Guardia de cine: reseña a «Ad Astra»
Título original: «Ad Astra». 2019. 122 min. EEUU. Dirección: James Gray. Guión: James Gray, Ethan Gross. Reparto: Brad Pitt, Tommy Lee Jones, Donald Sutherland, Ruth Negga, Liv Tyler, John Finn, Kayla Adams, Kimmy Shields, Bayardo De Murguia, Bobby Nish, Sasha Compère, Afsheen Olyaie, John Ortiz, Greg Bryk, Kimberly Elise, Loren Dean, Alyson Reed, Anne McDaniels, Ravi Kapoor, Lisa Gay Hamilton, Halszka Kuza
Un viaje espacial al Corazón de las Tinieblas
Cuando esta película se proyectó en las salas de cine, hubo quienes la auparon al firmamento de la filmografía de la ciencia-ficción y hubo quienes no se enteraron de una sola jota. Yo, por mi parte, lo poco que pude extraer del visionado de los avances en VO me llevó a un razonamiento erróneo, pues creía que era un argumento ucrónico (aunque se muestra tecnología de la que aún no disponemos, mucha otra de la que forma parte del vestuario, fondos, etc., es de hace décadas). Sin embargo, cuando pasaron los primeros minutos de la cinta en mi DVD, lo tuve claro: «Ad Astra» es una reiterpretación de «El corazón de las tinieblas» o, mejor dicho y más correctamente, de su adaptación cinematográfica: la gran «Apocalypse Now», de Francis Ford Coppola (1979).
¿Creéis que estoy desvariando? Pues no, señores, y tengo las pruebas en mi mano y bien alto. ¿Acaso la reunión de Roy McBride con los altos oficiales no es igual que la del capitán Willard en Da Nang? ¿Acaso no se plantea acabar con un individuo, en lo más hondo de la selva (sistema solar), que ha perdido la razón? ¿Acaso el viaje hasta el proyecto Lima no es el mismo río que remontó Martin Sheen para encontrarse con un Marlon Brando calvorota? Por si la voz en off no fuera suficiente, tenemos hasta el detalle de que McBride senior se ha cargado a su tripulación y pintarrajeado libros con extrañas frases.
La única diferencia es que el protagonista va al encuentro de su padre biológico, pero el propio Kurtz de Coppola es como un padre desconocido, como en este caso. El doctor McBride es un tipo que lleva décadas en el espacio, un desconocido para su hijo, quien va a su encuentro aún a pesar de todos los obstáculos, para brindarle la oportunidad de morir.
La conjunción de la obra cinematográfica con la literaria, a cargo de Joseph Conrad (una de las obras más turbias y oscuras que haya leído jamás), se plantea con un envoltorio diferente gracias a la ciencia-ficción. Es una película densa e íntima, donde el protagonista se descarna, representando una tragedia digna de un héroe griego; pero también de interiorización y preguntas que abarcan a toda una Humanidad, cuyo planeta comienza a desahuciarla al haber renunciado a todo por una huída hacia el exterior. La búsqueda de vida alienígena del proyecto Lima no es más que la excusa para cuestionarse las razones de la aventura espacial y la de aquellos que con su sacrificio (físico y psíquico) la hacen posible en la gravedad cero. Incluso el final podría entenderse como una apología a la renuncia individual y, por efecto simpático, global a la exploración espacial.
La película es perturbadora y para nada palomitera. Por supuesto, no ha sido debidamente valorada por el público, quizá deseoso de aventuras, brillantina y láseres, y no de una introspección abisal que puede dar pavor.
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