Guardia de cine: reseña a «Barrenderos espaciales» (2021)

Título original: Seungriho. 2021. 136 min. Corea del Sur. Dirección: Sung-Hee Jo. Guión: Sung-Hee Jo, Seung-min Yoon, Yookagn Seo-ae. Reparto: Daniel Joey Albright, Jin Seon-kyu, Kim Tae-ri, John D. Michaels, Song Joong-ki, Yoo Hae-jin, Richard Armitage, Anupam Tripathi

Con el título de esta película, pensé, a priori, que sería la versión coreana del manga (y anime) «Planetes», que también se centra en astronautas que van recuperando basura espacial en la órbita terrestre, pero estaba muy equivocado 

Su sinopsis bien podría ser la siguiente: a finales del s. XXI, la situación medioambiental en la Tierra es insostenible. El planeta está prácticamente muerto y el 90% de la población sigue subsistiendo en la superficie como puede bajo un cielo cubierto de polvo, portando máscaras antigás y pagando precios desorbitados por todo. El futuro está en el espacio, pero muy pocos pueden costearse la ciudadanía de la UTS y vivir cómodamente en las estaciones orbitales, donde aún se conserva parte de la vida perdida. Otros también orbitan, pero no son ciudadanos y malviven en colonias donde impera el crimen y el estraperlo. Mas parece que hay esperanza: la empresa que ha tomado las riendas de la carrera espacial, la UTS, ha creado una superplanta capaz de terraformar Marte en tiempo récord. Es la salvación de la Humanidad. Sin embargo, la pregunta substancial, que solo un personaje muy secundario se hace, es la de por qué no se emplea esa tecnología para reparar la Tierra.

Subidos a bordo de la nave Victory, nos unimos a una ecléctica tripulación formada por un piloto exmiembro de las fuerzas especiales y traumatizado por la pérdida de su hija adoptiva, por la que ahorra dinero a la desesperada para que la UTS recupere su cuerpo a la deriva y en órbita, una capitán muy sagaz que fue terrorista anti-UTS, un maquinista buscado en la Tierra por ser un peligroso mafioso y una gineoide con más personalidad y mala leche que los tres anteriores. Todos están a las caídas por distintos motivos, pero en su vida, como la de todos, el dinero lo ocupa casi todo, y cuando se cruzan con una supuesta robot infantil portadora de una bomba de hidrógeno, que es buscada con igual ahínco por la UTS como por la organización terrorista Zorros Negros, la oportunidad de volverse millonarios animará la avaricia de los miembros de la Victory, hasta que se percatan de que no es oro todo lo que reluce.

La historia, a fin de cuentas, parece más de piratas clásicos que se enternecen cuando un infante entra en sus vidas que otra cosa, casi como si fuera la familia de Long John Silver. Y el aroma literario clásico está en la propia nave y sus tripulantes, como si estuviéramos en un buque ballenero de los inicios de la propulsión a vapor (el uso de arpones es significativo, así como la forma en la que se lanzan todos a por la basura espacial).

Por supuesto, los ingredientes de la narrativa son trillados, con el típico malo psicópata que considera a todos como los causantes de su trauma y los típicos héroes (o antihéroes), destacando que los que menor importancia tienen son los que más pueden hacerse valer. Y como en toda producción coreana de acción, hay peleas cuerpo a cuerpo y tiros por doquier que os pondrán a prueba.

Los efectos especiales están bastante bien, al igual que el giro final, pues siempre tiene que haber un rayo de esperanza entre tanta desolación y dolor, la posibilidad de un mundo mejor.


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