Guardia de cine: reseña a «Soy leyenda» (2007)
A pesar de contar con unos pocos puntos positivos y superiores a las películas anteriores, la inexistencia de una sociedad amenazada por Neville, como verdadero monstruo de un mundo extinto, hace perder mucho del mensaje original de Matheson y que se sintetiza en el título «Soy leyenda» que, en este filme de 2007 quedó reducido, como variación tributaria de la producción de 1973, al descubrimiento de la cura y a una cierta aura mística
Superado el trago amargo de tener que soportar a Will Smith durante casi dos horas en pantalla, por fin estoy escribiendo esta reseña con la que cierro el ciclo dedicado a las adaptaciones cinematográficas de la novela «Soy leyenda», de Richard Matheson, aunque me deje a propósito una producción menor que no me ha inspirado el aliento necesario para perder el tiempo con su visionado.
Esta revisión de 2007 (ambientada en 2012), toma elementos prestados del universo creado décadas atrás. Tiene sus detalles extraídos directamente de la novela, pero también de las películas de Vincent Price y, principalmente, de Charlton Heston, pues el arranque, con ese rugiente Mustang circulando a toda velocidad por las calles desiertas de Nueva York, aún persiguiendo corzos para la cena, no puede ser menos sutil.
Will Smith encarna al teniente coronel Robert Neville, experto virólogo militar que será el único superviviente en la Zona Cero de Nueva York tres años después del estallido de una pandemia mundial provocado por un un virus modificado para curar el cáncer. La nueva enfermedad llevará a la Humanidad a la extinción. Aquellos pocos que sobreviven a los efectos mortales, unos quinientos millones, mutan a una especie de albinos muy agresivos de comportamiento puramente animal y zombie. Neville estima que unos doce millones, en todo el mundo, deberían ser inmunes como él, pero habrían sido presa fácil para los mutantes.
Lo que desentona es que no existe una comunidad que sienta las bases de una nueva sociedad y que es hostigada por Neville. El protagonista no los caza, más allá de capturar mutantes para usarlos para los experimentos que lleva a cabo para dar con una vacuna efectiva. Para este Neville, la prioridad es recuperar a la Humanidad y, en realidad, llega a dudar que haya nadie más a pesar de que todos los días, al mediodía, espere que alguien acuda al puerto acudiendo a su llamada radiofónica.
Si algo tiene esta adaptación que supere a las anteriores es la aplicación de tecnología informática, que permite que admiremos, de una forma creíble, una ciudad deshabitada y a merced de la Naturaleza. Asimismo, el aspecto psicológico de Neville está más marcado, resultando interesantes sus “interacciones” en el videoclub, así como la forma en la que se mantiene cuerdo gracias a Sam, la perra de la familia (recordemos lo importante que es en la novela ese contacto hombre-animal, aunque aquí esta mascota esté con el protagonista desde antes del estallido y no es un chucho callejero al que trate de rescatar). Pero, a pesar de estos puntos positivos, la inexistencia de esa sociedad amenazada por Neville, como verdadero monstruo de un mundo extinto, hace perder mucho del mensaje original de Matheson y que se sintetizaba en el título «Soy leyenda» que, en este filme de 2007 quedó reducido, como variación tributaria de la película de 1973, al descubrimiento de la cura y a cierta aura mística. Es como si Will Smith no pudiera aparecer pegando tiros en pantalla a gente inocente que se hubiera adaptado y que no fuera un zombie descerebrado. Puede que sea una nota diferenciadora, pero no encaja en el marco.
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