Guardia de cine: reseña a «Daimajin: el dios diabólico» (1966)

Título original: «Daimajin». 1966. 84 min. Japón. Dirección: Kimiyoshi Yasuda. Guion: Tetsuro Yoshida. Reparto: Miwa Takada, Yoshihiko Aoyama, Jun Fujimaki, Ryutaro Gomi, Tatsuo Endô, Gen Kimura, Ryuzo Shimada, Otome Tsukimiya, Saburo Date, Keiko Kayama, Otome Tsukimiya, Chikara Hashimoto, Shôsaku Sugiyama, Akira Shiga, Riki Hashimoto

“Ande o no ande, caballo grande”, o algo por el estilo debieron entonar los ejecutivos japoneses entre jarras de cerveza décadas atrás

Lo mismo les daba un monstruo prehistórico mutado por efecto de las bombas nucleares que superhéroes procedentes de más allá de las estrellas o robots humanoides pilotados por aguerridos jóvenes. Incluso dioses, como en el presente caso, cuya ira despierta tras un largo letargo y sirve para la más descontrolada de las destrucciones en un plató lleno de maquetas.

En las montañas que encierran las tierras de los Hanabusa habita el espíritu de una deidad muy poderosa que se mantiene en calma gracias a los ritos anuales que representan las gentes del lugar. Sin embargo, entre los corredores del castillo, los conspiradores, con el jefe de la guardia a la cabeza, se disponen a asesinar a su señor y a su familia, importando bien poco el tener que mancharse las manos con la sangre de dos niños inocentes. Kogenta, un samurái leal a la casa Hanabusa, huye con los príncipes y, con la ayuda de Shinobu, sacerdotisa de Daimajin, oculta a la pareja de hermanos en la montaña, a la vera de la estatua donde dormita el silente dios.

Pasarán diez años, tiempo suficiente para que los otrora alegres vasallos de los Hanabusa se conviertan en esclavos del tirano todopoderoso que ha usurpado el trono, el mismo que impone su ley a sangre y fuego a todo aquel que se atreva a oponerse, dando lo mismo si son campesinos que ejércitos de señores feudales vecinos. Y el tirano, que parece que sólo tiene por capricho construir una gran fortaleza como demostración perpetua de su poder, tiene el ánimo ensombrecido por las pequeñas células de leales del clan Hanabusa, aún debilitadas y sin líder, que pueden atentar contra su persona.

El príncipe Tadafumi Hanabusa, ya con 18 años y sabedor del sufrimiento de su pueblo, se convence que algo ha de hacer, pero poco podrá en relación a Daimajin, quien despertará ante la herejía que ordena el señor feudal perpetrar contra su estatua y ante los ruegos de la princesa Kozasa. Despertará, sí, y ya os imagináis cómo terminará todo.

Lo que más me llamó la atención de este película es que es una trama histórica del Japón feudal en la que la intervención del, digamos, monstruo sobra más allá de darle un final rápido y con atractivo sobrenatural. Podría haberse resuelto de una forma más “humana” sin apenas variar el guion, por lo que me hace sospechar que, originalmente, era otro libreto que se torció hacia otros derroteros (pero, ya sabéis, puedo estar muy errado en esta conclusión).

Otro aspecto del que me gustaría hablar es la labor de fusión de planos incluyendo al gigante Daimajin, muy bien realizada y cuidada, sin esas aberrantes exposiciones de distinta iluminación, por ejemplo. Tal es el mimo que apenas se cuelan esos planos en los que se ve a las claras a un tío disfrazado paseándose entre maquetas, entregado a la destrucción más feliz y gozosa. En estos efectos se aprecia una gran inversión de tiempo, esfuerzo y dinero, con la inclusión de elementos a tamaño real; también cierto derroche en los escenarios, así como un fuerte apego por localizaciones exteriores que, aún no siendo muchas (la montaña y los alrededores del castillo), suponen un engorro para cualquier producción, sobre todo en aquella época.

Bien diría que aquí el dios diabólico hace honor al mecanismo del Deus ex Machina, que viene a salvar la situación de los héroes desvalidos y humillados a cambio de algunos destrozos y un poco de carnicería entre los malos. Eso sí, Daimajin es un ser inmutable en la práctica tras su hierático rostro de jade, hasta que se le muestra una acción de sacrificio y entrega gratuita.

Quizá haya que esperar en demasía para ver a Daimajin en acción, pero esta es una película (la primera de tres que se producirían el mismo año), de corte histórico-fantástico y no de catástrofes a la nipona al uso.


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