adolescentes capaces de enfrentarse a todo, BMX por doquier, una localidad con playa, motos de motocrós a todo gas, un parque de atracciones a reventar, monstruos a golpe de sesión intensiva en maquillaje, la chica que se enamora del protagonista principal y al que ayuda aunque sea traicionando a los vampiros, la madre divorciada que no existe en el mundo real, el abuelo tarado pero que es el puto amo, la casa hasta arriba de cachivaches, el tío musculoso y engrasado del saxofón, los planos aéreos interminables tomados desde helicópteros… Si los fans de «Stranger Things» más bisoños del lugar se atrevieran a retrasar sus relojes, lo fliparían de narices con esta película de pseudo terror adolescente y vampírico que enraizó en la memoria de tantos chavales en aquella y que aún recuerdan con esa mezcla de sentimientos encontrados. Es como un bote de spray Ubik para los hermanos Duffer.

La historia en sí es bien sencilla de resumir: una madre recién divorciada, junto a sus dos hijos, se muda de Phoenix (Arizona) a Santa Clara (California), una localidad de aparente y calmada diversión en la playa y en la montaña rusa, pero que es apodada la capital mundial del crimen por la enorme cantidad de homicidios que se perpetran durante las noches de verano. Michael, el hijo mayor, se fija en Estrella, una chica muy guapa que lo conducirá hasta David y sus colegas, unos atractivos y siniestros pandilleros que solo viven para pasarlo bien a costa de los mortales y que quieren que Michael se les una. Mientras, el hermano pequeño, Sam, hace migas con una estúpida pareja de hermanos adolescentes que se encargan de la tienda de cómics de sus padres, visten como y se creen miembros del SOG en Vietnam, y están muy al tanto de la presencia de vampiros en su lindo pueblo costero. Y, claro, la madre encuentra trabajo en un videoclub y le cae tan bien al dueño que hasta inicia una relación sentimental con él.

Todo lo demás pues ya lo imagináis. El río muere en el mar y las películas de vampiros en el enfrentamiento final con los “jóvenes ocultos” y el “jefe”. Aunque no me termina de cuajar la presencia de esa niña a medio vampirizar, una suerte de disparo fallido y pobre tributo al personaje de Claudia, de «Entrevista con el vampiro» (Anne Rice) (mira el mal rollo que crea un infante entregado a las fuerzas más siniestras y no lo aprovecharon más allá que en una escena…), así como ese Deus Ex Machina o salvamento in extremis por parte del abuelo, que no se sabe de dónde sale, cómo y porqué.

¿Qué os puedo decir aparte de todo esto? No lo sé y temo acabar repitiéndome. Es una película entretenida, aunque más ochentera que los ochenta; es una advertencia. Ese cantante fogoso con saxofón llegó a provocarme un acceso de vergüenza ajena… La madre que lo parió. Y el estilismo es tan “guayón” que se pasa tres pueblos y llega hasta el cuarto. Pero puedo entender que calara en el blando músculo cerebral adolescente de entonces, por mucho que diste de poder ser considerada como una película de terror, más bien sí una comedia sobrenatural.


No hay comentarios

Con la tecnología de Blogger.