Guardia de cine: reseña a «¿Estamos solos?» (2018)
Otra película postapocalíptica anterior al COVID 19, pero que merece una especial atención. No os dejéis arrastra por el agobio y sed pacientes con ella
Buscar información sobre esta película es exponerse a demasiadas reseñas negativas. Que si es lenta, aburrida, hueca… Y hasta cierto punto estoy de acuerdo, pues en ocasiones resulta necesario que los riffs de guitarra de Alex Lifeson o el “Oh, yeah!” de Geddy Lee en su interpretación de la canción «Working Man» (Rush), te despierten. Sin embargo, esta película independiente, introspectiva y abocada al fracaso ante un público de masas, está en posesión de una serie de aspectos que terminan forzándote a usar la máquina de engranajes que es tu cerebro.
A nadie (casi), se le pierde por el camino el cordón umbilical que une esta historia con el argumento de «Soy leyenda», de Richard Matheson (habría sido un buen detalle eso haber incluido en los créditos finales la frase “Inspirado en…”, pero se les pasó), y sus adaptaciones cinematográficas, aunque aquí no haya vampiros ni mutantes malrrolleros al acecho. Lo que hay es una Humanidad exterminada por culpa de una extraña enfermedad y un hombre que se cree el último de su especie en su pueblo del Norte de Nueva York. Al igual que Robert Neville, Del, el bibliotecario municipal, trabaja sin descanso por los días, siguiendo un plan bien definido: con el mapa de la población en la mano, va entrando en todas las casas, recoge los cadáveres y los entierra en un campo a las afueras; además, limpia cuanto puede y se lleva, para su archivo, todas las fotografías de los fallecidos que encuentra. Y es ese plan el que explica porqué el pueblo está en tan buenas condiciones, pues Del incluso conduce y emplea vehículos y medios de mantenimiento local. Y cuando no está inmerso en estas hercúleas tareas se dedica a organizar la biblioteca, pescar en el lago, caminar… Todo ello en un abrumador silencio y una más que absoluta soledad. Aunque Del ya se sentía solo antes del incidente.
La vida rutinaria de Del, muy acorde también con su modo de ser, se ve interrumpida de pronto cuando un día, circulando en su camioneta, advierte el sonido de una alarma y encuentra un coche accidentado en la cuneta de una calle. En su interior hay una chica viva, Grace (la Ruth de este relato), un personaje al que la mayoría ha acabado odiando por cómo se comporta, pero la aborrecen porque no se han dado cuenta de que es la contraposición a Del. Grace es radicalmente distinta al orden y sosiego del bibliotecario.
Siendo que no falta ni el perro (esta vez, perra, pero encontrada por Grace), la acción en sí nos priva de conocer en profundidad a los personajes. Eso es verdad. No son planos, pero apenas se acaba sabiendo nada de ellos. Se pueden detectar señales, como la escena en la que Del arroja piedras contra la que fue su casa y solo nos podemos imaginar qué le pudo suceder en su interior. También que Del se sentía solo antes del incidente, pero resulta que conocía a todo el pueblo, incluso las multas que mantenía cada usuario por retraso en la devolución de sus préstamos, pero él sólo sería conocido por su enanismo.
Pero de Grace sí sabremos algo más, con ese giro en el que aparecen los padres de ella y Del descubre que existe un reducto de miles de personas en la costa Este del país. Pero hasta que no aparece esta pareja distorsionadora sólo sabemos de Grace que es irritante y que tiene una misteriosa cicatriz en la parte trasera del cuello. Es gracias a ese giro, gracias al cual Del sigue los pasos de Neville por salvar a Ruth, cuando se nos planteará la pregunta más importante de toda la película o, mejor dicho, se nos ofrecen dos opciones, pastilla azul o pastilla roja: integrarse en una nueva sociedad, falsa e hipócrita, que se extirpa médicamente todos los recuerdos del pasado para no sufrir, o mantenerse en la soledad y conservar la humanidad.
La película, sí, es harto lenta y aburrida. Tiene apenas diálogo y sí muchas escenas de introspección, en las que Del, interpretado por el magistral Peter Dinklage, carga sobre sus espaldas con todo el peso de la cinta (nunca mejor dicho, porque aparece casi siempre de espaldas). Sin embargo, su fama adquirida por encarnar al ladino Tyrion Lannister le persigue hasta esta película, cuando Grace (interpretada por Ellen Fanning), le cuenta la mentira de que su padre murió, durante el incidente, en el wáter.
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