Guardia de cine: reseña a «Thor: Ragnarok»
Título original: «Thor: Ragnarok». 2017. 2 h y 10 min. EEUU. Dirección: Taika Waititi. Guión: Eric Pearson, Craig Kyle, Christopher Yost (Cómic: Stan Lee, Larry Lieber, Jack Kirby). Reparto: Chris Hemsworth, Tom Hiddleston, Cate Blanchett, Tessa Thompson, Mark Ruffalo, Idris Elba, Karl Urban, Jeff Goldblum, Anthony Hopkins, Benedict Cumberbatch, Sam Neill, Ray Stevenson, Tadanobu Asano, Stan Lee, Rob Mayes, Rachel House, Luke Hemsworth, Charlotte Nicdao, Matt Damon, Zachary Levi, Paris Moletti
Una buena trama inicial que termina siendo una mamarrachada efectista y palomitera. Una lástima
El dios del Trueno cree haber puesto freno al Ragnarok cuando regresa a una Asgard un tanto extraña, transformada por estatuas en honor al perdido Loki y con un viejo Odín amodorrado en su trono, entregado a entretenimientos propios de reyes sin aparente cometido distinto al de seguir respirando.
Como era de esperar, Loki está bien vivo y se recrea con las obras que canta su pueblo en su honor y memoria. El verdadero Odín se encuentra en la Tierra, supuestamente en un asilo para ancianos en el que ha sido abandonado por Loki. Sin embargo, el señor de Asgard se ha marchado a Escandinavia, esperando el momento de su muerte, que coincidirá con el regreso de Hela, su primogénita, el arma del que se valió para conquistar los nueve reinos a base de sangre y fuego; un pasado que el tuerto soberano trató de enterrar durante los siglos.
Hela es la diosa de la Muerte, un ser maligno que ha vivido en el exilio y que, una vez Odín quede fuera de escena, reclamará lo que le pertenece por derecho de nacimiento: el trono de Asgard. Un ser tan poderoso que hará añicos el martillo de Thor, pues su fuerza suprema procede del mismo Asgard.
La trama es, cuando menos, potente y dramática, muy nórdica, pero que se ha visto infestada por constantes escenas de humor que acaban convirtiéndola en una película de entretenimiento con risas y acción. Los chistes, todos iguales, son del tipo”¿qué?, ¿qué?, pues eso”, de los que uno no se cansa nunca, vale; incluso son hilarantes cuando aparece en escena Jeff Goldblum como Gran Maestre, gobernante de un planeta al que cae toda la basura a la deriva por el espacio; pero una cosa es escribir los chistes y otra abusar de ellos.
El filme es palomitero y punto, pero guarda bajo la manga, apretada al sudado sobaco, cierto mensaje nacionalista y de lealtad al líder por derecho propio. Lo de nacionalista por lo de que Asgard no es un lugar, sino un pueblo; vale, no es algo en sentido negativo de superioridad con respecto a otros, sino de conservación de la población en peligro, pero que llega a ser una especie de guiño hacia la posibilidad de que cualquiera de nosotros nos podríamos ver abocados, por un conflicto, a convertirnos en refugiados y errantes, en búsqueda de un nuevo hogar. Por su otra parte, la lealtad clásica al líder que protege con sus propias manos y procura la salvación de sus vasallos, con un gobierno fuerte pero benigno, justo y digno.
Si «Thor: Ragnarok» se hubiera limitado a la trama trágica habría sido una excelente película, oscura y adulta; sin embargo, por ahí se han dejado llevar por terrenos llanos, rodeando las crestas del dramatismo, enfocándose a un público poco exigente (algo que no tiene porqué entenderse como indigno), firmando una película ágil y divertida, pero que no llegará a copar muchas bocas ni opiniones.
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