Guardia de cine: reseña de «La guerra de los rohirrim» (2024)
Título original: The Lord of the Rings: The War of the Rohirrim. 2024. 130 min. EEUU, Japón, Nueva Zelanda. Dirección: Kenji Kamiyama. Guion: Phoebe Gittins, Arty Papageorgiou, Jeffrey Addiss, Will Matthews, Philippa Boyens. Música: Stephen Gallagher
Prometía mucho más de lo que en realidad es. Sin embargo, es un intento loable
Mucho se ha dicho sobre esta cinta, principalmente negativo.
Los más obtusos han criticado las limitaciones de la animación en dos dimensiones. Dada mi experiencia en este campo, estoy seguro de que estos supuestos entendidos jamás han visto títulos como Akira o buena parte de la filmografía del Studio Ghibli. No obstante, debo concederles que el metraje presenta fallos técnicos, como si le faltaran fotogramas, provocando acciones entrecortadas.
En el apartado técnico-artístico se ha cuestionado la excesiva dependencia del arte conceptual creado para la trilogía de El Señor de los Anillos dirigida por Peter Jackson. Otra crítica desmedida, pues si el propio Jackson participa en el proyecto y se busca una continuidad estética con una historia ambientada doscientos años antes de la guerra del anillo, es lógico que Edoras, El Sagrario y el Abismo de Helm sean perfectamente identificables en pantalla.
Lo que resulta inaceptable es la presencia de planos que parecen directamente copiados. El ejemplo más evidente ocurre al final de la película, cuando Cuernavilla es liberada por los rohirrim acantonados en El Sagrario: salvo por desarrollarse durante la noche, la escena es idéntica a cómo Jackson filmó la acometida de Éomer al final de Las Dos Torres contra el ejército uruk hai de Saruman.
En el aspecto narrativo, se sigue fielmente el breve texto escrito por J.R.R. Tolkien. No es una historia inventada para la ocasión; sin embargo, los personajes son meros clichés sin profundidad, etiqueta de la que solo escapa el general Targg, el único que usa el cerebro para pensar. Resulta así que una historia ya indiciariamente desarrollada por el autor no haya sido mejor llevada por un equipo de nada menos que cinco guionistas.
Ciertamente, tanto la historia original como su adaptación cinematográfica carecen de una base sólida. Se traza un recorrido donde los giros argumentales resultan predecibles. La dirección de Kenji Kamiyama tampoco ayuda, pues anticipa al espectador, mediante los ángulos de cámara, cada acción o muerte. Su nombre es reconocido en el mundo del anime por dirigir películas y episodios de la franquicia Ghost in the Shell (como la magnífica Stand Alone Complex, pero también otras menos apreciadas), así como obras maestras como Jin-Roh, que reseñé anteriormente, pero no sé qué le ha pasado aquí.
También se ha criticado la representación de Helm como un rey poco cultivado y brutal. A esto cabe responder que si su sobrenombre era "Puño de Hierro", difícilmente lo habría ganado por su habilidad para tocar la lira. Esta crítica resulta igualmente infundada.
En cuanto al aspecto bélico, existen fallos de lógica evidentes. Por un lado, no se transmite la angustia del asedio a Cuernavilla por el ejército de Wulf, episodio donde el invierno —el más crudo jamás recordado— era el verdadero enemigo. Por otro lado, la torre que Wulf ordena construir se habría colapsado por su propio peso al primer ataque, tal como se despliega y cae sobre los muros de la fortaleza. Finalmente, resulta difícil creer que en El Sagrario se desconociera que el rey, la corte y el pueblo de Edoras se habían refugiado en Cuernavilla, sitiada por un ejército de hombres de las Tierras Brunas.
Respecto a los personajes principales, Wulf resulta exagerado en su caracterización. Podría haber engañado inicialmente a muchos en las Tierras Brunas, pero pronto habrían advertido su falta de coraje y su afán vengativo autodestructivo. Su ánimo de venganza es comprensible, pero termina descarrilando por completo.
En cuanto a Héra, representa el arquetipo del "quiero y no puedo". Es el personaje femenino que hemos visto con otros rostros y que se consume rápidamente como una cerilla. En estos tiempos del malentendido "empoderamiento", enarbolado por el feminismo más estereotipado, Héra está a años luz de la mujer más fuerte y valiente del universo creado por Tolkien: Éowyn, hija del rey Théoden, cuyo enfrentamiento contra el Rey Brujo de Angmar en los Campos del Pelennor aún nos emociona y nos hace levantarnos para ovacionarla (un acierto haber recuperado a Miranda Otto para la narración en off).
En el aspecto musical (y concluyendo esta reseña de disposición anárquica), pueden escucharse algunas notas de las composiciones de Howard Shore, pero destaca más la ausencia de una banda sonora a la altura.
La guerra de los rohirrim es una película que, aunque me ha gustado, ha sabido a poco.
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