Guardia de televisión: reseña a la miniserie «The Game» (2014)

Título original: «The Game». 2014. 360 min. RU. Dirección: Niall MacCormick, Daniel O'Hara. Guion: Sarah Dollard, Debbie O'Malley, Toby Whithouse. Reparto: Tom Hughes, Brian Cox, Victoria Hamilton, Tim Bentinck, Gabrielle Scharnitzky, Paul Ritter, Shaun Dooley, Chloe Pirrie, Jonathan Aris

La serie tiene un tono mordaz y siniestro, propio de una serie de espionaje. Es lenta y, en ocasiones, parece que se le da acción a trompicones, pero es que la lentitud, ese paso arrastrado y de serpiente, es lo que caracteriza a las novelas de este género de la época

Pues anda que no llevaba yo tiempo detrás de esta serie. Vi un avance no sé dónde y me he tirado mi tiempo para encontrarla y acabar pasándola por la retina. 

Me atrajo, ya de entrada, ese sabor setentero tan de «El Topo». El aire rancio, sucio y de colores tierra en toda la ambientación, con un argumento que recuerda a la fuerza a John le Carré por eso del infiltrado, esta vez bien escondido en la cúpula del MI5, el servicio de inteligencia que opera dentro de las fronteras del Reino Unido, y por una operación soviética de magnitudes imposibles de determinar.

Estamos en 1972.

Durante seis capítulos seguimos a los integrantes de la cúpula del MI5 quienes tratan de descubrir las implicaciones de la operación Cristal, de la que apenas conocen gracias a un alto oficial del KGB que quiere desertar, pero la serie comienza con un incidente sucedido en Polonia el año anterior, protagonizado por Joe Lambe, un taciturno y expeditivo interrogador del MI5. Durante ese incidente parece estar desertando para la URSS, pero es capturado por los soviéticos y su contacto, Yulia, una chica de la que está enamorado, es asesinada por un agente llamado Odín. Todo esto lo hará sospechoso en el juego que se iniciará con Cristal, pues el traidor está en la cúpula del MI5, pero cualquiera puede ser el topo: el propio jefe, “Papi”, Bobby Waterhouse (su algo afeminado segundo), Sarah Montag (mano derecha del jefe), Alan Montag (marido de la anterior y encargado de escuchas), o la propia Wendy, la secretaria de Papi. De esa lista solo se libra el detective Jim Fenchurch porque accede a la cúpula del MI5 como enlace policial tras estallar Cristal, pero tampoco nos podemos fiar, pues los tentáculos del KGB llegan a todos lados.

La serie tiene un tono mordaz y siniestro, propio de una serie de espionaje. Es lenta y, en ocasiones, parece que se le da acción a trompicones, pero es que la lentitud, ese paso arrastrado y de serpiente, es lo que caracteriza a las novelas de este género de la época, con mucho trabajo de oficina y mucha discusión, a medida que se va desvelando una verdad y se juega a ciegas.

Quizá un problema sea el querer desarrollar a los personajes muy poco, no pasan de ser esqueletos arquetípicos con unos detalles o adornos sobre su personalidad y poco más allá. Hay quien ha afirmado que están finamente dibujados, pero yo diría que sólo son un esbozo, apenas unos puntos que los hacen actuar o los definen.

Aunque la serie obtuvo muy buenas calificaciones de crítica, el público no respondió en el mismo sentido sentándose delante del televisor, supongo que porque la trama es complicada, lo cual sorprende pues estamos hablando del público típico de la BBC, que siempre es muy exigente. Pero es que cualquier producto de este género es complicado, un laberinto (KGB, MI6, agentes dobles, terroristas, el IRA...). Y esta falta de respuesta positiva llevó, por desgracia, a la cancelación de la segunda temporada, algo que a muchos nos habría gustado disfrutar.


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