Guardia de cine: reseña a «El oficial y el espía»
Título original: «J’accuse». 2019. 126. Francia. Dirección: Roman Polanski. Guión: Roman Polanski, basándose en la obra de Robert Harris. Reparto: Jean Dujardin, Louis Garrel, Emmanuelle Seigner, Grégory Gadebois, Hervé Pierre, Wladimir Yordanoff, Didier Sandre, Melvil Poupaud, Mathieu Amalric, Laurent Stocker, Eric Ruf, Vincent Pérez, Michel Vuillermoz, Vincent Grass, Damien Bonnard, Denis Podalydès, Raphaël Caraty, Clément Jacqmin, Pierre Léon Luneau, Michèle Clément, Yohan Renier, Romain Lehnhoff, Luca Barbareschi
Polanski crea un marco perfecto para uno de los escándalos más vergonzosos de la IIIª República francesa y que marcó a la sociedad de entresiglos del país galo
Tanto disfruto de navegar por aguas salobres, donde se funden los siglos XIX y XX, que me enrolo en hemerotecas de todo tipo y condición. Por ello, el nombre de André Dreyfuss me resultaba ya familiar de antes, de encontrarlo en titulares de periódico sobre los que pasaba a la velocidad del rayo, pues mis investigaciones nunca me habían emparejado con ese puerto. Sabía que era un oficial francés enjuiciado por un escandaloso caso de espionaje a favor de una potencia extranjera, algo que, por otro lado, estaba a la orden del día en aquellos años y engordaba a no pocos reporteros. Solo eso, por lo que llegué al visionado de la cinta de Roman Polanski prácticamente virgen, aunque era fácil (y hasta tentador) anticiparse con una simple visita irregular, nocturna y alevosa a la Wikipedia y, de modo tan idiota, reventarnos la película.
Al contrario de lo que me esperaba, Polanski da comienzo con la expulsión del capitán Dreyfuss del Ejército y su internamiento en la Isla del Diablo, donde cumpliría condena, tras lo cual, el coronel Picquart se hace cargo de la Sección de Estadística, en Inteligencia militar, la unidad que había descubierto al traidor y acopiado pruebas en su contra con las que se alcanzó un veredicto sobre el que no cabía sombra alguna, uno que todo el mundo anhelaba. Sin embargo, Picquart no tardará en recelar de sus subordinados, sobre todo en lo referente al caso Dreyfuss; y es que Polanski retrata lo que se denominó L´affaire Picquart, en lo que algunos iluminados coetáneos míos han etiquetado, con la risa floja que pende de sus raquíticos labios, como reflejo/denuncia de Polanski a las actuales y vigentes cloacas del estado (el asunto Dreyfuss no es otra cosa que un flagrante caso de funcionamiento anormal de la instrucción, afectada por una odio recalcitrante hacia los judíos). El coronel Picquart es quien asume el protagonismo de la cinta y, a pesar de su galopante antisemitismo (a imagen y semejanza de tantos oficiales, soldados y civiles), es un hombre de honor, dedicado a un servicio leal hacia el ejército de la III República; por ello, cuando comienza a remover los documentos atribuidos a Dreyfuss y los compara con el memorando enmarcado en el despacho que ocupa, para vanagloria de su predecesor en el cargo, descubre que el condenado es inocente y que el muro de jueces, con sus rostros despectivos y risueños, disfrutando del escarnio al judío, dejó a la serpiente indemne y dispuesta a seguir envenenando la estructura del Estado mayor.
Picquart ordena seguir los movimientos del oficial Esterhase, quien resulta ser el verdadero traidor, pero si sus subordinados son un obstáculo, más lo serán sus superiores, quienes no piensan enmendar la decisión judicial y reconocer el burdo error, pues sería lo mismo que reconocer que se guiaron por el antisemitismo y que son unos incompetentes con galones de hilo de oro; prefieren mantener a un inocente en prisión que eliminar al espía quien, sometido a consejo de guerra, es declarado inocente. Malfuncionamiento al basarse en prejuicios y al no actuar luego en protección del Estado.
El protagonista discurre por un sendero cada vez más oscuro. No camina solo, pero algunos que lo acompañan lo miran con ira y bocas de sierra: tendrá que atenerse a las consecuencias si no vira en redondo.
El punto clave de la historia será la publicación del artículo de Emile Zolá destapando el cubo de basura que el caso Dreyfuss supone para el Ejército y el Ministerio de la Guerra. El autor publica la verdad que subyace en un procedimiento judicial guiado por la ineptitud, la incompetencia y el odio hacia los judíos. A esto seguirá el juicio contra Zolá, del que Picquart participará como testigo de la defensa, aún encarcelado, mientras todo el mundo va poniéndose más y más nervioso. Y hasta aquí “puedo leer”, no vaya a ser que cuente toda la película de un tirón y no deje nada.
Aunque «El oficial y el espía» no es «El escritor», Roman Polanski es capaz de impregnar a su último filme de los tintes de un thriller sosegado, lento pero sumamente atractivo e interesante. Eso sí, como ya dije al inicio de este artículo, cualquiera de entre el público puede pegarse un tiro en el pie con solo abrir el navegador y consultar en Google por la suerte de Dreyfuss y Picquart.
El “pero” lo he de poner en que el genial director no ha sido capaz de equilibrar la cinta y, cuanto más avanzada llevemos la trama, más le quema el metraje filmado. Si los eventos van sucediéndose durante los primeros minutos casi día a día o semana a semana, pasamos a periodos de meses, siendo que, llegados al momento en el que hay que dar punto y final, vemos a Picquart paseando del brazo de su amada por un parquecito y la pantalla nos sirve de lienzo para resumirnos varios años en los que tanto el supuesto traidor como su inesperado defensor son rehabilitados, siendo ambos reintegrados en el Ejército, aunque con distinta suerte, pues Picquart es ascendido a general y nombrado ministro de la Guerra. Los últimos minutos son un esprint que deja mal sabor de boca y que podría haber sido endulzado, pues poco se nos ofrece, habiendo sido aquí buena idea recurrir a la voz en off y/o portadas de períodos. Y lo puedo buscar en Internet, pero no estaría de más que Polanski se hubiera acordado de Zolá en esos minutos finales.
La historia está bien, exquisitamente ambientada, aunque en algunos puntos se nota y mucho el Chroma y el añadido digital. Es una obra digna, aunque se le echa en falta una mayor ambición en la producción para que el guión ganase enteros.
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