Guardia de cine: reseña a «No mires arriba» (2021)
Es la mejor excusa que hay hoy para poder reírnos de lo que nos está pasando, aún con todo lo negativo y trágico
No estoy realmente preparado para reseñar esta película. Lo sé. Considero que antes de ponerme a escribir toda esta parrafada que tengo que evacuar debería, al menos, revisionar la cinta para terminar de asimilarla y cuadrar el enfoque. Mas aquí me tenéis por eso de que «No mires arriba» es de lo que todo el mundo habla (o, ya a estas alturas, ha hablado porque me da que su momento de gloria ha pasado, al menos entre los principales corrillos de la Plaza Mayor). Y todo el mundo habla no sé si por su mensaje en la botella o simplemente por lo irreverente que es, tomando prestadas las típicas notas del cine apocalíptico con un meteorito-cometa-lo que sea que se nos cae encima, para colar una feroz crítica al sistema político y social dominante en los EEUU y, por simpatía, en el resto del globo.
Resulta tarea imposible no encontrar los paralelismos entre lo que sucede en la película y aquello que nos ocupa desde hace ya dos años. Como escoger una pandemia como tema central no sería plato de gusto, resulta mejor echar mano de un cuerpo celeste en rumbo de colisión con el planeta Tierra, como en aquel tronchante capítulo de «Los Simpson», con un poco de aquel otro de «Futurama», con cierta bola gigante y amenazante de basura. No, no sería muy agradable hacer hoy una nueva «Contagio» y menos que fuera divertida y trágica a partes iguales.
Bien. El argumento de «Nos mires arriba», para aquellos que no hayan estado al loro, arranca con una doctorando de la Universidad de Michigan, Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence), alumna del doctor Randall Mindy (Leonardo di Caprio), quien, durante un rutinario examen del cosmos, detecta una anomalía a la que dará nombre: el cometa Dibiasky. Es una pasada: su apellido ya formará parte de la Historia de la Ciencia y la Astronomía. El problema es que todos los cálculos de trayectoria arrojan el mismo resultado: en poco más de seis meses, ese objeto sideral, procedente de lo más desconocido del sistema solar, arrasará el planeta Tierra. Y lo “gracioso” del asunto es que habrá quienes no hará ni caso hasta que sea demasiado tarde, caso, quienes se lo tomará a broma y quienes negarán la existencia del peligro (¿no os suena de algo?).
La primera estación de penitencia de la pareja protagonista será la Casa Blanca, donde un trasunto de Donald Trump con bragas (Meryl Streep), se preocupará más de las elecciones de dentro de tres meses que de dar respuesta a una crisis sin precedentes, como si la cosa no tuviera importancia real y poniendo en duda la capacidad de unos científicos de una universidad considerada menor (sigue sonando, ¿verdad?), a pesar del apoyo de un también ninguneado Dr. Teddy Oglethorpe (Rob Morgan).
La segunda estación de penitencia será la de los medios de comunicación, a quienes todo les parece una broma, sobre todo tras el estallido de angustia de Kate ante la cámara. Tanto el programa como las RRSS la considerarán una chiflada.
Dicen que rectificar es de sabios, y la presidente Orlean lo hace cuando los datos de la NASA dan la razón a los estudios de Dibiasky y Mindy, siendo recuperados para encabezar una misión para desviar al cometa; una misión en la que, por supuesto, solo participa EEUU porque ellos se valen para salvar al planeta entero, qué demonios. Sin embargo, la misión, ya con las naves en el aire, se aborta porque se descubre que el cuerpo celeste está hasta los topes de lo que se denominan «tierras raras», que son los minerales con los que actualmente se desarrolla toda nuestra tecnología. En vez de dar una patada en el culo del cometa, se prefiere arriesgar la suerte de todo el planeta a cambio de unos beneficios que se cuantifican en billones de dólares y en una revolución de la que, supuestamente, se beneficiará toda la población mundial.
Tampoco voy a seguir pues no quiero reventaros la trama, pues siendo reciente su estreno es posible que no la habréis disfrutado aún, pero sí os puedo contar un par de cosas que se resumen en lo que les sucede a los dos protagonistas principales dentro de su esfera personal.
Kate Dibiaksy (regreso de la Lawrence por la puerta grande, demostrando que no ha perdido práctica en eso de dotar como nadie a sus personajes de una marca agresiva y cínica), será víctima de las RRSS y del Sistema contra el que se rebela, tanto es así que hasta sus padres se niegan a admitirla en su casa. En ocasiones tiene la certeza de que nadie quiere ver lo que realmente está sucediendo, un destino terrible que lleva la cuenta atrás en una aplicación de dietas en su teléfono móvil y a llorar cinco veces al día. Hasta que un día encuentra a alguien que la permitirá ver todo con otra óptica.
Por su parte, el Dr. Randall Mindy, al contrario que le sucede a su tutelada, alcanza una fama positiva pero muy superficial. Las RRSS se inundan de mensajitos considerándolo en científico más sexy del planeta, se convierte en la mascota de la Casa Blanca y hasta se tira a Brie Evantee (Cate Blanchett), la fogosa y libertina presentadora del programa “The daily rip”, donde Mindy y Dibiasky aparecieron por primera vez, lo cual lleva a la práctica destrucción de una relación surgida en la universidad y cimentada con un matrimonio unido durante décadas y por dos hijos ya adultos. Pero Mindy será expulsado del proyecto de recuperación del cometa, auspiciado por BASH, una megacorporación tecnológica entregada al sacrosanto algoritmo y dirigida por Peter Isherwell (Mark Rylance), quien en su corto cuerpo reúne a todos los magnates actuales de la industria de las telecomunicaciones y espaciales; expulsado por poner en duda los datos (como otros tantos colegas antes que él), y que explota, a lo Dibiasky, en “The daily rip”, harto de todo.
Llegará entonces el momento de elegir entre mirar arriba y no mirar, entre pensar y no pensar.
La crítica no puede ser más feroz contra la política (inestable, corrupta, etc.), y el aura de superioridad estadounidenses. También contra la inacción del resto de naciones (pues ya se sabe que no cuentan para nada), y contra la fe ciega y casi religiosa hacia el algoritmo (que no siempre acierta y que enmascara la arrogancia humana). Pero lo más destacable, al menos para mí, es la crítica social y personal. Y en esta última me quiero quedar, más en concreto con la cena familiar en casa de los Mindy: ahí está todo lo que necesitamos, nada más. Estad muy atentos a lo que dicen los congregados.
Ya os lo digo: es una película que os recomiendo que la veáis (títulos de crédito incluidos porque, si no, os perderéis una escena extra final). Puede que sea lo más extraño del cine digamos comercial que se estrenará en mucho tiempo y para elque se ha reunido a un plantel de primeras espadas de la interpretación.
Post a Comment