Guardia de literatura: reseña a «El fuego invisible», de Javier Sierra
EDITORIAL PLANETA SA, Barcelona Primera edición: noviembre de 2017 ISBN: 978-84-08-17894-1 467 páginas |
Sierra escribe con pasión y con gran conocimiento de la materia que trata (el Santo Grial en España), pero el desarrollo es flojo y predecible
Resulta imposible esquivar la metralla tópica de la época navideña, esa lista inagotable de detalles y regalos entre los que no sabes elegir y que la persona destinataria, con toda probabilidad, aborrezca.
Una de las opciones más socorridas son los consabidos Premios Planeta del año en cuestión. Más de uno de vosotros os habréis visto, en alguna ocasión, como diana del bienintencionado familiar, compañero y/o jefe que te lanza a la jeta el ganador o el finalista de turno.
En el año 2017 sufrí mi primera y, por ahora, última experiencia de este tipo, materializándose sobre la piel de haya de mi mesa de trabajo un perfecto rectángulo embozado con el papel de regalo de la librería de aquí al lado. Crispé el rictus y me empeñé en la tarea de rasgar la celulosa de color rojo mate para desvelar el título que me había tocado en suerte. Cuando llegué a la capa final, no me sobresalté: era un ejemplar de «El fuego invisible», del flamante ganador del Planeta Javier Sierra, todo ello bien remarcado.
Tras mi descubrimiento, una letanía tímida llegó a mis oídos tras recorrer el metro escaso que me separaba de mi desprendido colega.
—Tengo el ticket por si quieres cambiarlo.
La tentación estaba servida, pero bien sabía que nada que me interesara podría prometerme la librería en cuestión, así que, con la mejor de mis expresiones de agradecimiento, rechacé la oferta y me quedé con la novela, la cual ha estado durmiendo el sueño de los justos hasta el verano de 2020.
He de confesar que no me disgusta Javier Sierra, pero lo que me encanta de él es escucharle y no leerle; aunque sí es cierto que su voz, en algunos compases y párrafos, llega a través del procesador de textos al papel impreso.
«El fuego invisible» no sé si merece un galardón como el Planeta (aún cuando en los últimos tiempos solo se lo conceden a aquellos autores en nómina que son rentables). Más que decir que no sé, sería más correcto hacerlo en el sentido de que no lo creo. La historia en sí me atrajo en parte porque me gusta la temática griálica y Sierra la mezcla con su propia investigación y con la Literatura, sin embargo, es otra novela más del género cuya estructura se repite: personaje principal que se topa con algo “gordo” de casualidad, se lanza a desvelar la verdad oculta (otra de tantas que harían tambalearse la estructura cultural y social mundial) y que es perseguido por una organización o unos sujetos nada amistosos, para, al llegar a las últimas páginas, pincha en hueso.
La estructura es correcta, el léxico no es simple…, pero, para empezar, el uso de la narración en primera persona limita el desarrollo de la novela y el protagonista, David Salas, ya cae mal desde el primer instante. No entiendo porqué los autores de este tipo de obras, incluso los reputados como Sierra, cometen el error de crear semidioses para que carguen con su “voz”. Tenemos al tío superlisto, habitual del gimnasio y campeón de remo y retórica, doctorando fichado por el Trinity College y con una agenda repleta de nombres de pibitas con las que pasar un buen rato; además, es el típico compungido por su infancia y la desaparición del padre. A mí ya me echó para atrás, como si los “héroes” de estas historias no pudieran ser personas normales.
Lo poco que me “obligó” a seguir con la lectura fue la relación directa con el arte de escribir y, cuando Salas llega a Madrid, la búsqueda del Grial, pues ya había leído previamente, años ha, la obra de Chrétien de Troyes, sobre la reliquia de Valencia y otras teorías en la España medieval. Luego fueron esos detalles en el Pirineo oscense y la Montaña artificial de Fernando VII, que me han parecido muy interesantes, así como algún que otro punto narrativo brillante, como la presentación de lady Victoria Goodman. Por lo demás, el desarrollo es tan previsible y hueco que llega a sonrojar, y no por ello quiero malmeter u ofender a Sierra, quien escribe con pasión y con gran conocimiento de la materia que trata, pero la cosa es así. Como siempre, el protagonista se acuesta con la chica guapa, es perseguido por unas fuerzas oscuras dotadas de esbirros de risa y es salvado por un Deus ex Machina cuya identidad es evidente pero cuya intervención rechina. Y el final… ¡Humpf! Qué final más pobre.
Lo positivo que puedo extraer de «El fuego invisible» es que he aprendido más sobre el Grial en España (aunque discrepo con Sierra en algunos puntos sobre la obra de Troyes) y que he pasado el rato leyéndola a la orilla del río durante los días de calor.
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