Guardia de cine: reseña a «Supergolpe en Manhattan»
Película protagonizada por Sean Connery que se me había pasado totalmente desapercibida y que pertenece a su etapa post-Bond, aunque sea del mismo año que «Diamantes para la eternidad» (1971).
Aquí, Connery se mete en la piel de Duke Anderson, un ladrón recién salido de la cárcel tras cumplir una condena de diez años, que organiza un golpe de altura en el edificio de ricachones en el que reside también Ingrid, su amante, quien se da la gran vida a costa de otro hombre con el que se acuesta. Reclutando a los compinches que fueron liberados con él el mismo día y obteniendo la financiación de una familia mafiosa de Nueva York, el protagonista planea y ejecuta un atraco casi quirúrgico, pero los rehenes se comportan de una forma un tanto peculiar, por lo que el desarrollo del crimen estará cuajado de imprevistos e imprecisiones.
La cosa que me ha quedado clara es la animadversión o denuncia de un pronto futuro (comienzos de los años 1970), donde las cámaras de vigilancia y los micrófonos lo registrarán todo por doquier, reduciendo o difuminando las líneas de la privacidad. No tan claro me ha quedado el papel del IRS (la Hacienda en los EEUU), en el argumento, con sus cintas y ese seguimiento milimétrico al protagonista (entronca con lo anterior, pero se escapa el sentido de su intervención). Se presenta la investigación fiscal como capital, pero es conducida a un final inesperado, quizá provocado por la composición original, cruzando escenas del atraco, incluyendo el asalto al edificio tras quedar la Autoridad alertada, con las declaraciones in situ de las víctimas, que responden, digamos, a su manera a las preguntas que les hacen los inspectores de la Policía...
La producción tira del gancho de un Connery ya entrado en años y falto de cabello, pues su atractivo será perpetuo. Apenas, en su actuación, hay algo que lo despegue del personaje de Ian Fleming que lo hizo mundialmente famoso, salvo el hecho de que sea un ex convicto: un tipo rudo, muy seguro de sí mismo, que, aunque no coleccionará muchachitas ligeras de ropa, tendrá su buena ración de rubia.
El estilo de la producción es muy ágil y entretenido, impulsando al espectador a preguntarse siempre por el buen o mal fin del atraco, incluso a anhelar que todo les salga bien a tan ecléctico grupo de ladrones, entre los que encontramos a un jovencísimo Christopher Walken. Quizá lo más pobre de la película sea su banda sonora, a cargo de Quincy Jones, quien firma uno de sus trabajos más mediocres.
Post a Comment