Guardia de cine: reseña a «Cómo destruir al más famoso agente secreto del mundo»
Sátira a la saga de James Bond encabezada por un Jean Paul Belmondo que no teme cruzar y escupir sobre la línea que separa el absurdo normal de otro a un nivel superior
El inicio de esta película ya nos ofrece una muestra inequívoca de lo que vamos a visionar, aunque en realidad, la gansada solo sea la excusa para tratar una historia menor, protagonizada por un deprimido escritor de novelas de consumo rápido, de nombre François Merlin, y Christine, su bella y taciturna vecina que le sirve de musa para uno de los personajes de la historia del agente secreto Bob Saint Clair en la que está trabajando, la cual ha de entregar en un plazo inmediato a Charron, el idiota de su editor, a quien poco le atormentan los problemas económicos, personales y habitacionales de su perro de teclado.
La última aventura de Saint Clair pivota entre París y Acapulco, derrochando el tipo una masculinidad desaforada y hortera, así como una nula discreción en el vestir, todo marca de la casa. Vamos, un James Bond más exagerado de lo que resultaría de una noche de amor ciego y fértil entre Sean Connery y Roger Moore. Pero también un esperpento sin mesura en las escenas de acción, como cuando Saint Clair pega un tiro y mata a cuatro tipos colgados de una palmera o hace ski acuático y habla por teléfono a la vez, por ejemplo. Todo lo que se le ocurra a Merlin el posible; un Merlin que dirigirá todas sus emociones y sentimientos hipertrofiadas sobre la máquina de escribir, mientras no le arreglan el baño y no puede asearse, soporta a la entrometida que le limpia el apartamento, mantiene una extraña relación con su hijo adolescente y sufre de celos por culpa de un necio. Todo lo que le va sucediendo, incluso las personas con las que interactúa, se va colando en la maraña de páginas que es capaz de escribir día y noche; todo para cumplir el encargo de una nueva novela de disfrute inmediato.
La combinación del inclasificable Saint Clair con el desastrado Merlin, con la irrupción de lleno en sus vidas de Tatiana-Christine, tiene mucha gracia, incluso cuando se mete de por medio el editor Charron, quien presta rostro al general Karpof, el enemigo mortal del agente secreto (Vittorio Caprioli es prácticamente un clon de Chiquito de la Calzada, os lo juro). Las escenas son muy de humor francés y se mantienen hasta el cuarto final, que es cuando ya no hay quien coja la película, que pierde lógica, si es que alguna vez la tuvo, y termina machacando al espectador que se lo ha pasado en grande hasta entonces. Diría que lo que dinamita a la cinta es la estúpida reacción de Merlin, celoso de Charron, quien se venga de Christine de una forma estúpida y mediocre. Yo, hasta entonces, me gustaba todo: la sátira a Bond y la pequeña historia de floreciente amor entre un escritor exitoso pero frustrado y una joven estudiante, aunque sea un tanto acartonada y el físico de entonces de la Bisset sirva solo para alegrar la vista.
Bueno. Es un título que no sé si volveré a visionar, por lo que me quedaré con lo bueno.
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