Guardia de cine: reseña a «Ella y sus maridos» (1964)

Título original: «What a Way to Go!». 1964. 85 min. EEUU. Dirección: J. Lee Thompson. Guión: Betty Comden, Adolph Green (historia de Gwen Davis). Reparto: Shirley MacLaine, Paul Newman, Robert Mitchum, Dean Martin, Gene Kelly, Robert Cummings, Dick Van Dyke, Reginald Gardiner, Tom Conway, Wally Vernon, Margaret Dumont, Teri Garr, Barbara Bouchet

Una película con un desarrollo argumental muy lineal, pero también muy divertido, que solo en los años 1960 podría haber visto la luz y que ayudará a cualquiera a pasar un buen rato.

El brillante y pastel Hollywood de comienzos de la década de 1960 nos ofreció una cornucopia de títulos de comedia que, aún hoy día, son capaces de arrancarnos carcajadas y la más sentida admiración hacia tan inteligentes y osados guionistas, de acerados dedos sobre los teclados de sus duras máquinas de escribir. Películas con un elenco muy reconocible, siendo que, entre las féminas, destaca Shirley MacLaine, quien en esta «Ella y sus maridos» luce a una altura inalcanzable junto a varias primeras espadas.

Louisa May Foster es una viuda, de riguroso luto, que se presenta en una delegación del Gobierno federal para hacer entrega voluntaria de una ingente cantidad de dinero que es el resultado último de haber visto morir a cuatro maridos: los doscientos once millones de dólares reseñados en un cheque que los funcionarios consideran una broma pues es el primero de abril (April Fools, lo que en nuestra cultura sería el Día de los Inocentes, que celebramos el 28 de diciembre). Louisa, en el diván de un psiquiatra relata la historia de su vida, la de una muchacha que siempre quiso vivir una vida humilde y simple, con una casita de campo, unos animales que criar, unos hijos a los que ver crecer y un marido que la quiera. Pero sus deseos chocaban con la especial forma que tenía su madre de asimilar los sermones del reverendo local: el odio hacia el vil metal, mas la buena señora acabó odiando el dinero que estuviera en bolsillos que no fueran los suyos.

Louisa renegó desde niña de futuros acomodados y diamantes. El problema es que todos los hombres con los que se casó (salvo uno), de pobres pasaban todos a ser multimillonarios y, por culpa del ascenso, acababan siendo víctimas mortales del éxito, ahondando la pena de Louisa y engrosando, tras cada herencia, sus cuentas bancarias en varias decenas de millones de dólares. Cuatro historias de amor más una última, donde el contraste entre la pobreza y la riqueza es total y acompañada por sueños fílmicos de Louisa y una auténtica extravagancia textil, sobre todo cuando se casa con el personaje que interpretó Robert Mitchum, con una escena en la que encadena un sinnúmero de vestidos y trajes a cada cual más elegante y sofisticado (más peinado). Y a Robert Mitchum le acompañaron Dick Van Dyke, Paul Newman, Dean Martin y Gene Kelly.

El desarrollo argumental es lineal, pero muy divertido. Lineal porque mantiene la paridad en las historias de cada marido, aunque solo la muerte del primero guarde una lógica asumible. Es una película que solo en los años 1960 podría haber visto la luz y que ayudará a cualquiera, con independencia de su década, a pasar un buen rato.


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