Guardia de televisión: reseña a «Ferrari: Carrera a la inmortalidad» (2017)

Título original: Ferrari: road to inmortality. 2017. 91 min. RU. Dirección: Daryl Goodrich. Guión: Chris Nixon

Un documental bastante interesante que retrata bien todo el mundillo, aunque no es menos cierto que rezuma un aire excesivamente británico

Si la década de 1970 ha sido etiquetada como la más mortífera para la F1, la de 1950 no lo fue menos, con lápidas dedicadas a primerísimos nombres vinculados a la escudería Ferrari. Se exprimía la vida hasta la última gota, hasta la última curva, evitando a la Muerte, pero la Dama Negra nunca dejaba de cobrarle el máximo precio con aquellos que la desafiaban.

Jackie Stewart declaró que, a ese ritmo (allá en los ’70), todos acabarían matándose, y no le faltaba razón. Los coches cada vez eran más veloces y peligrosos, y apenas había medidas de seguridad que se pudieran considerar como tales. Pero peor lo tenían los pilotos de aquellos años 1950, que no se ponían el cinturón de seguridad pues siempre era mejor salir despedidos que morir aplastados bajo el coche pues no había barras antivuelco, o que hacerlo abrasado si uno no era lo suficientemente rápido como para salir del monoplaza a tiempo. Por si fuera poco, se corría en circuitos extremadamente peligrosos y sin protecciones para nadie, espectadores incluidos.

Todos los pilotos sobre los que se centra esta película (más que sobre la figura de Enzo Ferrari), dieron punto final a sus existencias sobre el asfalto, sin saber qué podría asomarse más allá del año 1959. La pista de pruebas, el circuito o una carretera corriente y moliente: Eugenio Castellotti, Alfonso de Portago, Peter Collins, Luigio Musso y Mike Hawthorn.

Y este documental Ferrari: Road to inmortality es bastante interesante, retrata bien todo el mundillo, aunque no es menos cierto que rezuma un aire excesivamente británico.

El director Daryl Goodrich prima lo gráfico de época, con voces en off de grabaciones de época de los pilotos, entrevistas a sus parejas, viudas, compañeros, periodistas, especialistas y biógrafos, siendo de estos que se les revela los rostros, ya ajados por los años, en la parte final del metraje. Año a año, se va despedazando la historia de Ferrari durante la década de 1950, mostrando a un Enzo que oscilaba entre la tiranía insensible y un paternalismo excesivo: empujando a sus pilotos prácticamente al suicidio y preocupándose más por los coches que por su estado tras un accidente, arropándolos bajo su ala, más si cabe con Peter Collins, tras la muerte de Dino Ferrari.

Y es que la Muerte está ahí siempre, removiendo los intestinos de los involucrados, quienes no pueden resistirse a aferrar un volante y pisar el acelerador a fondo, como una especie de catarsis personal, una forma de mirar hacia adelante, de convertirse en más que hombres: en semidioses. Por ejemplo, Mike Hawthorn quiso abandonar tras el terrible accidente en Le Mans de 1955 que costó la vida de 83 espectadores, pero a las pocas horas volvió a la carrera; o Enzo Ferrari quien —tras el accidente mortal que sufriría el español Alfonso de Portago el 12 de mayo de 1957 en la última edición de la Mille Miglia —que segó su vida, la de su copiloto y la de varios espectadores, incluidos cinco niños—, sopesó seriamente la idea de que la escudería abandonara toda competición deportiva.

Pero, como declaró Portago a un reportero de Sports Illustrated «Las carreras son un vicio». Todos volvían al circuito, salvo Hawthorn, quien ganó su último gran premio en honor a su fallecido amigo y compañero Collins y se retiró, solo para morir tres meses después en un accidente de carretera. Todos eran admirados: atractivos, elegantes, ricos, despreocupados, con una bella mujer siempre del brazo.

Todo esto lo transmite este documental, harto entretenido, que te mete de lleno en la época y las carreras, con la pega de su bienquerencia hacia los británicos Collins y Hawthorn. ¿Por qué no se trató con mayor interés a otros pilotos de la escudería que tuvieron incluso la misma suerte? Así, ni se nombra (o eso me parece) a Alberto Ascari; Juan Manuel Fangio apenas aparece; y se ahorran toda mención a José Froilán González y a Luigi Villoresi.

A pesar de todo, si te gusta la Fórmula 1 con bouquet, radicalmente distinta de las aburridas carreras actuales, te recomiendo el visionado de este documental, aunque ya te advierto que acabarás contagiado de la profunda tristeza que transmite debido a tantas muertes.


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