Guardia de televisión: reseña a la primera temporada de «Separación» (2022)

Título original: «Severance» (S. 1). 2022. Nueve episodios de 45 min. EEUU. Dirección: Dan Erickson (Creador), Ben Stiller, Aoife McArdle. Guion: Mohamad el Masri, Dan Erickson, Andrew Colville. Reparto: Adam Scott, Patricia Arquette, John Turturro, Britt Lower, Zach Cherry, Christopher Walken, Tramell Tillman, Dichen Lachman, Jen Tullock, Marc Geller, Yul Vazquez, Mark Kenneth Smaltz, Nikki M. James, Ethan Flower, James Augustus Lee, Sahar Bibiyan, James Sarli, Rickland Powell, Sydney Cole Alexander, Anthoula Katsimatides, Cassidy Layton

Espeluznante alerta sobre la posibilidad de que el desarrollo tecnológico sea capaz de dividir en dos una única personalidad

En un principio, el concepto suena hasta bien. Una tecnología que ofrece la posibilidad al que se preste de que sus cuitas personales se queden aparcadas durante las ocho horas que dura la jornada laboral, y que aquello que viva en la oficina se quede ahí para siempre, entre paredes blancas: ni preocupaciones, ni plazos, ni broncas del jefe, etc., nada de nada una vez en el exterior.

Pero no. Al final no suena tan bien porque esta tecnología de Industrias Lumon, llamada “Separación”, significa la creación de un Yo alternativo, paralelo, que solo vive en el subterráneo del edificio de la empresa; que tiene un nombre pero solo una letra como apellido; que es una versión supuestamente monocromática y bidimensional. Ese Yo, el “dentri”, no sabe nada de lo que ocurre al otro lado del ascensor que lo lleva a la superficie y de lo que vive su “fueri”. Actúa con una serie de conocimientos innatos y sólo existe para trabajar en departamentos tan absurdos como Refinado de Macrodatos (cuya función es misteriosa e incomprensible), donde está Mark S., el protagonista principal, cuya estabilidad se ve comprometida cuando Petey, su mejor amigo en el trabajo (una de las únicas tres personas con las que “convive” a diario), es “despedido” y la vacante es ocupada por la recién llegada Helly R. 

Mark S. deberá asumir entonces la dirección del departamento y guiar a Helly, asumiendo responsabilidades para las que no se cree capacitado, más si cabe cuando Helly, tras unas horas entre los siniestros y laberínticos cimientos de Lumon, quiere renunciar. Pero todas las peticiones de Helly son denegadas. ¿Por quién? Pronto lo sabrá y esto la conducirá a una situación límite.

Mientras, Mark tendrá que lidiar con sus otros dos compañeros: Dylan G, l desconfiado y lenguaraz, e Irving B, encorsetado y fiel seguidor a rajatabla del manual escrito por Kier Eagan, el fundador de Lumon. Bueno, manual suena muy suave, pues en realidad es una Biblia escrita por un capitalista que crea una pseudo-religión empresarial y social que ha de inspirar todos.

Mark es el único personaje en Refinado de Macrodatos al que acompañaremos fuera de Lumon (hasta que se active la contingencia de horas extra), y del que conoceremos su drama personal, traumatizado aún por la muerte en accidente de tráfico de su esposa Gemma, y su familia directa, compuesta por su hermana Devon y su cuñado Ricken, un autor de libros de autoayuda. Su vida es rutinaria y gris,  pero se trastocará cuando Petey lo visite y le pida ayuda para acabar con Lumon y el proceso de separación.

Esta serie, capitaneada por Ben Stiller y encabezada por Adam Scott, a pesar de tales nombres propios, no tiene, ni por asomo, nada que ver con la comediaaunque sí con el humor llamado inexpresivo y rebozado con una fuerte dosis de terror psicológico. Es un drama de ciencia-ficción que aborda el peligro de una tecnología que divide a un ser humano en dos y de la deidificación de aquel que te da de comer, pero también es una burla feroz del empleo actual, sometido a la tiranía de la falsa y nada empática sonrisa de los miembros de Recursos Humanos. Las escenas en el departamento de Refinado son absolutamente magistrales y espeluznantes, con unos empleados que supuestamente se contentan con solo vivir trabajando y disfrutando de fiestas de recompensa amenizadas por el Sr. Milchik y su eterna sonrisa, de cinco minutos de duración, en las que se puede bailar o atiborrarse de huevos duros rellenos.

A fin de cuentas, se alerta de la asunción y aceptación voluntaria de la esclavitud , vista con buenos ojos por el que la “sufre”, pues, en realidad, la sufre otro. Una separación que tomará carices más siniestros cuando supere las barreras físicas del edificio de Lumon.

Con el paso de los episodios (solo nueve), la incorporación y rebelión de Helly, la necesidad de Irving de entrar en contacto con Burt (interpretado por el genial Christopher Walken), director del departamento de Óptica y Diseño (tan absurdo como el de Refinado de Macrodatos, aunque no tanto como ese otro que Mark y Helly descubren durante un “paseo”), o la torpeza de Milchik al desvelar a Dylan la existencia de la “contingencia de horas extra”, conducirán a todos estos “dentri” a forzar un cambio en sus vidas de esclavos en un final de temporada que nos dejará con las uñas clavadas en el asiento durante 40 minutos que exigen, por justicia, una segunda temporada.

Si hay que destacar interpretaciones, destaco a Adam Scott, en un papel muy serio para lo que suele ser su área de confort, aunque lo gana por goleada la gran Patricia Arquette, que interpreta a dos personajes radicalmente distintos y opuestos: la dulce y amable Sra. Selvig (algo a lo que nos tiene acostumbrados con su simpática sonrisa), quien, en realidad, es la psicópata despiadada Harmony Cobel, jefa directa de Mark S. en Lumon, una tipa a evitar en todo momento.

¿Cómo podría cerrar este artículo? Pues con un alarido: ¡Quiero la segunda temporada ya! Eso y que no acabe prometiendo más de lo que puede dar, como sucedió con aquella serie de una isla que recuerda en ocasiones a los misteriosos pasillos de Lumon: «Perdidos».


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