Guardia de televisión: reseña a la primera temporada de «Miss Sherlock»

Título original: «ミス・シャーロック» (Misu Sharokku). 2018. Japón. 8 capítulos de 47 min. Dirección: Takashi Matsuo, Junichi Mori, Yûsuke Taki. Guión: Nobuaki Kotani, Amane Marumo, Yôsuke Masaike, Junichi Mori, Mami Oikawa. Reparto: Yuko Takeuchi, Shihori Kanjiya, Ken’ichi Takito, Tomoya Nakamura, Yukiyoshi Ozawa

Una revisión fresca, diferente y oriental del personaje cumbre de la obra de sir Arthur Conan Doyle

Hace unas contadas semanas recaí de lleno en el laberinto de la cultura nipona. Es como si tuviera la imperiosa necesidad de rubricar el día con un detallito nimio procedente de tan lejano y fascinante país; pero es una extrañísima enfermedad que no me importuna en absoluto.

Gracias a ello y de casualidad, di con la primera (y única si nadie lo remedia), temporada de una serie de televisión que adapta la obra más reconocida y popular de sir Arthur Conan Doyle desde un prisma exótico como poco, trasladando la acción al Japón actual y transformando al detective y a su inseparable compañero de fatigas en mujeres y, ¡gracias a Dios!, sin que medie proclama feminichorra alguna del pelaje “yo puedo hacer lo mismo que un hombre aunque no tenga badajo”. Me pareció, a botepronto, una propuesta a la que valía la pena echarle una visual, sin importar que las producciones orientales en acción real suelan echarme muy para atrás; lástima que descubriera a «Miss Sherlock» después de que Yuko Takeuchi, su protagonista, se hubiera suicidado durante una sorpresiva e inexplicable oleada en la que varias estrellas mediáticas del Sol Naciente tomaron la misma vía de escape, ocupando portadas, incluso aquí, en España.

La serie se compone de ocho capítulos (el séptimo y el octavo forman uno doble, compartiendo acción dramática), y comienza presentando a Wato Tachibana, una joven doctora que regresa de una misión humanitaria en Siria. Wato es recibida en el aeropuerto por su mentor, a quien le explota el vientre desde dentro. El shock que acompaña al asesinato y la presencia de una viuda que se cae en pedazos ante el cadáver, provocan un mayor impacto a la hora de conocer a Sherlock (Sarah Shelley Futaba, según he podido leer por ahí), una detective asesora de la Policía metropolitana muy mal educada, irrespetuosa, arrogante y con cierto síndrome de hiperactividad que no la deja un momento quieta y sin toquetear todo cuanto esté al alcance de su mano. Wato se escandaliza ante su comportamiento tan fuera de lugar, pero no por ello renuncia a la posibilidad de ayudar en la caza al asesino, corriendo tras el abrigo de marca de la mujer con la que terminará conviviendo y que siempre le negará un vínculo de amistad, pues Sherlock “no tiene amigos”. Wato, en su bondad innata e inocencia, junto al inspector Reimon, será el único aliado fiel de la detective en una cruzada por resolver una cadena de crímenes interrelacionados por un fino hilo de telaraña y que lleva a la pareja protagonista a enfrentarse a una mente superdotada y psicópata que pretende hacer probar la teoría de que se puede inducir a terceros a cometer toda serie de delitos.

Mis experiencias pasadas con producciones asiáticas de acción real, como ya adelanté, nunca han sido muy positivas, sobre todo porque suelen colarse actores incapaces de desarrollar sus personajes con naturalidad y sin caer en la sobreactuación y el histrionismo. Por supuesto, cuando te encuentras con actores buenos, la cosa cambia y mucho y, por fortuna, todos los principales en «Miss Sherlock» son profesionales y saben transmitir sin que el exceso de formalismo los descoloque. Destaca aquí Takeuchi, cuya figura estilizada, típica japonesa, aunque bastante andrógina para la ocasión, sirve a la coreografía occidentalizada de una Sherlock como ruptura con el resto de personajes y que la acerca a las versiones modernas masculinas de Benedict Cumberbatch, Jonny Lee Miller y Hugh Laurie (por si hay algún despistado por aquí, «House» es una adaptación muy libre del personaje de Sherlock Holmes); una pena que decidiera poner fin a sus días, despojándonos de toda posibilidad de seguir disfrutando de su talento en una segunda temporada cuya producción entre HBO ASIA y HULU puede verse alterada por este y otros contratiempos más globales. Tras Takeuchi me hubiera gustado poner a Shihori Kanjiya como Wato, pero creo que es de justicia adelantar a Yukiyoshi Ozawa (interpretando a Kento Futaba, el hermano de Sherlock) y a Keni’ichi Takito (como el inspector Reimon), figuras fraternales, uno de sangre y otro por nobleza, de la detective que parece que poco aportan, pero no es así, pues serán justo sus personajes los que se desplieguen en las sombras del tablero; me han resultado ser dos actores muy medidos en sus papeles. A continuación, ahora sí, pongo a  Shihori Kanjiya, la dulce y traumatizada Wato, que representa todo lo contrario de lo que es Sherlock, aunque su papel es demasiado complementario, incluso excesivamente pazguato y alejado de la acción.

La visión nipona de Doyle es novedosa, atractiva y perfectamente realizada. Podemos identificar sutiles señales que nos conducen a tal o cual relato, aunque hay otros más ofensivos (el edificio Reichenbach), pero sin pretender que el espectador regrese a tramas ya trilladas como «El sabueso de los Baskerville», por ejemplo. El espectador ha de sentir cierta familiaridad y, a la par, la tensión de la novedad.

Si algo malo he de sacarle a esta «Miss Sherlock» es su amarre obsesivo al «Sherlock» de Benedict Cumberbatch y Martin Freeman en su estructura compositiva, en la ambientación musical y en el propio 221B, cuya distribución y decoración es calcada, lo cual representa, en vez de un lazo, un lastre.

Ojalá, aun habiendo perdido a Yuko Takeuchi, podamos seguir disfrutando de esta serie con nuevos capítulos y sin que merme la calidad.

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