Guardia de cine: reseña a «Black Panther»

Título original: «Black Panther». 2018. 134 min. EEUU. Dirección: Ryan Coogler. Guión: Joe Robert Cole, Ryan Coogler. Reparto: Chadwick Boseman, Michael B. Jordan, Lupita Nyong'o, Danai Gurira, Martin Freeman, Angela Bassett, Forest Whitaker, Andy Serkis, Winston Duke, Daniel Kaluuya, Sterling K. Brown, Florence Kasumba, Letitia Wright, Phylicia Rashad, Sydelle Noel, John Kani, Sebastian Stan, Stan Lee, Marija Juliette Abney

El nuevo rey de Wakanda centra toda una película de Marvel, aunque, curiosamente, con un mensaje de superioridad a la europea y a la inversa

Pocos personajes le han de quedar a Marvel en la recámara para terminar de encauzar todos los afluentes creativos hacía una única vía cinematográfica. Tras su introducción en «Civil War», se advertía que pronto sabría más del joven nuevo rey de Wakanda, con su traumática ascensión al trono de una nación que, a los ojos del mundo entero, es uno más del conocido como Tercer Mundo pero que, en realidad, posee unos niveles tecnológicos superiores a los de cualquier superpotencia gracias a un exótico mineral que trajo consigo un meteorito miles de años atrás, al caer sobre el continente africano.

La venganza, nuevamente, es el combustible que alimenta el motor de una película Marvel, así como la fragilidad de un personaje idealizado. Presentación, desarrollo y batalla final; sin sorpresas, sin que le saquen verdadero jugo a muchos personajes, como el que interpreta Andy Serkis, quien se queda en un payaso sin tiempo.

La introducción al mundo secreto de Wakanda es espectacular, aunque el despliegue tecnológico resulta absurdamente desproporcionado, más propio de un universo alienígena y con cientos de detalles gráficos que recuerdan en demasía a la malograda «John Carter». El sabor y color africanos quedan muy bien, pero, ¿no se han pasado? Siendo un país que se limita a pasar de puntillas por la Historia, también resulta cuestionable que posea semejante arsenal científico y de armas capaces de destruir ejércitos modernos enteros; demasiada abundancia.

La narración en sí es, como me voy dando cuenta para mi frustración, una desnuda concatenación de destellos familiares: muertes de seres queridos y venganzas ciegas en las que poco importan las consecuencias; traiciones a cada paso por parte de aquellos que se presentaban como leales y entregados, todo ello con una lectura bastante americana y benévola en cuanto a la política de intervención exterior. Wakanda es el país más avanzado del planeta, pero no hace nada por compartir su poder científico ni sus reales estructuras económicas, ajeno a la caída en espiral del mundo hacia la guerra, al enfrentamiento por los recursos, al hambre y a la destrucción colectiva. Aunque se pretenda dar peso a la comunidad africana frente a las anteriores agresiones del hombre blanco, a quien se le adjudica el título de “colonizador”, lo que justifica al fin esta película es la intervención directa sobre otros pueblos menos “desarrollados”, por “su bien”, con independencia del método; llegar a estos puntos de equilibrio a base de “imponer” una “sabiduría”: la política "civilizadora" que justificó la intervención colonial en África y otros puntos del planeta.

Ciertamente es un concepto muy europeo, aunque suavizado. Algo de plena vigencia que tiene enfrentadas a no pocas naciones y a ciertos personajes que se creen tocados por un aura de infalibilidad en un periodo de grandes, incómodas e incontrolables migraciones, para las que muchos solo tienen por respuesta el preocuparse cuando el problema se agolpa en su frontera y, una vez al otro lado, se desentienden de él. No sé, pero los motivos por los que la gente se ha de ir de sus pueblos son los que van contra los derechos humanos, y el no hacer nada en el origen es abandonarse a la hipocresía de las buenas intenciones. Pero yo no soy quien para dar lecciones de moral a nadie, menos en una reseña a una película que está muy bien para pasar el rato, aunque te ponga de los nervios que, en todos los guiones, el actor (actores en este caso) negro de turno no deje de emitir gritos guturales de alegría y excitación.

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