Guardia de cine: reseña a «X-Men: Primera generación» (2011)
Primera entrega de la Trilogía del Origen que pasa con un notable
En su día fui muy aficionado a la Patrulla X. A decir verdad, era lo único que leía de cómics, y así fue hasta que tuve fuerzas para romper las cadenas que me ataban a Marvel y poder así explorar otros mundos. Con Spider-Man como puente, los mutantes de Xavier eran los personajes de ficción superheroica con los que más me identificaba. Eran unos alienados, unos marginados que luchaban contra los peligros que amenazaban a la humanidad, incluso entre ellos mismos, todo por alcanzar la comprensión generalizada de su propia individualidad. La idea de Stan Lee, creada antes de la promulgación de las leyes de derechos civiles en Estados Unidos, fue la mayor denuncia contra la discriminación, la xenofobia y el racismo jamás llevada a viñetas.
Si Spider-Man era la venganza de los empollones, la Patrulla X representaba el anhelo de todos aquellos que no encajan en una sociedad "normal".
Mi pasión por los mutantes se fue apagando, como las brasas de una hoguera al alba, a medida que pasaban los años. Tanto fue así que ya cursaba estudios universitarios cuando compré mi último cómic de la Patrulla X.
Hoy, tras haber declarado abiertamente mi hastío y aborrecimiento hacia cualquier producto con el sello Marvel, al menos en medios audiovisuales, me he decidido a ver en serio la conocida como Trilogía del Origen, anterior a la irrupción de Disney en todos estos menesteres.
El interés por esta "Primera generación" radica en ver a Charles Xavier y a Erik Lehnsherr conociéndose, haciéndose amigos y luchando contra un enemigo superior. Son jóvenes y la humanidad aún desconoce todo sobre los mutantes. Incluso los propios mutantes ignoran que hay muchos otros dispersos por el mundo.
El eje de la historia es Sebastian Shaw, nuevo alias del científico nazi Dr. Schmidt y descubridor de Erik. Shaw también es un mutante con el poder de absorber cualquier tipo de energía. Tiene su propio plan para que la nueva especie, impulsada por la fuerza del átomo, se imponga sobre los más débiles, algo que descubriremos mientras Erik, veinte años después de su primer y fatídico encuentro, recorre miles de kilómetros tras la pista del Dr. Schmidt, el asesino de su madre, en busca de venganza.
Paralelamente, conoceremos la historia que une a Charles Xavier y a Raven Darkholme, hermanados desde pequeños y cuya relación se ve afectada por la mutación de quien se llamaría Mística: Raven debe usar constantemente su poder para mostrar una fisonomía agradable a ojos normales, algo que acabará separándolos. Resulta divertido ver a un Charles joven, crápula, engreído, fiestero y presumiendo de su abundante cabellera.
Sebastian Shaw será el punto de unión entre Charles y Erik, dos personalidades distintas y rivales que encajan como el yin y el yang en el símbolo del taijitu. El desarrollo argumental nos llevará a un clímax que poco tiene que ver con la lucha contra Shaw (resulta incongruente dotarlo de poder para absorber energía nuclear si luego muere de forma tan insustancial), sino con la división del grupo: entre quienes protegerán a la humanidad no mutante y quienes la odian por saberse odiados.
La película resulta atractiva por ubicarse en el mismo momento histórico en que Stan Lee creó a sus mutantes, aprovechando además la Crisis de los Misiles de Cuba como telón de fondo para dar realismo a la trama, aunque algunos aspectos de ambientación y vestuario no sean históricamente precisos (Fassbender y Lawrence visten con un estilo más propio de finales de los años 60 que de principios de la década).
Entretenida, aunque quizá algo extensa para su contenido.
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